Capítulo 24: Una ventana al pasado

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_ Hace 22 años conocí al papá de Vanessa… su nombre era Vladimir.

_ En ese entonces estaba terminando el cuarto año de mi carrera de Enfermería y conocerlo fue como una sacudida a mi pacifico mundo. Vladimir era encantador. No había en él algo por lo cual criticarlo; era un hombre educado y amable, todo un caballero. Fue en el hospital donde realizaba mis pruebas que lo conocí, y podría jurar que nos enamoramos casi al instante.

_Comenzamos a salir unos meses después de ese primer encuentro. Siempre que podía, Vladimir esperaba en la puerta del hospital, y una vez que terminaba mi jornada laboral, me hacia compañía de camino a casa. Así continuamos durante un año y medio hasta que finalmente nos casamos. Fue después de eso que me percaté que Vladimir estaba enfermo. Llegué a esa conclusión porque siempre tomaba algunas píldoras en los tres tiempos de comida, sin embargo, no me atreví a preguntarle de inmediato porque confié en que él me hablaría acerca de eso en algún momento.

_ ¡Ah! se me olvidó mencionar algo.- indicó Martha- Antes de casarnos, Vladimir fue muy explicito en decirme que no deseaba tener hijos. Cuando le pregunté el motivo, él se limito a explicarme que no quería traer al mundo niños que fueran a sufrir. Como enfermera lo comprendí. Había atendido a tantos niños enfermos en mis años de estudio y también había observado la indiferencia y negligencia de padres desobligados que no le prestaban atención a ese pequeño ser que nunca pidió llegar al mundo.

_En fin, como les decía, Vladimir tomaba sus medicinas de forma puntual con cada uno de los tiempos de comida. Todo en nuestro matrimonio iba bien y así fue durante los tres años siguientes, hasta que sucedió un pequeño incidente… salí embarazada.

Por un momento pude ver como la señora Solís se estremecía ante este recuerdo. El abogado le ofreció un poco de agua, ella la tomó, le dijo unas palabras que no pude entender debido a la distancia entre nosotros, y continuó con su historia.

_ Pensé que Vladimir estaría feliz con esa noticia después de tres años en un maravilloso matrimonio. Y no lo digo solo por mí, él siempre hacia ese mismo comentario.

El rostro de Martha reflejaba una extraña expresión que combinaba nostalgia, alegría, tristeza e incluso un poco de timidez. Finalmente continuó con su relato.

_Recuerdo que aquella noche en la que le iba a decir sobre el bebé, hice para cenar uno de los platillos favoritos de Vladimir. También me arreglé más de la cuenta para que él me viera hermosa, y finalmente se lo dije.

_ ¿Cuál fue su reacción señora Solís?- preguntó el abogado.

Martha lo observó, suspiró, se tocó las manos de forma nerviosa y finalmente respondió.

_ Él me atacó.

La sala completa se sumió en un incómodo ambiente al escuchar estas palabras, en cambio, Martha se limitó a tomar una bocanada de aire y continuar.

_ Luego de decirle que estaba embarazada, Vladimir me quedó observando y en su rostro se dibujó una viva expresión de enojo y espanto. “¿Qué dijiste?” Fueron sus palabras al momento que se levantaba de la silla y aventaba la mesa del comedor contra la pared. Estaba horrorizada… Vladimir nunca había reaccionado de forma violenta conmigo.

_En ese momento comencé a correr por la casa y él me persiguió. Recuerdo que me tomó por el cabello y me aventó contra el suelo, luego me sometió al ponerse sobre mí. Estaba gritando por ayuda, porque en ese preciso instante sentí que Vladimir iba a matarme. “¡¡Cállate!!”, me gritó y yo obedecí. Era lo mejor que podía hacer en ese momento; entonces él se acercó a mi oído y susurró “¿Lo hiciste a propósito?”

_Entre medio de sollozos, lágrimas y un miedo que se podía palpar en cada respiración, le dije que no, que no había planeado quedar embarazada, que solo había sucedido, que no se molestara y me perdonara.

_Nunca olvidaré sus palabras… aun hoy, hay noches que sueño con ese desagradable momento.- Martha apretó sus manos con fuerza para evitar que temblaran, aunque era imposible- Vladimir dijo: “Ssshhh ya no llores mi amor, no estoy enojado contigo, pero tampoco estoy feliz en este momento, tienes una plaga dentro de ti y debemos erradicarla. Además, como no la planeaste, no te sentirás triste si lo abortas o si yo hago que lo pierdas.”

_Luego de decir eso… Vladimir comenzó a estrangularme.- el abogado de Martha se acercó y le apretó el hombro, pero ella se limitó a sonreírle, así que se apartó y la dejó continuar- Estaba segura que no quería matarme, pero si quería dejarme inconsciente para poder matar al bebé que llevaba adentro. Forcejee todo lo que pude, entonces le di una patada en la entrepierna y salí corriendo hacia la puerta del patio.

_Gracias a Dios los vecinos habían llamado a la policía y fueron ellos quienes me salvaron y detuvieron a Vladimir. Estaba muerta de miedo al ver a esa persona que no era mi esposo. Él era un completo desconocido que hervía de rabia y cuyos ojos me observaban suplicándome que le hiciera caso. Fue hasta la mañana siguiente al día de ese incidente que me enteré con quien realmente me casé.

_El doctor Castilla era el psiquiatra a cargo de Vladimir. Sí, mi esposo estaba bajo tratamiento de un médico psiquiatra y las pastillas que él tomaba todos los días le ayudaban a mantenerse en sus cabales.

_ Fue el doctor Castilla quien me habló de la infancia llena de abuso que mi esposo había tenido. Aún recuerdo cuando me contó que Vladimir padecía episodios de esquizofrenia desde que era un niño, y como eso provocó que su madre lo maltratara por pensar que su enfermedad era solo un berrinche de su parte.

_Así fue la vida de Vladimir hasta que, a los 15 años, su madre murió de un paro cardiaco fulminante. Fue hasta ese momento que su tío, quien trabajaba en un hospital para enfermos mentales, lo llevó donde el doctor Castilla y este le dio nombre a su extraño comportamiento. Durante años los fármacos mantuvieron bien a Vladimir, pero el doctor Castilla le había advertido de las probabilidades que, en caso de tener hijos, sus descendientes nacieran con el mismo trastorno mental que él. “Eso atemorizaba mucho a Vladimir”, mencionó el doctor, “pero nunca lo demostró abiertamente, hasta este momento”. “Debería abortarlo”, fueron las palabras del doctor Castilla. “Será muy difícil para usted lidiar con dos personas con la misma condición. Además, él nunca será apto para ser un buen padre”.

_Después de lo sucedido Vladimir quedó encerrado en el hospital psiquiátrico durante tres meses, pero jamás salió de él… no con vida. Un día, mientras los doctores del hospital le realizaban una terapia de choque, el corazón de mi esposo no aguantó y murió.

_Fue a causa de esa pérdida que no tuve el valor de abortar a mi bebé. Fue porque estaba sumida en la soledad, que decidí cortar todo contacto con el doctor Castilla, enterrar a mi difunto esposo y desaparecer de esa ciudad que había sido el seno de mi tristeza. Así que vine y compré una casa en la capital, y cinco meses después de la muerte de Vladimir, mí amada Vanessa nació. No pueden imaginar lo feliz que fui en ese momento. Ella era tan linda, tan parecida a Vladimir, que por un momento sentí que todo el dolor de ese último año se guardaba en una caja y desaparecía.

_Con la pensión y las cuentas de ahorro de Vladimir pudimos vivir un tiempo hasta que encontré trabajo en un asilo de ancianos. Vanessa siempre fue una niña activa, feliz, nunca me causó problemas, pero si hay que condenar a alguien por lo que haya pasado, esa debe ser a mí, no a mi hija. Y es que… yo le mentí a mi hija diciéndole que su padre había muerto en un accidente de tránsito, cuando no fue así. Ese fue mi primer pecado. El segundo fue haber guardado todo lo relacionado a Vladimir en un cofre dentro de mi armario. Era más que lógico que tarde o temprano Vanessa encontraría esos papeles, y cuando lo hizo, tuve que decirle la verdad.

_Desde ese momento, Vanessa no fue la misma. Lo noté de inmediato, pero no quise reconocerlo y, como siempre salía a trabajar para ganar el dinero necesario para nuestra subsistencia, nunca atendí enteramente sus necesidades de afecto.

_Así que, si quieren juzgar a alguien, deben juzgarme a mí y no a mi hija. Ella no tiene la culpa de haber nacido, fui yo quien la trajo al mundo, quien le mintió, quien dejó que se convirtiera en esta persona. Soy yo la que he sido una mala madre y merezco ser castigada por eso. Por favor... no la castiguen a ella. Por favor…

Ignis (Abigail N.K.) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora