Capítulo 9: El inicio del fuego

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Finalmente llegamos a las vacaciones de medio año y mi frustración por besar a Vanessa crecía a medida que pasaban las semanas.

El invierno había dificultado mucho que nos viéramos seguido, y el hecho de que su mamá fuera tan estricta en los horarios, hacía que me frustrara en extremo. Pero, la buena suerte algunas veces existe.

Más para personas dominadas por sus instintos como yo.

Fue un sábado por la tarde. Vanessa llamó para invitarme a ver una película en su casa. Su madre no estaba, tenía turno de dos días seguidos y regresaría hasta el lunes por la mañana, por tanto, no habría ningún inconveniente si me quedaba unas cuantas horas más. Esa tarde llovió, así que se me dificultó llegar a su casa debido al aguacero.
 
Y ahí estaba, a solas con Vanessa… la misma Vanessa de siempre.

Era claro que no esperaba que me diera la bienvenida en la puerta con un seductor traje de enfermera o de conejita, pero por lo menos podría haber aligerado su atuendo de anciana anticuada. Llevaba una falda hasta los tobillos, una sudadera y como siempre, el cabello recogido en una ajustada moña. Y esos lentes… odiaba esos lentes porque arruinaban su cara.

_ Pasa Iván, puedes dejar tu sombrilla en el patio.

_ Gracias- dije mientras me inclinaba para darle un beso en la mejilla. Eso era lo más lejos que había llegado en estos meses.

Encendimos el televisor y vimos la película titulada “El Fantasma de la Opera”. Según me comentaba Vanessa, ese film era un clásico entre los clásicos, pero la verdad a mí no me gustó, porque al final el tipo deforme no se quedaba con la protagonista.

Después de la película, comenzamos a hablar y pasamos así hasta que dieron las siete de la noche en el reloj.

_ ¿Tienes hambre Iván?- preguntó Vanessa con ojos llenos de expectativa.

_ No quiero molestarte.

_No es ninguna molestia. En realidad, ya tenía algo preparado.- Vanessa sonrió débilmente, entonces asentí. No podía rechazar esa invitación.

_ Está bien, me quedaré a cenar. Pero antes… ¿Puedes prestarme el baño?

_ Claro- dijo Vanessa mientras se ponía en pie y caminaba hacia la cocina- Está en el segundo piso, al fondo a la izquierda, pasando los cuartos.

_ Gracias.

Subí las escaleras y me dirigí al baño. Luego de orinar, me dispuse a salir e ir a la cocina para comer junto a Vanessa, pero algo llamó mi atención. La puerta de uno de los dormitorios estaba semi abierta.

Vanessa debe estar ahí, ese era el único pensamiento que cruzó mi mente cuando por impulso abrí la puerta para contemplar el interior. En efecto, era el cuarto de Vanessa, pero ella no estaba ahí, por suerte.

Me adentré en ese terreno desconocido, esperando no hacer ruido para no alarmar a nadie. La habitación estaba increíblemente limpia y ordenada, ni en comparación con mi cuarto, donde los zapatos estaban tirados por todo el suelo y el cesto de la ropa sucia se rebalsaba porque aún no la había lavado.

Era una habitación sencilla; había un escritorio donde hacia las tareas, una cama un poco grande para ser unipersonal, el armario que estaba en la pared, una puerta que llevaba al baño, una cómoda y, al lado de la cama, una pequeña mesa de noche en la que descansaban un reloj despertador y una gruesa retratera.

Ahí estaba, la Vanessa que yo quería ver.

En la foto estaba junto a su madre, posiblemente tenía unos 15 o 16 años en ella. Su cabello cobrizo estaba planchado, su rostro maquillado, el escote que llevaba dejaba ver demasiado en comparación con los atuendos con que usualmente la veía y, lo que más llamó mi atención, fue el hecho de que estaba sonriendo. Estaba despampanante, hermosa, era tan sexy que no lo podía creer. Observarla en esa foto era como ver a una persona totalmente diferente.

Me acerqué a la cómoda y tomé la retratera en mis manos. Era bastante pesada a pesar de que solo se trataba de un marco donde se guardaba la foto. Comencé a acariciar la imagen. Me sentía como un acosador, pero era algo que quería guardar por muchos años en mi mente. Estaba a punto de ponerla en su sitio y salir de la habitación, cuando una voz me detuvo.

_ ¿Qué estás haciendo?- me voltee rápidamente.

Vanessa estaba de pie en la puerta observándome. Su mirada era fría y a la defensiva.

Dejé la foto en su sitio y voltee para verla directamente.

_ Siento mucho haber entrado a tu habitación así… me dominó la curiosidad.

Comencé a avanzar hacia ella pero Vanessa se alejó dirigiéndose a la puerta del baño. Era como bailar, yo daba un paso hacia adelante, cerca de ella, y Vanessa daba un paso hacia atrás, lejos de mí.

Avancé en diagonal hasta quedar frente a Vanessa. Acorralada contra la puerta del baño, no había escapatoria de mí.

_ Iván…

_ Solo déjame ver una cosa.- murmuré mientras mis manos se levantaban y quitaban de su pequeño rostro aquellos pesados anteojos.

Primero cerró los ojos a manera de reflejo, pero cuando los abrió nuevamente, no pude evitar sentir cómo mi corazón se agitaba. Fui más allá del límite que ya había cruzado, y guiñé la liga que sujetaba su cabello. La moña se deshizo en un instante, dejando la cascada de cobre caer por los hombros de Vanessa. Su respiración se agitó al igual que la mía.

Tenía sus anteojos en una de mis manos, pero eso no me impidió acercar su rostro suavemente al mío. Cerramos los ojos, estaba a punto de besarla y quería creer que ella estaba dispuesta a aceptar ese beso.

Fue así como finalmente pasó, y debo admitirlo, fue maravilloso.

El primer beso fue suave, inocente, pero yo deseaba más.

El segundo fue más remarcado, pero aun así no me satisfacía.

Los siguientes fueron aumentando el nivel de pasión en ellos.

Me sentía como un lobo hambriento. Besar a Vanessa era demasiado tentador. Ella comenzó a adaptarse a mis besos, ambos bailábamos una seductora danza con nuestras bocas y lenguas.

Mis manos fueron de su rostro a sus hombros y luego fueron bajando hacia su cintura, entonces Vanessa se detuvo de improviso, sin ningún aviso, y me empujó.

_ ¡No Iván!

Caí de nalgas en la habitación y los anteojos salieron volando hasta llegar a algún lugar cerca de la cama.

Vanessa estaba nerviosa, su mirada buscaba a tientas un lugar por el cual escapar de mí. Aferrándose a la pared que estaba a sus espaldas, buscó a tientas el pomo de la puerta del baño y entró en él. Luego enllavó la puerta.

_ ¡Eres un imbécil Iván!- me reprendí a mi mismo mientras me levantaba del suelo y me dirigía a la puerta del baño.

El dolor punzante de mi trasero estaba molestándome, pero me sentía aún más molesto por lo estúpido que había sido al forzar las cosas. Vanessa no era como las otras chicas que había conocido, no podías forzarla para que se abriera contigo, de lo contrario la podías lastimar. Intenté abrir la puerta y esta no cedió.

_ Vanessa ábreme.- golpee con los nudillos la puerta, pero no hubo respuesta.

_ Vanessa lo siento ¿Si? Fui un completo idiota por forzarte a eso y por asustarte, pero ahora me tienes preocupado. Abre la puerta por favor.

Pero el cerrojo no cedió.

Me sentía en extremo angustiado. Acerqué uno de mis oídos a la puerta e intenté escuchar lo que ocurría en el interior de esa habitación. Entonces lo noté… estaba llorando.

_ Vanessa… ábreme.

_ Iván- dijo en un suave susurro.

Me senté en el suelo de espalda a la puerta. A esa altura podía escuchar sus susurros sin necesidad de forzar mis oídos. Seguramente ella también estaba sentada en el piso del baño. Podía verla en mi mente, Vanessa abrazando sus rodillas, llorando por la manera tan descarada en la cual robé la pureza de sus labios.

Estuve esperando a escuchar alguna otra palabra de ella, pero nunca llegaron. Solo los sollozos sofocados que se escapaban de su boca llegaban de manera tortuosa a mis tímpanos, y a forma de auto castigo me dediqué a escucharlos y reprocharme lo que había hecho.

_ Vanessa - dije- No importa cuánto tiempo quieras estar detrás de esa puerta, yo estaré aquí esperándote.- fueron las únicas palabras que pudieron salir de mis labios en ese momento.

Esperé ansiosamente a una respuesta. Entonces, luego de varios minutos de incómodo silencio, Vanessa respondió.

_ Iván… ¿Tú siempre me dirás la verdad?

Era una pregunta extraña, pero no dudé en responder.

_ Claro Vanessa, te prometo que siempre te diré la verdad.

_ Entonces… ¿Por qué estas saliendo conmigo?

Fue un golpe al hígado para mí. Comencé a formular la mejor respuesta en mi mente, sin embargo, mentirle no me llevaría a ningún lugar. Así que hablé con sinceridad.

_ No es lógico- contesté- Porque me gustas.

_ No te creo.- respondió.

_ Pero es la verdad.

Otro momento de silencio.

_ ¿Cuándo te comencé a gustar?

Ese ahora fue un golpe directo a la ingle, pensé. Suspiré pesadamente, mi secreto no quedaría totalmente oculto ¿verdad?

_ ¿Recuerdas la fiesta de Meyling?

_ Si- contestó Vanessa.

_ En esa ocasión a ti te bañaron de cerveza y yo te ofrecí mi ayuda… entonces… cuando tú te estabas cambiando en mi cuarto… yo te vi.

_ ¡¿Qué?!- respondió Vanessa en tono de sorpresa.

_ Espera Vanessa, no lo malinterpretes. Te vi, pero no cuando estabas desnuda, sino cuando estabas vistiéndote… tú estabas en ropa interior y… oh que imbécil que me escucho en este momento. Creo que más bien estoy jodiendo las cosas.

_ ¿Le dijiste a alguien más acerca de eso?- preguntó con preocupación.

_ ¡No! por supuesto que no. Desde ese momento, guardé con recelo esa parte de ti que nadie más conocía. Y, cuando estabas con Rey…- el nombre de mi amigo se atascó en mi garganta- Cuando estabas con él me sentía celoso y al mismo tiempo feliz porque yo tenía algo que él no.

Recosté mi cabeza en la puerta. Este momento de preguntas y respuestas se tornaría más incómodo con cada minuto que pasara, estaba seguro de ello.

_ ¿Alguna vez has estado con una chica?- soltó de improviso Vanessa.

_ ¿Salir con alguna?- pregunté, aunque sabía hacia donde se dirigía esa interrogante.

_ No…- respondió Vanessa.

Medité unos instantes cómo responder a esa pregunta, pero no me quedó de otra; tuve que entrar en detalles incómodos que deseaba omitir.

_ Fue cuando tenía 14 o 15 años, era un crio y quería experimentar cosas de adulto… ella quedó embarazada y al final perdió al niño. O eso fue lo que me dijo. Desde ese momento intenté cambiar, aunque supongo que la calaña siempre es la misma.- sonreí irónicamente ante ese comentario.

Esperé con ansias la respuesta de Vanessa mientras la lluvia iba mermando. Ahora solo había una pequeña brisa. Presté atención a lo que pasaba en el interior de la habitación. Vanessa ya no estaba llorando, ahora me podía ir en paz sabiendo que estaba más calmada.

_ Vanessa… puede que sea un chico estúpido en muchos sentidos, y que haya hecho cosas malas en el pasado; pero realmente quiero tener algo serio contigo y no lo digo solo porque me hayas gustado físicamente, sino porque hay cosas en tu forma de ser que he aprendido a querer. Así que yo estaré aquí esperándote… no importa si sales en media hora o una hora, o si sales hasta mañana de ese cuarto. Yo estaré aquí esperando por ti. Y cuando nos hayamos graduado de la universidad, seguiré esperando por ti hasta que te enamores locamente de mí.

Una pequeña risa se escuchó al otro lado de la puerta. Eso me hizo sonreír.

_ Entonces… tú y yo buscaremos trabajo y te convertirás en mi prometida.- las palabras brotaron desde el fondo de mi corazón, ni yo podía creer lo mucho que me había enganchado con Vanessa.- Luego nos casaremos y compraremos una casa, tendremos una maravillosa luna de miel. Después de unos años tendremos hijos y cuando lleguemos a viejos, estando juntos, tendremos muchos nietos… Así que no me importa esperar con tal de tenerte a mi lado en ese futuro soñado.

Una pausa incómoda surgió nuevamente. Podía escuchar como el reloj de la mesita de noche iba mermando los minutos. Entonces el pestillo de la puerta se quitó.

Me levanté apresuradamente del suelo y me puse frente a la puerta del baño, en espera de Vanessa. Toqué con los nudillos y llamé.

_ ¿Vanessa?

El pomo de la puerta se movió y esta se abrió. Allí estaba, mi novia, la chica que me había sacado más verdades en unos minutos, que mi padre en años. Sus ojos se encontraban rojos por haber llorado. Ahora que no tenía los lentes podía observar su cara con más detalle.

_ Siento mucho lo que pasó.- fueron las únicas palabras que pudieron brotar de mi labios en ese instante.- No volverá a pasar.

Sin respuesta, sin expresión. El rostro de Vanessa era como una máscara sin emociones, una cara de póquer.

_ Creo que lo mejor será que me vaya… ya he hecho mucho daño por una noche. Adiós.

Besé la frente de Vanessa y le di la espalda para comenzar a caminar en dirección a la puerta del cuarto, pero unas manos sostuvieron mi brazo derecho. Sorprendido por lo ocurrido, me voltee para observar.

_ No quiero que te vayas…- dijo Vanessa con el rostro avergonzado.

Seguramente se sentía mal por todo el momento de tensión que había pasado nuestra relación esa noche.

Sonreí amablemente y le acaricié la cabeza.

_ No te preocupes, no estoy enojado y tú no debes estar inquieta.- pero su agarre no cedió.

Perplejo por lo que estaba pasando, di un paso hacia adelante hasta estar frente a frente con ella.

_ ¿Vanessa que…?

_ Quiero que me beses Iván.- el corazón me dio un vuelco por esas simples palabras.

_ No creo que eso sea una buena idea… yo… no creo que sea capaz de darte solo un beso y ya.

Vanessa apretó el brazo que tenía como rehén contra su pecho.

_ No me importa… quiero que me beses… y que me toques como alguna vez lo hiciste con aquella chica.

El corazón me latía de manera alocada. ¿En serio esta era Vanessa? ¿La Vanessa callada, tímida y que todos le hacían bullying? ¿Acaso estaba soñando?

Sentir la cercanía de su cuerpo contra mi piel me emocionaba. “La carne es débil”susurraba una voz en mi cabeza. Demasiado débil, tenía que confirmar. Casi de manera automática, mi mano izquierda subió hasta tocar su rostro y acercarlo al mío.

Hasta acercarlo a mis labios.

Ese momento fue un deleite. Sentía que, de un momento a otro, me comería los labios de Vanessa. El sabor de su boca en mi boca, en mi lengua, era tan suculento y tentador. Estaba siendo dominado por la pasión, aquella misma loca pasión que una vez me había traído tantos inconvenientes, pero esto era distinto… esto era muchísimo mejor.

Ya no estando conforme con solo sus labios, comencé a deleitarme con el sabor de su cuello, sintiendo la deliciosa fragancia de manzanas que emanaba el cabello de Vanessa.

No comas del fruto prohibido.

Era imposible no hacerlo cuando el fruto prohibido está dispuesto frente a ti.

Vanessa se aferraba cada vez más a mí. Comencé a guiarla hacia la cama, entonces un sonido de cristal rompiéndose llamó mi atención.

_ Tus anteojos- logré articular.

_ Déjalos.- respondió Vanessa sin aliento.

Llegamos a la cama y comencé a desvestirme. Después de quitar toda la parte superior, comencé a desnudar a Vanessa. Mis manos se movían solas, estaba poseído por el deseo de estar con ella. Seguí avanzando hasta verla como aquella primera vez, deseable, como ella realmente era y como los demás jamás podrían verla. Entonces, en ese pequeño momento de contemplación, reaccioné.

_ ¿Realmente quieres hacer esto?- pregunté mientras me retiraba un poco.

Vanessa se incorporó, perpleja.

_ Claro que quiero hacerlo.- contestó.

Intenté encontrar un atisbo de duda en sus palabras, pero no había ninguno.

_ Está bien.- respondí al final.

Retomé la dinámica de los besos y le susurré al oído.

_ Ni tú misma sabes lo hermosa que eres.

Las luces se apagaron y finalmente la poca ropa que quedaba en nuestros cuerpos desapareció. Los besos se volvieron más calientes a medida que pasaban los segundos. Mis manos acariciaron su rostro, bajaron por su cuello, sus hombros, su pecho, se enrollaron en sus caderas y apretaron con fuerza su trasero.

Vanessa jadeó.

Era demasiado excitante sentir la temperatura y la suavidad de su piel bajo mis dedos. Poco a poco mi boca comenzó a deleitarse con la dulzura de su cuerpo sin medir reparos en la vergüenza de mi compañera quien, en medio de mis feroces deseos por saborear cada pulgada de su ser, se limitaba a cubrirse el rostro.

No mentiré al decir que no me preocupó el hecho de que Vanessa no tuviera experiencia o que no estuviéramos tomando las medidas de protección adecuadas, pero en el momento del éxtasis y la emoción, esas cosas eran pequeñas en comparación al placer que sentíamos y a la necesidad de tener más del otro.

Aun volviéndonos uno, no fue suficiente.

Desperté a la mañana siguiente sintiendo la calidez del cuerpo desnudo de Vanessa en uno de mis costados. Me preguntaras ¿Qué fue lo que pasó en ese momento? Pues fue en ese instante donde me di cuenta que quería pasar el resto de mis días junto a esa chica; que no había nadie más en quien podría pensar de ahora en adelante y que estaba más que jodido por haberme enamorado tan intensamente de ella.

De esta hoguera ya no podía escaparme.

El fuego estaba ardiendo.

Ignis (Abigail N.K.) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora