Capítulo 3: La chispa que empezó todo

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(Sábado por la noche)

La música sonaba con estruendo. Todos los estudiantes del undécimo grado estaban plenamente emocionados. Nadie de la sección había faltado ya que el alcohol, las luces, la comida y la pista de baile, eran como un imán para adolescentes con las hormonas alteradas. Rey y yo llegamos una hora después de la citada, y de entrada, una muy alegre (y un tanto ebria) Meyling nos esperaba con dos latas de fría y espumosa cerveza.

_ Hola chicos, bienvenidos a mi humilde hogar. Por favor, tomen esto y disfruten. ¡¡¡WUHHH!!!

Una de las cosas que más me desagradaban era el alcohol.

Me recordaba a la época donde mi madre murió de cáncer. También me recordaba a como mi padre, debido a la pérdida de su esposa, entró en una etapa de depresión profunda donde canalizó sus problemas en la bebida y el cigarrillo. Un niño de tan solo 10 años no podía lidiar con eso, y luego de dos años, mi padre finalmente se dio cuenta y decidió entrar a rehabilitación. El simple hecho de tener esa lata de cerveza en mi mano, era motivo para que mi estómago diera un giro de 180 grados. Podía sentir como la bilis se amontonaba lista para salir.

_ Dame eso.- Rey me quitó la lata de las manos, estaba con el ceño fruncido.

_Gracias amigo.- a pesar de que fuera indiferente en muchas cosas, se preocupaba por mi condición.

Ambos sabíamos lo que era tener a un padre alcohólico, sin embargo, Rey decidió tomar el camino de festejar hasta que el sol saliera y continuar con el círculo vicioso de su progenitor. Una triste decisión.

Opté por salir al patio de la casa para tomar un poco de aire fresco y aclarar mi mente. El ruido era tan alto que sentía mis oídos zumbar. Pasaron unos minutos y entonces un grito se escuchó desde el interior.

Alarmado, corrí rápidamente hacia dentro de la casa. Entonces, me encontré con una escena verdaderamente desagradable donde Vanessa estaba tirada en el suelo, mojada con cerveza desde la cabeza hasta los pies. Meyling estaba riéndose de ella escandalosamente, y el resto de invitados acompañaban el sádico espectáculo tomando fotos, abucheándola, riéndose y hasta tirando más cerveza.

Esta fue la gota que rebalsó el vaso, pensé. De inmediato, me dirigí hacia Vanessa y la tomé de uno de sus brazos para ayudarla a levantarse.

_ ¿Estás bien?

_ Si… eso creo.- me quedé un poco perplejo por haber escuchado la voz de Vanessa. Era tan dulce e inocente, algo así como cuando visitaba la iglesia los domingos y escuchaba el coro y la orquesta cantar alabanzas sacras. Algo esplendido y celestial.

Concéntrate imbécil

Moví mi cabeza para disipar esa alocada asociación, entonces me percaté que ella no estaba llorando. Ni siquiera parecía que estaba molesta, su expresión era neutra.

_ ¡¡REY!! ¡¿DÓNDE ESTAS?!- desesperadamente buscaba como salir de ese círculo de locura. Mi estómago comenzaba a dar tumbos por el olor del alcohol.

Rey apareció de la nada y me tiró las llaves de su auto.

Sabía qué significaba eso. Seguramente no se iría de la fiesta, no si quería mantener su reputación de chico sexy y peligroso. Rápidamente, comencé a abrirme paso con Vanessa hasta llegar a la puerta principal. Todos estaban atónitos, podía escuchar sus preguntas una y otra vez aún sin que ellos dijeran algo ¿Cómo uno de los chicos más populares de la escuela estaría ayudando a una rara como Vanessa?

Pero eso no me importaba, simplemente necesitaba salir de ahí o vomitaría. Entonces Meyling se puso en mi camino.

_ ¿Para donde te la llevas?- dijo en tono burlesco- La fiesta apenas está comenzando y nuestro bufón no puede irse sin antes entretenernos.- Meyling apenas y podía estar de pie, lo que ayudó mucho a que la hiciera a un lado y poder pasar.

Ya en el auto, abrí la puerta del pasajero para que subiera Vanessa; sin embargo, ella no quería entrar al coche.

_Súbete, te llevaré a tu casa.

_ Yo… no puedo ir a mi casa así. Mi madre se molestará mucho si me ve en este estado.- tenía razón, no podía llegar bañada de alcohol a su casa; eso solo le acarrearía más problemas si su madre iba a quejarse a la escuela.

_ Está bien, ven conmigo. Te llevaré a mi casa, así podrás limpiarte y lavar tu ropa.  También tenemos una secadora, así que no habrá problema. Ahora entra por favor.

Estaba sosteniendo ansiosamente la puerta del pasajero, esperando que ella por fin se dignara a entrar al auto. Vanessa me observó por unos segundos y subió al coche sin decir tan siquiera una palabra. Cerré la puerta, caminé hasta llegar al asiento del conductor y encendí el motor. Cuando puse el cambio en primera, observé como Meyling se colgaba del brazo de Rey, se estaba riendo. Podía apostar que esto lo habían planeado los dos.

De camino a casa, tuve que bajar las ventanas del auto para que el olor a alcohol no afectara mis sentidos.

_ ¿Te molesta el olor de la cerveza?- Vanessa preguntó de la nada.

_ Ehh… bueno… si, es que yo… tuve una mala experiencia relacionada con mi padre y el licor cuando aún era niño.

Esas fueron las únicas palabras que ambos compartimos durante el viaje.

Al llegar a mi casa, abrí la puerta principal para que Vanessa pudiera entrar.

No era una propiedad grande. Mi padre y yo vivíamos juntos, por tanto, decidimos comprar una casa modesta. Sin embargo, todo estaba muy ordenado y limpio, teníamos los muebles necesarios y daba la sensación de ser bienvenido a cada paso.

_ Ven, te llevaré al baño.- extendí mi mano hacia Vanessa pero ella no la tomó.

_ No creo que pueda perderme en esta pequeña casa.

No pude evitar reírme un poco. Era la primera vez que una chica me decía algo así y rehusaba tocarme. Vanessa a pesar de ser extraña, me resultaba muy interesante.

_ Entonces sígueme.- ella asintió.

La guié por la pequeña estancia y le mostré donde estaba el cuarto de baño y el de lavado; además, le mostré donde quedaba mi habitación para que la usara cuando fuera a cambiarse de ropa.

_ Toma.- le entregué una toalla de baño, una de mis camisetas y un pantalón para dormir.-Creo que tendrás que lavarte el cabello o sino no podrá desaparecer el olor a cerveza.

_ Tienes razón.

_ Puedes dejar esa ropa que andas en el canasto del baño. Cuando salgas, la tomaré y la pondré en la lavadora mientras tú te vistes y secas tu cabello. Luego te puedes ocupar de secarla. Y, no te preocupes, no haré nada raro con tu ropa. No soy esa clase de persona.

_ Gracias por ayudarme.- dijo en un suave susurro.

_ No hay de qué.

Esas fueron las pocas palabras que compartimos antes de que cerrara la puerta del baño.

Un tiempo después, salió vistiendo las prendas que le había entregado y llevaba el canasto de la ropa mojada con cerveza entre sus manos. Tal parece, pensé, no confía en mí.

Estuve sentado en la sala escuchando como encendía la lavadora, ponía su ropa dentro de ella, echaba detergente en polvo y apretaba el botón de encendido, pero Vanessa no dio ni un solo paso fuera del cuarto de lavado.

_Puedes dar una vuelta en la casa mientras se termina de lavar tu ropa; claro, eso si tú quieres y si no te da miedo perderte- dije esto lo suficientemente alto para que ella lo escuchara, intentando ocultar lo divertido que me resultaba la última frase.

_ Okey.- dijo Vanessa mientras salía del cuarto de lavado.

_ Solo no toques la colección de cuchillos de mi padre. Es un poco receloso a que la contemplen.

Vanessa asintió y desapareció de mi campo visual. Aprovechando esto, me levanté y me dirigí al cuarto de lavado para chequear que la ropa se estuviera aseando correctamente. Mientras tanto, Vanessa recorría la casa.

Era gracioso observarla; parecía un arquitecto que estudiaba cada aspecto de la obra: ventanas, cerraduras, dimensiones de cada habitación, hasta que por fin encontró la colección de cuchillos. La lavadora se detuvo, así que la llamé para que sacara su ropa y la pusiera en el siguiente compartimiento.

_ Vanessa, esto ya está listo para el secado.-pero ella no me contestó. Estaba anonadada viendo los 40 diferentes tipos de cuchillos colgados en la pared.

_ ¿Vanessa?- volví a llamarla.

_ ¿Sí?- esta vez ella reaccionó inmediatamente al escuchar mi voz.

_Tu ropa ya está lavada, puedes meterla en la secadora.

_ Bien.- ella se apresuró hacia el cuarto de lavado.

Cansado por todo el trajín, me dirigí hacia la cocina para buscar una bebida en la refrigeradora. Había jugo de manzana. Tomé uno, abrí la lata y lo tragué sin importar el dolor que produjo el helado zumo sobre mi garganta.

No sé cuánto tiempo estuve ahí repasando todo lo acontecido durante esa noche. Pero estaba agradecido de que mi padre estuviera de turno en la comisaria, de lo contrario, no hubiera sabido cómo explicarle ese incidente y el hecho de que trajera a una chica a la casa.

_ Una chica…- las palabras brotaron de mi boca de manera natural. Y como un huracán, mi mente se llenó de recuerdos de mi primera novia.

Eso fue hace unos tres o cuatro años. Ambos éramos dos mocosos alocados por las hormonas e intentamos jugar a ser adultos sin tomar las debidas precauciones. Ella quedó embarazada y nuestros padres se enteraron.No sé si fue por suerte, coincidencia o el destino, pero a los dos meses de gestación nos dimos cuenta que el feto no se había formado. Lo único que apareció en el ultrasonido fue una bola de sangre sin latidos. Algo sin vida.

A mi ex novia le hicieron un legrado y su familia, intentando salvar un poco la reputación de su unigénita, se marchó a otra ciudad. Ese día que se fue, mi padre me dio un fuerte puñetazo que me tumbó al suelo y dijo:

_“No juegues a ser un hombre de nuevo, porque no tienes lo necesario para ello. Aprende a ser responsable y busca una chica decente para casarte y pasar tu vida junto a ella, eso me demostrará que realmente vales algo. En estos últimos meses solo me has demostrado que eres un adolescente inmaduro, un animal dominado por las hormonas, que sacia sus instintos primitivos sin medir las consecuencias de sus actos. Buenas notas, una carrera, un trabajo, una casa, una esposa, estabilidad y un pensamiento sólido y moral, ese es mi concepto de hombría y honor. Gánate eso y te consideraré un verdadero hombre, mocoso estúpido”

Nunca olvidaré esas palabras… ni ese golpe. Me tuvieron que hacer cinco puntos en el interior de la mejilla porque estaba sangrando demasiado. Pero eso me ayudó a madurar. Tomé las riendas de mi vida y comencé a cambiar; digamos que me volví un buen chico y poco a poco los escándalos de mi aventura juvenil fueron olvidados gracias a mi cambio de actitud. Pero el tener a Vanessa en mi casa, a solas, era una mancha en mi record sin faltas desde hace tres años.

_ No pasará nada idiota- me dije a mí mismo. Respiré profundo hasta tranquilizarme. _ Debería llevarle un jugo a ella- pensé.

Así que tomé una lata y me dirigí al cuarto de lavado, pero las luces estaban apagadas y la puerta cerrada. Vanessa ya no estaba ahí.

Entonces vi que la luz de mi habitación estaba encendida y, para mi sorpresa, la puerta estaba semi abierta.

Movido por la curiosidad, me acerqué silenciosamente hasta lograr ver el interior de mi cuarto a través de la rendija que formaba la puerta y el marco de la misma. Sin embargo, eso fue lo último que debí haber hecho.

Lo que mis ojos observaban con gran atención era el largo y ondulado cabello de Vanessa que caía en cascada hasta la mitad de su espalda, también el delgado y bien delineado cuerpo de ella en ropa interior. Estaba congelado ante esa escena, no podía moverme. Mi único pensamiento era que Vanessa escondía tanto con su ropa… si dejara de usar ese horrible suéter y esa anticuada chaqueta, seria alguien que resaltaría en la escuela de inmediato.

Mi corazón latía cada vez más rápido mientras miraba como cada prenda rozaba su piel. La sangre me corría a través de todo el cuerpo de manera violenta, calentando mi entrepierna. Entonces, por error, apreté la lata que llevaba en la mano e hizo un ruido metálico que me sacó de mi concentración.

_ ¡Oh rayos…!

Creyendo que fui descubierto, no me atreví a observar nuevamente, en cambio, regresé a la sala de la manera más silenciosa que lo podía hacer, y esperé ahí mientras ella terminaba de vestirse.

_ ¿Qué fue todo eso?- esa pregunta nadaba en mi mente mientras las imágenes que mis ojos registraron se repetían una y otra y otra vez.

Estaba aturdido por todo lo que había pasado, entonces el sonido de pasos acercándose a mí me hizo reaccionar de inmediato.

_ Ya estoy lista.- nuevamente la vieja Vanessa había aparecido.

_ Bien. Vamos, te llevaré a tu casa.- alargué la mano que sostenía la lata de jugo de manzana hacia ella.- Ten, puedes tomarte esto si quieres- ella solo la tomó y asintió.

Ignis (Abigail N.K.) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora