Samara, un ángel guerrera sin duda muy hermosa y con una sensualidad fascinante, una guerrera fuerte, encargada también de darles paz y alegría a los niños que llegaban allí; pero cuando el mismo Diablo entra al paraíso a robar a su hermano Uriel, S...
Seguí caminando, había perdido a mis amigos pero en cuanto recupere a mi hermano, sacaré a mis amigos de este agujero y volveremos al paraíso y no volveremos aquí ¡JAMÁS!
Miraba a mi alrededor y veía el sufrimiento, los demonios jugaban con la mente de ellos y con sus órganos también, estoy asombrada realmente sin embargo no sentía temor. Después de unas cuantas horas caminando asombrada por todo lo que veía, encontré una gran puerta negra, dos demonios fuertes la custodiaban.
Estos demonios eran diferentes a los demás, estos llevaban alas, pero no las de siempre, no tenían plumas y al final de sus alas tenían... ¿Cuernos? O algo parecido, tenían cuerpos musculosos.
Me acerco a ellos decidida, no podía demostrarles temor, de pronto uno de ellos habló.
—Te esperan dentro.
Caminé hacia la gran puerta, acerqué mi mano y sin que yo la toque se abre de par en par. Lo primero que logro divisar es a mi hermano Uriel encerrado en una jaula de metal cuadrada, corro rápidamente hacia él y noto como tiene la mirada perdida, estaba de rodillas, su espalda sangraba, sus alas... oh Dios mío... se las habían sacado y dejaban que desangre sufriendo por el dolor y como un Ángel no puede morir, solo sentía dolor.
De repente escuché como se reían a carcajadas.
—¡Muéstrate! —mire a todos lados tratando de encontrar el ente que emitia aquellas carcajadas.
Vi en una esquina a un hombre sentado, no lo reconocí, no se veía como Lucifer, no parecía un demonio normal.
—¿Quien eres? —pregunte con firmeza aunque sintiendo un poco de temor.
—Lo sabrás a su debido tiempo. Supongo que vienes por esa cosa —ríe señalando a mi hermano con una navaja de oro.
—¡¿Qué le hiciste?!
—No grites, tú tranquila, de seguro Dios se las devolverá —rueda los ojos con aburrimiento.
—Suéltalo. Me lo llevaré de aquí ahora mismo —alce mi cabeza mirándolo fijamente a sus ojos, eran color ámbar, como fuegos, tan intensos que me parecen familiares.
—Que ruda, me encanta —se levanta de su silla y se acerca a mí guardando su navaja.
—No te acerques —saqué arco y una flecha e intenté que se detenga pero no se detuvo—. ¡No te me acerques! —le grito pero hizo caso omiso, me quita el arco y flecha para luego partirlos a la mitad.
Me quedo anonadada frente a él, está vestido con una camisa color vino, los primeros botones no los tiene abotonados, esa camisa se ajusta a sus músculos, me mira fijamente a los ojos y siento como mi piel se eriza.
De repente coloca su mano en mi mejilla y no dudo en golpearla para que no me toque.
No sé quién es él, no se parece a Lucifer que vi en el paraíso, ni nada.
—Que ruda eres niñita —me sonríe maliciosamente.
—¿Qué quieres? —le pregunto.
—Oh ya sabes, que mi padre hable con tu padre y regresar al paraíso —me guiña el ojo tonteando.
Espera... ¿El acaso? ¿Lucifer tiene un hijo? Imposible, eso es imposible.
—Eso jamás pasará —respondí, mi cara expresaba furia y seriedad. El se queda callado y aparta la mirada pensando, veía su expresión, no decía nada, sus ojos grandes y oscuros no expresaban nada.
Creo que aceptó su derrota, gané. Muy pronto estaré de nuevo en mi casa. Me devolvió la mirada mientras destilaba furia y prepotencia.
—Entonces ten... ¿Cómo le llaman los humanos a esto? —se masajea el puente de la nariz mientras piensa—. Una cita, eso, ten una cita conmigo —dice seriamente.
Reí.
—Eso no va a pasar, ahora, libera a mi hermano para irme de aquí lo más rápido que pueda —miré a mi hermano de vuelta y seguía con la mirada perdida.
El dolor le había hecho quedar anonadado.
—Entonces, tu hermano se queda —me dice mientras camina nuevamente hacia el sillón volviéndose a sentar.
Caminé hasta la puerta de la Jaula en que estaba encerrado y al tocarla hizo que quemara mis manos.
—No lo vas a poder sacar de ahí ni en mil vidas sin mi autorización —ríe burlándose de mí.
—¡Deja de reírte! —le grité harta.
Estaba haciendo que perdiera mi cordura, él está tan tranquilo y relajado que hace que me vuelva loca con cada segundo que pasa. Me puse a pensar... si para liberar a mi hermano de este infierno literalmente, tengo que tener una "cita" con él...
Lo tendré que hacer.
—Está bien. Lo haré.
Camino hacia él y conecto mi mirada con la suya. Me cruzo de brazos y extiendo mi pierna remarcando mi cadera. Lo haré por mi hermano, lo salvaré.
—Perfecto, te daré lo que tienes que ponerte y luego vendré a buscarte.
Se levanta del sillón, se dirige a la puerta y se marcha. Apenas lo hace y volteo hacia mi hermano, me arrodillo frente a él y trato de acercar mi mano pero siento que el calor incrementa.
—Uriel.
—No... no lo hagas... — susurró.
—Te tengo que sacarte de aquí y si para hacerlo tengo que tener una... cita, lo haré, además tengo protección —conecto mi mirada con la suya e intento darle confianza.
—No te expongas...
—Uriel, hermano, te sacaré de aquí, lo prometo.
Me levanté rápidamente dispuesta y di un paso hacia atrás sentí alguien detrás de mí. Me estremezco y volteo rápidamente.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.