Capítulo 20: Vanessa

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_ Comencé a escribir este diario porque he estado perdiendo la noción de lo que me rodea más seguido. ¿Cuándo sucedió este cambio en mí? ¿Cuándo mi alma se comenzó a fragmentar?

Supongo que fue desde aquel día, cuando cumplí mis nueve años. Estaba jugando a las escondidas con mamá. Ese siempre fue mi juego favorito.

Corría buscando el lugar indicado para esconderme y lo encontré, o eso pensé en aquel momento.

Aún recuerdo cuando aquel pesado objeto me golpeó.

Salí del armario de mamá y ahí estaba ese extraño cofre. Sin duda, algún día me arrepentiría de haberlo abierto. Comencé a observar el interior y encontré muchos documentos. Fue hasta años más tarde que me di cuenta de la información en estos.

Pero lo que caló en mi fue aquella foto. Era un hombre muy parecido a mí, pero estaba vestido con una extraña camisa que le impedía usar las manos.

Mi madre me encontró y estaba histérica porque descubrí esas cosas.

Mamá me contó toda la verdad. Papá nos abandonó pero de una forma diferente a la que ella me dijo. Creo que ahí nació ella… en ese momento nació Vane.

Fue meses después de ese suceso que comencé a notarla. Mamá me hacía preguntas acerca de cosas que yo no recordaba, y ella afirmaba que le había respondido con determinadas palabras.

También mi forma de vestir comenzó a cambiar. Mi armario se llenó de ropa anticuada y mi madre me dijo que le había pedido unos lentes porque sentía que la vista se me estaba acortando, cosa que no era verdad.

Entonces un día, mientras aun era yo, me paré frente al espejo, le hablé a esa persona y Vane apareció.

“Hola Vanessa”

Esas fueron sus palabras, y aunque provenían de mis propios labios, causaron en mi gran temor.

Pasaron días hasta que me acostumbré a ella.

“Confía en mi… yo te protegeré”

Esa era la frase que repetía cada vez que escapaba y me dejaba en la inconsciencia.

Pero desde que Vane está a mi lado, las pesadillas y el dolor relacionado a mi padre han desaparecido. Ya no le temo a los hospitales. Ya no me disgustan las mentiras de mamá.

Sin embargo, tengo miedo de perderme a mí misma, por eso he comenzado a escribir este diario.
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_ Querida Vanessa… Vane me ha regañado.

Ya estoy en sexto grado y he conocido a un chico que me ha pedido ser su novia. Supongo que lo hizo porque a mis 12 años me veo más madura que algunas de mis compañeras de clase.

Debo contarte dos secretos, primero que él es cinco años mayor que yo y segundo, que estoy saliendo a escondidas con él, porque de lo contrario nos meteríamos en problemas. Su nombre es Ernesto.

Creo que realmente me ama porque, a pesar de lo feo que Vane se viste, él ha puesto sus ojos en mí. Es mi primer amor y quiero cuidarlo.
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_ Vanessa estoy desesperada.

No quiero admitirlo, pero estoy muriendo de miedo.

Ha surgido alguien más como Vane.

Su nombre es Ness.

La forma en la que nació es demasiado perturbadora para no esconderla en las profundidades de estas páginas olvidadas desde hace mucho tiempo, a causa de la falsa felicidad que sentí con mi primer amor.

¿Lo recuerdas verdad? A tu primer amor, a Ernesto. El chico mayor con el cual estabas saliendo.

Escribo teniendo el corazón adolorido por la pérdida y la traición, pero debo decirte lo que sucedió primero para que puedas entender.

Ernesto me invitó a su casa ayer por la noche para que fuéramos a ver una película. Él, más que nadie, sabía que amaba las películas. También me había dicho que me presentaría a sus padres.

Estaba feliz por eso.

Pero cuando llegué a su casa, sus padres no estaban. Aun así entré  y me senté en el sillón de la sala para ver la televisión.

No puedo describir el horror de ese momento, cualquier palabra  se quedaría corta, pero debo escribirlo para que no lo olvides. Para que no dejes que Vane y Ness te absorban.

Ernesto se sentó a mi lado, demasiado cerca a decir verdad, y comenzó a decir lo linda que era. Intenté convencerlo que quería ver una película con él y pregunté a qué hora regresarían sus padres, pero no tuve respuesta alguna.

Pasó su brazo derecho por mis hombros para acercarme más a él y aquella extraña sensación que sentí cuando hizo eso no fue placentera. Era miedo. Estaba espantada de estar ahí. Cada hebra de mi cuerpo me pedía huir. Ernesto comenzó a besar mis orejas, mi cuello y finalmente mis labios. Debo admitir que mi primer beso fue desagradable.

Lo aparté lejos de mí. No quería continuar con eso. Pero Ernesto me sujetó por la fuerza, atrapando mis manos y tumbándome en el sofá.

Comenzó a besarme a la fuerza…

Horror… esa palabra se queda corta cuando vuelvo a recordar esa escena en mi cabeza.

Ernesto comenzó a desnudarme a la fuerza…

Repugnancia… eso define lo que sentía en ese momento, aunque aun es insuficiente.

Si eso era amor, deseaba ser odiada por el resto de mi vida.

Sus manos tocaban lascivamente mi cuerpo que apenas comenzaba a definir las futuras curvas que tendría. Intenté gritar y él me tapó la boca para que no lo hiciera. Esto hacen las personas enamoradas, me dijo mientras forcejeaba conmigo para abrirme las piernas.

Las lágrimas corrían por mi rostro. No quería eso. No quería que él me tocara. Podía sentir la repulsión de ser tocada a la fuerza y la impotencia por no hacer nada. Y lo peor era que Vane no estaba. Había dejado mis lentes en casa; la había dejado a ella en casa.

Ernesto, molesto por no poder abrir mis piernas con una sola mano, desató el agarra que tenia sobre mí y fue en ese instante que tomé lo primero que tenia al alcance y le atiné un golpe en la cabeza.

Recuerdo el sonido de vidrio quebrándose. Recuerdo que aproveché la oportunidad para escabullirme lejos de él.

“Vanessa…” llamó Ernesto desde algún lugar detrás de mí, y el miedo no dejó que avanzara un paso más.

Aquello que había tomado de la mesa al lado del sofá, había sido una lámpara y, con la puntería que solo un desesperado podría tener, había golpeado a Ernesto en la nuca.

Él me veía horrorizado y en seguida supe la razón. Ernesto tocó su cuello y arrancó un enorme pedazo de cerámica que pertenecía a la lámpara que segundos antes había ocupado como arma. El fragmento se había ensartado profundamente en su cuello.

Recuerdo como se levantó torpemente del suelo, mientras intentaba detener la sangre que le manaba del cuello y la boca. Comenzó a avanzar hacia mí.

“Ayúdame…” dijo mientras la sangre salía a borbotones.

Estaba con los ojos desorbitados mirando esa escena. Ernesto se derrumbó frente a mí y dejó de moverse.

La sangre… ese liquido rojo y viscoso estaba empapando el suelo.

¡Oh Vanessa! creo que en ese momento me desmayé, pero no estoy segura de eso.

Pero lo que sí puedo afirmar es que en ese instante ella apareció y se encargó de todo.

Lo sé, porque lo próximo que recuerdo después de esa escena es a mí corriendo lejos de la casa de Ernesto. Su casa Vanessa, su casa…

Una explosión me hizo caer y al voltear vi la cosa más hermosa que mis ojos pudieron observar en todos mis años de vida.

La imagen de una casa entera quemándose, parecería algo horrible a cualquiera, pero para mí era bellísimo observar esa estela de colores rojo, naranja y amarillo. Era como ver la aurora boreal con los colores del verano.

Me sentí hipnotizada viendo ese acto tan singular. El tiempo pasaba alrededor de mi sin siquiera sentirlo.

“¿Te gusta?”  preguntó una voz desde mi interior.

“Si” contesté.

“Entonces disfruta de lo que ves y no tengas miedo… porque yo estoy aquí para protegerte”

Luego de estas palabras, la voz dentro de mí se apagó.

Fue la primera vez que experimenté una plena sensación de calma en mi vida. Sentí como mi cuerpo se doblaba y desdoblaba. Percibí como mi interior tomaba forma.

En ese momento supe que este nuevo ser iba a protegerme a toda costa, porque, después de ponerme en pie, comencé a caminar hacia mi casa, sintiéndome en paz conmigo misma. Sintiendo que no había hecho nada malo y estoy segura que fue gracias a Ness.

Pero tú Vanessa debes saberlo, y es por eso que escribo estas palabras. Para que no olvides que Vane y Ness solo son producto de los duros momentos que has pasado en tu vida.

Son como los analgésicos para la migraña, alivian el dolor, pero tarde o temprano el dolor volverá a ti, y si no puedes aceptar eso, te volverás dependiente de los fármacos.

Recuérdalo.
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_ Querida Vanessa,

Ten cuidado con Ness.

Han pasado meses desde aquel incidente con Ernesto. Fue una suerte que la policía lo tomara como un accidente, pero yo sé que no fue así. Y ellas también.

Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí, pero ahora lo hago porque  temo lo que pueda pasar con Ness. Y es que, me he dado cuenta de los gustos tan peculiares que tiene por algunos chicos. Chicos como Ernesto para ser específicos.

Lo he notado en mis momentos de conciencia, los cuales han sido más prolongados.

Aun así, he decidido que lo mejor que puedo hacer es mantener un perfil bajo como el de Vane. Entre más desapercibida pase del resto, será mejor. Estaré segura.

Pero el problema es Ness. Puedo notar la forma en la que mira a los chicos populares de mi escuela. Puedo ver las posturas llenas de insinuación que a veces usa con estos muchachos, y me aterra saber que uno de ellos ha caído en su trampa.

Su nombre es David.
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_ Ahora entiendo lo que es no sentir culpa o remordimiento. Esto me lo ha enseñado Ness… pero a costa de alguien más.

David resultó ser la persona que suponía. Entre miradas y palabras que volaban por el aire, David comenzó a coquetear conmigo. Vane intentaba evitarlo, yo era solo una espectadora, pero Ness… ella quería hincar sus dientes en él.

Como he dicho en alguna ocasión mientras escribía, los gustos de Ness son singulares y peligrosos.

Obsesión… creo que esa palabra define el interés de Ness por David. Una enfermiza simpatía basada en el aspecto físico y el deseo carnal. Ness ha comenzado a seguir a David a escondidas y ha descubierto cosas malas acerca de él.

Sinceramente no me sorprenden, pero parecen divertir a Ness. Todo lo que es divertido para ella, resulta perturbador para mí.

Fue una noche de Noviembre, mientras Ness seguía a David hasta una tienda abandonada, que me enteré de la verdadera naturaleza de ese chico. Ese sitio era su motel privado. Definitivamente, era una escoria.

Sentí asco al ver semejante escena indecente con una chica de mi propia sección. Pero a Ness parecía no importarle. A ella no le importa nada y eso me preocupa.

Fue a inicios de Diciembre cuando Ness le mando aquella primera y última nota a David. El chico accedió encantado a tener una noche de placer liberal en su lugar preferido. ¿Cuántas chicas habían hecho semejante acto en ese sucio lugar? ¿Cuántas más hacían falta?

Ness tomó control de mi cuerpo, pero dejó una ventana abierta para que pudiera observar lo que sucedía. Para ser una espectadora más.

No pasó mucho tiempo cuando él apareció. Vane había apostado que David no llegaría, pero Ness lo sabía, ella estaba segura de lo que estaba haciendo. Estaba segura porque conocía la mente de los chicos como él. Conocía su misma calaña.

David entró en la tienda y encontró la botella que, muy convenientemente, Ness había dejado para él. Esa botella tenia las medicinas que usa mamá para dormir.

Un trago, luego dos, por último tres. Fueron suficientes para dejar en la inconsciencia a David.

“Observa Vanessa, así es como se eliminan a las plagas” canturreó Ness mientras vaciaba el contenido de un galón lleno de gasolina sobre el dormido cuerpo de David.

_ No, no lo hagas Ness- mis palabras se escuchaban lejanas, como si estuviera encerrada en una caja de cristal.

“Esto es peligroso Vanessa, lo mejor es que no intervengas” la voz autoritaria de Vane cortó cualquier oportunidad de impedir aquello.

“Él se lo merece Vanessa” murmuraba Ness “Él quiere ser absorbido por el fuego de la pasión, y yo le daré lo que desea. Aunque a medias”

Y sin un ápice de duda o culpa, lanzó un cerrillo encendido al camino de gasolina que había dejado tras de sí.

Desde una distancia considerable observaba como se consumía aquel lugar.

“Observa” me exigía Ness. Y yo lo hacía, aún con un mar de lágrimas que me corrían por el rostro. Observaba sin parpadear aquella horrenda escena.

Pero esas lágrimas no eran mías, eran de Ness. Y no eran por dolor o pesar.

Estaba llorando por tanto reír.
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Ignis (Abigail N.K.) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora