Capítulo 16

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Al terminar de jugar con mis niños, anocheció, finalmente vuelvo a casa cansada y con un terrible dolor de pies. Encuentro a mi hermano sentado en la sala leyendo un libro, nota mi presencia y eleva la mirada.

—Hola hermana ¿Cómo te fue? —me pregunta. Me siento a su lado y echo un suspiro.

—Pues bien, estoy demasiado cansada —me recuesto a su lado y Uriel rodea su brazo en mi hombro.

—Si quieres te preparo algo de comer —se ofrece.

—No, ni hablar, no quiero comida al menos en dos días, los pequeños me mantuvieron comiendo toda clase de frutas que encontrábamos, voy a reventar —río, sin embargo me acuerdo de lo que sucedió hoy y mi sonrisa se esfuma—. Además, solo quiero que me abraces.

—Se lo de tu castigo Samara.

Elevo la mirada sorprendida y lo miro fijamente.

—Mis alas Uriel, me quitaron mis alas —mi voz se quiebra en ese instante al admitirlo.

—Lo se hermana, cuánto lo siento de verdad —me rodea con sus brazos y lloro en su pecho—, pero piensa que pudo ser mucho peor, te pudieron desterrar y no lo hicieron.

—Lo se, pero duele saber que ya no podré hacer las cosas que me gustaban a causa de mi pecado.

Mi hermano acaricia mi espalda transmitiendome paz.

—Deja que te lleve a tu cama —me dice y asiento.

De un momento a otro me carga en brazos y rodeo mis brazos en su cuello sostendiendome, sube las escaleras y llega a mi dormitorio donde entra y se acerca a mi cama, me deja allí con mucho cuidado y besa mi frente.

—Gracias Uriel.

—Descansa ¿Si? —sus labios se curvan en una leve sonrisa y asiento—, mañana será un mejor día.

Me arropa con una manta y me volteo cerrando mis ojos, escucho la puerta de mi habitación cerrarse y el sueño comienzo a apoderarse de mi.

Sueño de Samara:

Estoy dentro de un sueño otra vez, pero ahora estoy en el patio de una casa, estoy en frente de la piscina, acostada boca abajo dejando broncearse mi espalda, estoy en traje de baño de dos piezas.

¿Qué hago aquí?

—¿Sabías que puedo aparecer en tus sueños? —una voz masculina se hace presente en mi sueño, volteo asustada y miró hacia todos lados.

Es el... otra vez.

—¿Sueños? —pregunté.

—Si, bueno, solo me pasa contigo y la verdad es raro —me dice avanzando hacia mi.

—Vete de aquí —frunzo el ceño y veo como su mirada se queda en un punto fijo en mi cuerpo sin prestarme atención.

Bajo la mirada y siento mis mejillas arder cuando me doy cuenta de que mis pechos están descubiertos, me los cubro con los brazos y tomo la toalla que tengo cerca, me tapo con la toalla y frunzo el ceño.

—¡Eres un pervertido! —exclamo y veo como coloca sus ojos en blanco.

Se acerca lentamente hasta llegar frente a mí, tiende su mano y lo miro extrañada.

—Dame la mano —ordena.

—No —me niego.

Frunce el ceño y se acerca a mí, sin previo aviso me carga en brazos y me lleva hacia la piscina.

La esposa de Satanás *COMPLETA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora