Capítulo 31: Un ramo de rosas rojas

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No podía dejar de llorar.

Hasta ese momento fui realmente consciente del dolor que sintió mi padre por la muerte de mamá… y dolía como si una barra de hierro candente atravesara mi pecho. En ese instante sentí el dolor por la ausencia de la persona amada, de la única persona que realmente amé.

Ese periódico me cambió la vida.

En él se leía que, en una noche como cualquier otra, se había producido un incendio en la planta baja del hospital donde estaba internada Vanessa.

Aparentemente, el fuego inició en una de las habitaciones de pacientes aislados, las cuales estaban cerca de la cocina, y por ende, cerca de los tanques de gas. Esto provocó aquella terrible explosión que arrasó con toda la primera y parte de la segunda planta.

Los pocos sobrevivientes fueron algunos pacientes que, a pesar de la ayuda de los enfermeros que estaban haciendo las rondas nocturnas, no escaparon sin algún tipo de lesión o quemadura.

Entre los fallecidos se encontraban Vanessa y el doctor Salazar.

Al parecer, el doctor se había quedado dormido en su oficina que estaba en la primera planta, cerca de los cuartos aislados, y a Vanessa la habían encerrado en una de esas habitaciones.

_ Es mi culpa- dije mientras ponía las flores sobre su lápida- Es mi culpa que todo terminara así- me ahogué en mi propio llanto.

René se mantenía de pie observado la tumba de Martha, que estaba junto a la de Vanessa.

_ No te culpes Iván. Todo esto iba a suceder aunque tú hubieras estado aquí.

_ La abandoné René. Yo fui el culpable de que le pasara esto. Debería matarme aquí y ahora para ya no seguir sintiéndome miserable… para ir junto a ella.

Seguí llorando mientras los quejidos de mi alma se escapaban a través de mis labios. No podía creerlo aún.

Aunque me sostuviera la cabeza, y caminara de una lápida a otra, no podía creer que esa escena fuera real. No quería aceptar que esto no era un sueño.

René se limitó a limpiar las hojas que había sobre ambas lápidas.

_ Madre e hija murieron en el mismo día. Es una coincidencia extraña.

_ Es mi culpa- volví a repetir.

_ No Iván, no es tu culpa. Ella lo deseó así.

René me dio la espalda y comenzó a caminar. Entonces una idea macabra y perturbadora cruzó por mi mente.

_ ¿Fuiste tú verdad?- René se detuvo y volteó a verme.

_ No sé a qué te refieres.

_ Tu provocaste esto ¿no es así? ¿Cómo puedes afirmar que eso fue lo que ella quería? ¿Acaso hablaste con ella antes de que muriera? ¡Contéstame, René, contéstame de una buena vez!

Un fuerte puñetazo me hizo caer.

René me observó fijamente mientras yo me retorcía de dolor en el suelo. Su derechazo seguía siendo implacable.

_ ¡¿Acaso me crees tan misericordiosa como para ayudarle a acabar con su vida?! Te equivocas Iván. Vanessa me agradaba, pero eso no significa que fuera a ser tan benevolente con ella.

Luego de unos segundos, René suspiró y me tendió la mano para ayudar a levantarme, pero se la aparté de un golpe. Se limitó a poner en blanco los ojos.

_ Si me entero que tuviste algo que ver en esto, te juro que me la pagaras.

El rostro de René no se inmutó frente a mi pobre intento de amenaza.

_ En vez de seguir llorando y quejándote Iván, deberías intentar ayudarla a limpiar su nombre. Eres reportero ¿no? Entonces vuélvete alguien con poder y muéstrales a todos que hubo personas que hundieron y acorralaron a tu novia. Demuestra que ella no tenía la culpa. Aclárales que ella no fue un monstruo, sino una víctima hostigada hasta el punto del colapso. Remueve la verdad, la cruda realidad de este caso, saca a relucir la naturaleza de las personas que volvieron a Vanessa en esa cosa. Alguien roto y marchito.

Esas palabras me dieron escalofríos.

_ No seas estúpida René. ¿Crees que la policía me apoyaría en eso? ¿Acaso me darían acceso a todo lo relacionado al caso?- dije mientras me ponía en pie y me limpiaba la sangre de la nariz.

_ ¿Con quién crees que estás hablando, retrasado?

René se acercó al auto y extrajo una caja de la parte posterior.

_ Ten.- la dejó caer en el suelo- Son todos los documentos relacionados al caso. Tú conservas el diario, así que ya tienes toda la información que necesitas para hacerlo. No seas un cobarde de mierda que va a tratar de matarse solo porque no cumplió una estúpida promesa. Agárrate las bolas y muéstrales a los demás la verdad de los hechos. La cruda y desagradable verdad.

_ ¿Cómo conseguiste todo esto?- dije con total asombro.

_ Dejé una falsificación de los documentos en el expediente de la policía. Digamos que tengo mis contactos.

René caminó hasta llegar al auto nuevamente y subió al asiento del conductor.

_ ¿A dónde vas?- no pude evitar preguntarle.

_ Esta será la última vez que nos veamos Iván. Espero que encuentres aquello que tanto buscas y que logres seguir adelante. Sinceramente lo espero- esto último lo dijo en un susurro.

Me quedé estático por unos segundos mientras estas palabras se iban gravando a fuego en mi cabeza. ¿Realmente podría demostrar la verdad de los hechos? ¿Esta nueva tarea que me daba René me ayudaría a darle paz a Vanessa? No lo sabía. Pero de lo que si estaba completamente seguro era que las palabras de René habían marcado un antes y un después en mi vida.

Me habían dado una nueva ruta a seguir.

_ Haré hasta lo imposible para que ellos sepan la verdad acerca de Vanessa- dije entre lágrimas- Ya lo verás.- René asintió.

_ Mantente vivo Iván. Recuerda que muerto no le sirves.

Y con una última inclinación de cabeza, René encendió el motor y desapareció por el camino en que llegamos.

Me senté nuevamente frente a la tumba de Vanessa a sollozar hasta que mis ojos ya no pudieron derramar una lágrima más.

Pasaría una semana hasta ser capaz de abrir la caja que René me dio en el cementerio. En ella se encontraba un cofre con muchas fotos, recortes y documentos, también estaba el expediente, las grabaciones y todo lo relacionado a los incidentes que René tomó como guía para conectar con Vanessa.

Saqué todo el contenido para guardarlo en mi armario, y cuando iba a tirar la caja a la basura, un objeto brillante llamó mi atención.

Lo saqué apresuradamente y se me heló la sangre al saber que era.

En el periódico se había escrito que el hospital se había quemado de una forma espantosa. Narraba que el cuerpo de Vanessa, calcinado al punto de las cenizas, se encontraba en medio de una de las habitaciones aisladas, completamente sola, pero que debajo de él habían encontrado algo en particular y ahora yo lo tenía entre mis manos.

La única cosa que ella no pudo destruir.

El objeto que sobrevivió a las llamas de su turbulento interior, a la distorsión de su ser.

Ahí, en mis manos, se encontraba el encendedor de plata que había provocado ese terrible incendio.

Afligido por la pena, lo abrí e intenté hacer que prendiera. Pero fue imposible…

El encendedor no funcionaba.

Ignis (Abigail N.K.) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora