No hemos vuelto a casa desde esa noche en el jardín de centro comercial. Mamá llamó a sus padres para que fueran a recoger sus cosas a casa de Carl y llevarla al nuevo apartamento, más cerca de mi psiquiatra, algo que a mamá le hacía más fácil su día a día, ya que también se encontraba más cerca de su trabajo y de mi instituto.
Los padres de mi madre nos visitaban casi diariamente. La madre de mi mamá siempre estaba con ella, nunca quiso ni verme, sin embargo, el abuelo quería tener algo en común conmigo. Siempre hablaba él, un día mamá me dijo que le hiciera un regalo por su cumpleaños, le hice un dibujo representando a la madre de mi mamá, a mamá y a él. Se emocionó mucho, pero con un bolígrafo hizo un garabato al lado de ellos: — Tú también eres parte de la familia.
Ambos compartíamos el gusto por la música clásica, al igual que los silencios en los largos trayectos. Le encantaba contarme sobre su pasado como oficial de policía, como había arrestado a muchas personas, al igual la cantidad de crímenes que había visto. Me encantaba escuchar su punto de vista de las situaciones que un humano medio no vive nunca. Como él decía; "Ya estoy curado de espanto". Supongo que eso nos hacía inseparables, nuestros gustos y afinidades hacia ciertos temas, pues siempre me dijo que a pesar de tener poca edad ya pensaba como una persona de 50 años. No me desagrada pasar tiempo con él.
Un día más me desperté a las 7 para prepararme y volver al instituto. Me coloqué la ropa oscura que me caracterizaba, cuanto menos llame la atención mejor. No me gusta lidiar con mentes inferiores por un simple puesto imaginario de popularidad. En la cocina me preparé un poco de leche caliente y beberla de un solo trago. Mi vista se quedó fija en un punto de la cocina, en el mueble de arriba. Me levanté y lo abría de una. Estaba lleno de comida, pero llamó mi atención una lata; una lata de albóndigas con arroz.
Un millón de imágenes pasaron por mi mente, aquel día en casa, él abriendo la lata, poniéndola en la mesa en frente del sofá, acercándomela. Cada bocado que le daba, la música de Mozart que sonaba por los auriculares.
La dejé caer en el suelo para buscar mis pastillas.
Solo es producto de tu enfermedad, no existe nada de eso. Todo está en tu cabeza. ¡Deja de recordarlo!
Me metía las pastillas en la boca tan rápido como salían del bote. Se sentía tan real. Me tocaron el hombro por la espalda, me giré, viendo la cara de mamá asustada. Recorrió mi cuerpo hasta posar sus ojos en mi mano, no me había dado cuenta de que apreté tanto mi mano que mis uñas se estaban clavando en la palma de esta. Mamá me arrastró al baño, echándome alcohol con un algodón en las heridas, escocía y ella lo sabía, pero veía mi rostro inexpresivo y se preocupaba aún más.
— ¿Pesadillas? - asentí. — Mi amor, tranquila, ya cesaran, te lo prometo. - mi vista recorrió la pared del baño hasta encontrar el reloj digital que marcaba las 7:30 a.m. — No tienes porqué ir a clase, si te encuentras mal. - puse mi vista en ella. Nunca podía aguantarme la vista muchos segundos.
— ¿Me tienes miedo? - ella volvió a verme. — Siempre que tu madre viene y pasas tiempo con ella, me ves con miedo, si es así, solo decirte que nunca te haría daño, mamá. Tengo que irme a clase.
Sin dejar que ella dijera nada agarré todas mis cosas poniéndome el abrigo primero, luego la mochila y por último los cascos conectados al móvil. Salí por la puerta. Cerré la puerta con llave y la guardé en el bolsillo derecho de mi abrigo. Cliqué el botón del ascensor; siempre tarda 17 segundos en llegar, antes de que llegue me dirijo a las escaleras para bajarlas. Como siempre 2 minuto y 53 segundos.
Nada más salir pongo mi cigarro en la boca para encenderlo. Mi mano izquierda descansa en el bolsillo. Caminé en dirección al instituto, pasando por el bordillo de la acera. No había mucha gente por la calle, mujeres y hombres con traje, caminando exaltados por llegar tarde a su trabajo mediocre. Seguro que con su familia insufrible.
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PINTURAS ROJAS
Mystery / ThrillerFui la niña más feliz, hasta que me di cuenta de que toda mi infancia era una mentira. Mamá finge ser feliz, pero hay algo que no quiere confesar y eso... No me importa. Siempre he estado en mi mundo, me han dado igual los estudios e incluso mi futu...