Capítulo 6: Accidente

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Tal vez ha pasado un mes desde aquel encuentro con Vanessa. Sinceramente, considero que fui un completo imbécil en pensar que desde ese instante la lejanía entre ambos se iba a acortar. Estaba equivocado.

Desde ese día me volví más consiente de ella. Siempre la seguía con la mirada cuando entraba al salón de clases y si el profesor nos pedía pasar algún documento hacia los compañeros del fondo no perdía la oportunidad de verla. Cuando podía intentaba que nuestras miradas se encontraran, pero ella me evitaba, y no podía criticarla, la había acorralado (literalmente) a esos extremos.

Pero de manera un tanto morbosa, me complacía el hecho de que su lejanía no fuera solo conmigo. Rey estaba sufriendo la indiferencia de Vanessa también.

A como era de suponer, me disculpé con Rey por la amenaza que le había hecho. Después de todo, tal vez había exagerado con ese asunto y, a como me imaginé, Rey lo tomó de la manera más despreocupada posible.

_ Tú, estúpido mal nacido, sabía que estabas bromeando con eso, pero no lo vuelvas a hacer. Aunque no lo creas Iván, das miedo cuando te pones todo serio y peligroso.- Rey me dio un puñetazo en el hombro y sonrió.

_ Gracias Rey.- contesté devolviéndole la sonrisa.

_ Por cierto, he notado que Vanessa ha cambiado su forma de ser últimamente. Siento como que me esquivara, ¿De casualidad tú tienes algo que ver con eso?

Recuerdos de aquel día acudieron a mi mente; el olor embriagante de Vanessa, la cercanía de mi cuerpo con el suyo, la suavidad de sus labios. Salí rápidamente de mi trance y me apresuré a contestar.

_ Para nada.

_ ¿Estás seguro?- Rey entrecerró los ojos- Porque juraría que fue desde el día en que ambos quedaron a cargo de la limpieza de la sección.

_ No veo cómo el limpiar un aula de clase se puede conectar con la indiferencia que tiene Vanessa contigo. Además, ¿Por qué le das tanta importancia?

_ Es que ya no quiere ayudarme a hacer las tareas de física.- contestó Rey haciendo un puchero.

_ Sí que eres un desvergonzado.

La semana después de ese acontecimiento transcurrió sin ningún inconveniente. Rey volvió a sentarse en el pupitre al lado mío, Vanessa permaneció en su lugar y Meyling se mantuvo al margen. Pero esa paz no duraría mucho.

Un día, el profesor nos pidió que hiciéramos parejas para trabajar en unos ejercicios de la clase, sin embargo, comenzó a asignarle un número a cada uno de nosotros hasta formar las parejas al azar. Créanlo o no, mi compañera fue Vanessa.

No hubo momento tan incómodo en mi vida como aquel. Vanessa no me dirigía la palabra, ni me veía a la cara, simplemente se limitaba a observar el papel y hacer las actividades de la clase. Estaba frustrado, pensaba que esa sería mi oportunidad para hablar con ella de aquel inoportuno momento y, si era posible, pedirle disculpas por haberme sobrepasado.

De igual forma, estaba el hecho de que todas las miradas estaban sobre nosotros. Me sentía expuesto al ser comido vivo por los ojos condenadores de mis compañeros de clase. Pero esta era mi oportunidad, debía romper el hielo.

_ Mil disculpas por lo del otro día.- las palabras flotaron de mi boca hacia sus oídos- Siento mucho lo que pasó, sé que me comporté como un completo idiota.

Un minuto de silencio… un incómodo silencio.

_ Me asustaste…- un suave susurro se escapó de sus labios.

Sus labios… aun recordaba cómo se sentían bajo mis dedos.

_ Quería pedirte disculpas desde hace tiempo, pero tú… me has ignorado de mil maneras diferentes y no he tenido la oportunidad, hasta este momento.

_ Es porque… ahora me es incómodo verte a los ojos.- sus mejillas comenzaban a tomar un color rosa muy tenue pero no imperceptible para mí.

_ Supongo que me alegra saber eso.

De golpe, Vanessa se me quedó viendo y nuestros ojos estuvieron en sintonía. Era como una competencia de voluntades, el más fuerte mantendría el contacto visual, el débil apartaría la mirada.

Estaba observando detenidamente el café en sus ojos, claro, muy bonito en realidad, me gustaba la forma en que la luz se reflejaba en ellos. Sin embargo, ella apartó la vista al final, como si nada hubiera pasado.

_ ¿Por qué te alegraría algo así?- preguntó finalmente.

_ Porque sé que ahora eres más consciente de mi existencia.

_ Siempre he sido consiente de tu existencia- contestó Vanessa a la defensiva.

_ No de la manera que yo deseo.- contraataqué.

No dijimos más, la verdad es que ya las cartas estaban colocadas sobre la mesa.

Terminamos de hacer los ejercicios de la clase y los entregamos.

Llegó la tarde y regresé a mi casa junto con Rey. Ese día no iba a ir a la biblioteca, tenía dolor de cabeza. Estábamos doblando en la esquina de la calle donde estaba la casa de Rey, cuando este comenzó a hablar.

_ Te vi animado conversando con Vanessa- dijo Rey mientras aventaba una piedra.

_ Discutíamos asuntos de la clase.- me apresuré a contestar.

_ Iván, siempre has sido malo en mentir, y te conozco desde hace años. Anda, dime que sucede.- sopesé el hecho de decirle o no a Rey la verdad. Al final tuve que ceder.

_ Rey… creo que me gusta Vanessa.

Rey se detuvo en seco. Me observó de manera extraña, miró a los alrededores y luego se pasó nerviosamente una mano por la cabeza. Siguió caminando y no tardó en hablar.

_ Hermano, sé que siempre has tenido un pésimo gusto con las mujeres y sé que tu última relación fue un desastre total que te dejó traumado de por vida, pero estamos hablando de Vanessa… o sea ¿Hello? Estamos hablando de la chica más fea de la sección, la perdedora número 1, el juguete, la mascota de la clase, la…

_ Cállate, ve directo al punto.- estaba molesto por todos esos comentarios. Sin embargo, una pequeña voz me susurraba a la cabeza “Rey no sabe la verdad… él no sabe tu secreto”.

_ En fin, tú eres uno de los chicos más populares de la escuela. ¿Sabes el impacto que eso tendrá en tu imagen? ¿Te das cuenta que te volverás un hazmerreir?- un incómodo silencio se posó entre nosotros, finalmente me digné a contestar.

_ Lo siento, pero no me importa.

_ Estás jodido de la cabeza Iván.

Llegamos a nuestro destino, Rey buscó las llaves de su casa y entró por la puerta principal. Antes de cerrarla, se volteó hacia mí y con aires de frustración comentó.

_Quisiera hablar contigo de ese asunto, pero debo ordenar unas cosas e irme temprano a la cama. Mañana saldré de viaje a visitar a mi papá.

_ ¿Iras fuera de la ciudad? ¿Quieres que te acompañe?- me ofrecí.

_ No, tranquilo. No te preocupes, solo iré a pasear durante un fin de semana. Salgo mañana y regreso el lunes por la mañana. Ese día seguiremos hablando de esto…- meneó la cabeza- Tú sí que estás enfermo.

Me limité a encogerme de hombros y reírme de los comentarios sarcásticos de Rey. Nos despedimos y me fui directo a casa.

La verdad, es a la fecha y aún recuerdo ese día con claridad.

Hay momentos en los que desearía haber ido con Rey o haberlo persuadido de no ir a ese viaje. Tal vez así hubiera vuelto a verlo. Pero no sucedió.

Nunca volví a ver o escuchar a mi mejor amigo. La última vez que observé su rostro, fue en la foto que descansaba encima de su féretro.

El lunes, al ver que Rey nunca llegaba, su mamá se preocupó de que le hubiese pasado algo en el camino. Se desplegaron varias patrullas en busca del coche y mi amigo que, según su padre, no había llegado a visitarlo.

No fue tan difícil encontrar su auto… estaba calcinado.

Según los forenses, el coche de Rey había tenido una avería en los frenos y se precipitó al abismo. Producto del impacto, el auto se prendió en fuego dejando a su paso solo los vestigios de lo que una vez fue mi mejor amigo. La policía me dijo que murió de inmediato, posiblemente a causa del golpe, pero cada vez que cerraba los ojos podía ver la imagen de Rey gritando por ayuda para salir de las llamas que le carcomían la piel.

Esa noticia me devastó.

Comencé a faltar a clases. Mi padre no decía nada al respecto, supongo que era porque ambos compartíamos el peso de la muerte de un ser querido y entendíamos el proceso que llevaba el duelo.

Después del funeral, volví a asistir a la escuela. No me fue grato entrar en la sección ese día, primero porque mis compañeros me daban el pésame por la muerte de Rey, segundo porque ahora el asiento al lado mío estaba atestado con flores, y tercero porque muchos hipócritas murmuraban que Rey se había precipitado al abismo porque estaba borracho, cosa que estaba seguro no era así. Mi amigo era imprudente en muchos sentidos, pero nunca había conducido ebrio.

A la hora del almuerzo, fui directo al cuarto del conserje y finalmente me desmoroné. Sentado en el helado suelo de la pequeña habitación, comencé a llorar y a maldecirme a mí mismo por no haber evitado ese incidente. Por no haberlo acompañado.

Estaba tan molesto, triste, frustrado. Habían demasiados pensamientos encontrados dentro de mi cabeza, que no escuché cuando la puerta de la habitación se abrió.

Unos cálidos brazos me envolvieron, y unas mejillas iguales de húmedas que las mías se apoyaron contra mi regazo.

_ Lo siento mucho…- dijo la suave voz de Vanessa- Te doy mi más sincero pésame por la muerte de Rey… yo… yo también lo apreciaba.

Sostuve sus brazos más cerca de mí y seguí llorando. Ella también acompañaba el compás de mis espasmos y lágrimas.

Es gracioso… siempre había escuchado que el dolor unía a las personas, pero nunca había imaginado que eso me pasaría a mí.

Ese día, la pared que estaba entre Vanessa y yo desapareció.

No les mentiré diciendo que comenzamos a salir a lo inmediato, pero si nos volvimos más cercanos. Dejé mi pupitre y comencé a sentarme en las sillas del fondo, al lado de Vanessa. A la hora del almuerzo comíamos juntos, luego de clases nos hacíamos compañía de camino a nuestras casas.

La muerte de Rey fue limando poco a poco las asperezas que una vez mi impulsivo carácter habían creado alrededor de nosotros y lentamente pude notar que no solo sentía una atracción física por ella, el sentimiento del amor podía estar madurando también.

Ignis (Abigail N.K.) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora