Capítulo 8: ¡Peligro!

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(Jueves)

En los tres días desde la llegada de René pasaron cosas muy extrañas. Tal vez solo fuera mi imaginación, o el hecho de que no me agradaba, pero notaba en ella una conducta demasiado inusual. Por ejemplo, casi a diario pasaba por la oficina del director y se quedaba hablando con él durante unos 30 minutos.

También me surgía la pregunta ¿Por qué aceptaron que un estudiante se uniera cuando el curso ya había comenzado? Así mismo, pensaba en que había algo en su apariencia que no concordaba. Era pequeña, pero con una estructura ósea fuerte y, a pesar de ser delgada, estaba seguro que le podría patear el trasero a cualquiera.

Estaba otro asunto y era el hecho de que faltara tan seguido a clases. Peor aún, los profesores no ponían ninguna resistencia a ello. Por último, y era esto lo que más me molestaba, René era la nueva, pero Vanessa seguía siendo el centro de las burlas de todos.

Sin embargo, aun con todas las molestias que tenía, debía admitir que estaba feliz con mi nueva novia. Era muy reconfortante hablar con ella. Desde que aceptó salir conmigo, comenzamos a hacer juntos la tarea y luego nos íbamos a casa charlando de temas triviales o hablando de nuestra infancia.

Le conté la forma en la que había muerto mi madre y ella se puso a llorar mientras escuchaba mi triste historia. Fue aun peor cuando le comenté lo descuidado que era mi padre y como sufrí hambre y tuve momentos de desesperación durante unos años. También le dije de mi trauma con el alcohol y como le ocultaba a mi papá el hecho de querer ser periodista.

_ ¿Por qué tu padre no te apoyaría en esa decisión?- preguntó Vanessa con un poco de curiosidad.

_ Porque toda mi familia ha seguido esa línea y él quiere que yo la continúe. Pero eso no me agrada, es decir, tener que entrar en una academia donde te patearan todos los huesos no es una de mis aspiraciones.

Vanessa se rió de mi comentario.

Me encantaba verla reír; su rostro siempre se iluminaba en esos pequeños momentos donde dejaba su actitud tan cuadrada y poco relajada.

Habían pasado ya cuatro meses desde que comenzamos a salir, pero aun no nos habíamos dado un beso.

¡Y CLARO QUE LO DESEABA!

El recuerdo de aquella primera vez que la vi nunca desaparecía de mi mente cuando estaba con ella. Quería besarla, pero por encima de todo, quería ver su rostro sin esos espantosos anteojos que estropeaban su linda cara.

Ella también me contó su historia. Al parecer, solo vivía con su madre.

Desafortunadamente su padre murió en un accidente antes de que ella naciera, así que su mamá se encargó de su crianza sola, durante todos estos años.

_ Se llama Martha- me dijo- Ella es mi única familia.

_ ¿No te pones a pensar algunas veces en tu padre?- Vanessa se detuvo un instante y observé como su rostro se ensombrecía, pero reaccionó de inmediato como si nada hubiera pasado.

_ La verdad es que no… es algo muy doloroso para mi mamá.- asentí.

_ ¿Y qué te gustaría estudiar cuando te gradúes?- pregunté mientras le tomaba de la mano.

Ella se sorprendió, pero no me apartó.

_ Quiero ser enfermera como mi mamá, aunque también he pensado en ser doctora.

_ Me alegra que digas eso, así podrás cuidar de mi cuando me enferme.

_ Si.- y luego de esa única palabra, me regaló una deslumbrante sonrisa.

Vanessa me presentó a su madre y debo admitir que fue muy incómodo. ¿Tal vez Martha había escuchado algo acerca de mí? ¿Sabía la clase de persona que fui un tiempo atrás? ¿Pensaba que solo estaba saliendo con su hija para aprovecharme de ella? Muchas pregunta se amontonaron en mi cabeza al ver su cara de preocupación, pero me límite de decirle que cuidaría bien de su hija.

_ Confío en que lo harás.- dijo al final de la pequeña charla que tuvimos.

Los días a partir de ese momento fueron volviéndose cada vez más inusuales. Ahora, casi a diario, se veía una patrulla de policía rondando la escuela. Meyling se había ausentado durante unos días y René de vez en cuando estaba hablando con un alumno de la sección, el cual, se sentaba nerviosamente cuando terminaba de conversar con ella.

Fue un día, cuando estaba caminando por los pasillos que llevaban al auditorio de la escuela, que escuché los cuchicheos de Meyling y su grupo de amigas.

_ Creo que sospechan de ti.- susurraba una chica bajita que no recordaba cómo se llamaba.

_ Yo no he hecho nada, ¿Por qué sospecharían de mí?- respondió Meyling a la defensiva.

_ Mira Meyling, te has ausentado una semana y las cosas se han puesto feas por acá… dicen que… dicen que posiblemente el accidente que sufrió Reynaldo no fue un accidente. Creen que alguien le cortó los frenos del auto y peor aún, había un recipiente con gasolina, lo que provocó que el vehículo tomara fuego mucho más rápido.

Una marea de nauseas fue desde mi estómago hasta mi boca. Podía sentir el sabor de la bilis en el paladar. ¿No fue un accidente? ¿Quería decir que mi amigo fue asesinado por alguien?
 
No podía continuar en ese lugar, así que me apresuré a salir de ahí.

Poco tiempo después pude observar como René hablaba con Meyling. Que pésima combinación, pensé. Las cosas seguirían poniéndose candentes en el transcurso del año pero, por el momento, solo se daban pequeñas alarmas del verdadero peligro.

Ignis (Abigail N.K.) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora