Luego de tres días de deliberación, finalmente se dio un veredicto final en los tribunales.
_ Después de revisar el caso de la mano con Medicina Legal, se ha determinado que la acusada Vanessa Solís padece un trastorno mental grave, por lo que, amparados en las leyes del Código Civil y Penal de la República, se le exime de responsabilidad criminal.
El revuelo en la sala fue evidente. Todos los de la esquina derecha estaban molestos, por tanto, el Juez tuvo que aclarar por qué se llegó a esa conclusión.
_ En vista de que la acusada no actuó de forma consciente, ni bajo sus facultades mentales al cometer el crimen, se le absuelve de responsabilidad penal en el asesinato de la señorita Meyling Padilla. Sin embargo, ya que la implicada no es apta para integrarse a la comunidad, se le condena a permanecer en reclusión dentro de una institución u hospital psiquiátrico, esto con el fin de que la acusada reciba tratamiento para su enfermedad y ya no represente un peligro para la sociedad y ella misma. El tiempo de su estadía en dicha institución será determinado por el médico asignado, en este caso el doctor Salazar. Se levanta la sesión.
La inconformidad se podía palpar en el ambiente. Aun si los señores Padilla apelaban en los tribunales, a nada llegarían. “Los locos no pueden ser condenados”, me había dicho el abogado de Martha, “y ella está más loca que una cabra”.
Había odiado la forma despectiva en que el abogado había mencionado eso, y aunque era un alivio para mí el hecho de que Vanessa no iría a la cárcel, me sentía fatal al saber que mi novia pasaría mucho tiempo dentro de un hospital para enfermos mentales.
Solo el Juez vio a Vanessa y fue en privado. Al parecer, Renato y René eran personas con mucha influencia, y habían evitado a toda costa que Vanessa fuera expuesta. Agradecía infinitamente eso, pero me asustaba saber la verdad oculta detrás de ese poder.
Solo de pensarlo me daba escalofríos.
Las semanas pasaron y no se me permitió encontrarme nuevamente con Vanessa.
Los familiares de Marcos Ramírez iniciaron un proceso penal en contra de ella por la muerte de su hijo, sin embargo, por falta de evidencias, el Juez abolió la acusación.
_ Evidencias- dije en un suave susurro cuando el Juez mencionó esa palabra.
Yo tengo esa evidencia y estoy ocultándola adrede. Por todos los cielos, si alguien se entera del diario de Vanessa… estoy seguro que acabaría pudriéndose dentro de las paredes del hospital psiquiátrico.
Estaba meditando en eso, cuando sentí que alguien me observaba. Levanté la mirada a la defensiva y comencé a examinar los alrededores. Y ahí estaba René, observándome con aquellos ojos de serpiente a punto de atacar.
Lo sabe, pensé. Ella lo sabe.
Sentí como la sangre abandonaba mi rostro y no me quedó más opción que mover mi cabeza y observar nuevamente al señor Juez.
La familia Ramírez quedó decepcionada por la finalidad del caso.
Fue un alivio que no se tomara en cuenta el accidente con Rey, ya que nadie pudo encontrar una conexión entre los dos casos y el incidente de mi difunto amigo. La falta de evidencia estuvo a favor de Vanessa todo el tiempo.
El juicio terminó.
Esa fue la última vez que estaría en los tribunales.
Esperé que las personas salieran de la sala, porque estaba seguro que ella estaría esperándome.
René se acercó y se sentó a mi lado. Estuvimos en silencio durante unos cuantos minutos y preguntó.
_ ¿Tú la tienes?- asentí- Destrúyela. Si alguien encuentra cualquier tipo de evidencia en tu poder, te meterás en serios problemas.
_ Si hago eso… no tendré nada que me una a ella.
Aun si estaba renuente a destruir el diario, René tenía razón. El tenerlo escondido me volvía el principal cómplice de Vanessa y, de caer en manos equivocadas, la podría condenar aún más a ella. Seguía pensando en eso, cuando un comentario de René me trajo a la realidad.
_ Es triste la forma en la que ya no podrás verla tan seguido. No sé si estas al tanto, pero el problema que tu novia tiene no se puede curar de la noche a la mañana. Podrían pasar meses, incluso años y no haber mejoría. Además…- dijo René mientras sacaba una caja de chicles de su bolsillo- Los enfermos mentales no se pueden casar, ni tener visitas maritales.
_ No me importa eso René. Solo quiero que ella esté bien.
_ Ella nunca estará bien Iván. Debes comenzar a pensar en qué harás con tu vida de ahora en adelante.
_ No es tan sencillo a como lo dices. ¿Qué harías si en vez de Vanessa se tratara de Renato? ¿No esperarías confiando en que él volverá a ti?
René me observó de manera pensativa, sin decir nada.
Luego de unos segundos, sacó el chicle que estaba masticando y lo pegó bajo la silla en la que estaba sentada.
_ Las cosas cambiaran mucho de ahora en adelante Iván, tenlo por seguro. Y debes ser fuerte si quieres ganarle a todos los mal nacidos que evitaran que ustedes estén juntos. Comenzando- dijo René mientras se acercaba a mi oído para susurrarme- por la señora Solís.
_ ¿Martha?- pregunté incrédulo.- Ella no sería capaz de hacer eso.- René sonrió.
_ Pues lo hizo Iván. La vieja es una pequeña víbora aunque no lo parezca. Le pidió al Juez que limitara tus visitas a Vanessa solo una vez al mes, cosa que, en mi humilde opinión, es una forma de alejarte de sus vidas.
_ Estas mintiendo.- dije mientras me ponía en pie para salir de ahí.
_ Pronto te llegará la orden del Juez, querido. Muy pronto.
Lo que más odié cuando llegó esa orden, es que René estaba en lo cierto. Gracias a Martha, se me limito el visitar a Vanessa una vez al mes durante dos horas.
Pero no solo eso sucedió luego de ese largo y agotador juicio.
René y Renato desaparecieron de nuestras vidas sin dejar ni una sola pista. Ni siquiera recibí un adiós por parte de ellos.
La Academia Eslabón tuvo que cerrar sus puertas dos años después de los acontecimientos.
El director Salvatierra entró en un estado depresivo y, cuatro años después de que Vanessa fuera internada en el hospital psiquiátrico, murió a causa de un infarto fulminante un 31 de diciembre.
Otra cosa que sucedió fue que, tanto los Padillas como la familia Ramírez, abandonaron la capital y se mudaron a una zona rural, lejos de la pesadilla que representaba esa comunidad.Nunca volví a saber nada de ellos.
La madre de Vanessa se mudó de la casa donde vivía junto a su hija debido al hostigamiento de la prensa. Tuvo que renunciar a su empleo como enfermera y se dedicó a cuidar ancianos nuevamente. Cortó todo lazo de comunicación conmigo.
Mi vida no fue la excepción a estos cambios.
Terminé la secundaria y comencé a estudiar Periodismo.
No tuve inconveniente en que mi padre se opusiera, después de todo, éramos dos extraños viviendo bajo el mismo techo. Pasarían cinco años hasta que culminara la carrera, pero no pude asistir a la graduación porque mi padre estaba en el hospital.
Meses después de titularme, mi padre murió debido a complicaciones en el hígado. Cada lata, botella y taza de licor, cerveza o café que había vuelto a consumir desde el juicio de Vanessa, minaron su hígado hasta llevarlo a la tumba. Ahora descansaba en el cementerio, enterrado al lado de mi difunta madre.
En cuanto a mí y Vanessa… digamos que las cosas no fueron el cuento de hadas que esperamos.
Cada primer lunes del mes llegaba a visitar a Vanessa en su nuevo hogar. No me importaba el hecho de tener que entrar a ese deplorable sitio donde habían enfermos mentales con todo tipo de padecimientos. Entre ellos, Vanessa parecía indefensa… pero no era así.
En una ocasión, le había preguntado por qué siempre se encontraban dos enfermeros custodiándonos mientras hablábamos. Vanessa, avergonzada, me susurró que Ness había salido por un momento y le había quebrado el brazo a uno de ellos.
Palidecí ante ese comentario, pero intenté controlarme.
Recuerda que ella no es Ness, me decía a mí mismo, ella es Vanessa.
Los primeros meses me sentía frustrado por el poco tiempo que teníamos para estar juntos, pero la distancia aumentó en nosotros el amor que sentíamos.
Yo estaría ahí, esperándola el tiempo que fuera necesario, y Vanessa me prometió que controlaría a Ness, que haría hasta lo imposible por no tener nuevamente una recaída. Ella lucharía por volver a unir su mente. Lo haría por amor a mí.
Y así transcurrió el tiempo…
Y yo estuve esperándola…
Durante 10 largos años.
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Ignis (Abigail N.K.)
Teen FictionUna serie de accidentes perturban la paz de una ciudad, siendo el único elemento en común el fuego. De forma involuntaria, un joven llamado Ivan quedará atrapado en medio de estos sucesos, sin tener la menor idea de que las cosas no son tan simples...