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Andrew se despierta y se da cuenta de que está solo.

Le toma un rato recordar por qué le molesta; le lleva un rato recordar que, desde ayer, esta cama – junto con todo el departamento – también le pertenece a Neil.

Se pone de lado y pasa los dedos por la almohada de Neil; aún está cálida. Es eso, más que el rasguño tallado sobre la cabecera, lo que tranquiliza a Andrew, que esto no es un sueño. Neil está aquí. Está aquí para quedarse.

Andrew se mueve para recostarse sobre su espalda de nuevo. Cierra los ojos y escucha, pero el departamento está extrañamente silencioso; no puede escuchar el zumbido del agua en el baño o el ruido de la máquina de café en la cocina, o el susurro de la televisión en la sala de estar. Donde sea que esté Neil, él está callado. No es extraño, pero es suficiente para que Andrew vuelva a abrir los ojos y se siente.

Espera por un rato más antes de patear las sábanas y cobijas. Bufa molesto cuando sus pies descalzos tocan el piso. Aún hay dos pequeñas cajas en la esquina de la habitación, esperando a ser desempacada; otra prueba de que esto es real. Neil está aquí.

Andrew se pone la sudadera más abrigadora que tiene, enrollando sus dedos alrededor de las mangas adornadas con el pequeño zorro, y roba un par de calcetines de Neil. Eso es razonable; Andrew no debería estar caminando descalzo por el departamento en absoluto si Neil no hubiera decidido privarlo del calor de su cuerpo.

Neil no está en la sala de estar y tampoco en la cocina, pero Andrew reconoce el familiar olor del cigarrillo circulando en el aire del balcón.

Prende la máquina de café y busca dos tazas – naranja para Neil y negra para él. Mientras espera por el café, mira distraídamente los dígitos mostrados en el microondas, contando los minutos que pasar a primera hora de la mañana, y a los imanes de Exy en el refrigerador, una de las pocas cosas que Neil decidió traer de su viejo departamento.

Está cansado y con sueño, pero tranquilo. Las pesadillas son un viejo enemigo, uno con el que ambos han peleado cientos de veces antes. Solo unos días atrás, Andrew no podía ofrecer nada más que su propia respiración constante al otro lado de la línea. Ahora que Neil está aquí, tiene muchas herramientas a su disposición.

Una vez que el café está listo, Andrew toma las tazas y recoge la sudadera de Neil del sofá, abre la puerta que da al balcón. Neil está ahí, por supuesto, acurrucado contra la pared del edificio, con las rodillas tocando su pecho y un cigarrillo en sus dedos. Justo así, con la camiseta de Andrew – demasiado grande en los hombros, y con los pants de Andrew – lo suficientemente cortos para mostrar sus tobillos, y con su cabello suave y despeinado, Neil luce joven e inofensivo. Luce gentil, callado y adorable, y Andrew supone que esto es lo que ven los Foxes cuando lo miran.

No es que no la haya visto también, pero, aunque siempre quiere pasar sus manos por el cabello de Neil y entrelazar sus dedos, no es la suavidad en Neil lo que él entiende.

El entiende la quietud. Entiende la tensión enroscada en los músculos de Neil, la extraña combinación de furia y miedo de un animal acorralado sin disposición a morir.

Entiende el silencio. Entiende el sabor hueco de viejos recuerdos en el fondo de la garganta de Neil, amargo y agrio, imposible de tragar, demasiado pesado para que las palabras puedan pasar por el.

Entiende el agotamiento. Entiende ser forzado a presenciar el espectáculo de tu propio pasado mientras trata de controlar el presente y el futuro. Entiende los celos horribles para aquellos que pueden dormir la noche entera.

Neil está acurrucado en sí mismo, por lo que cuando Andrew se sienta a su lado, estira las piernas y las cruza por los tobillos, solo para contrariarlo. Roba el cigarrillo de Neil, toma una calada, y luego lo coloca cuidadosamente entre los dedos inmóviles de Neil. Neil no lo reconoce.

Light Fires At Night ♤ Andreil {Traducción}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora