🥀Capítulo 2🌹

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DASHA
Cuando la mañana llegó, me comencé a preparar para el combate. Las doncellas me ayudaban, mi cabello era trenzado en una apretada trenza para que no me estorbara, los nervios se acumulaban en mí, jamás había enfrentado un combate contra otro guerrero a muerte. Las doncellas terminaron, les ordené que me dejaran sola.

Miré mi espada, la tomé y la empuñé, era ligera, afila y hecha del mejor acero. Los nervios y el miedo me hacían dudar, pero no podía hacerlo.

Dioses guíen mi espada, mi debilidad vuélvanla fuerza y hagan que renazca como una guerrera. Asesinaré a los que quieran lastimar a mi familia, cuida a mi padre, mi hermana, mi gente. —me levanté y salí de mis aposentos.

Los guardias de mi padre vinieron a buscarme, afuera del castillo estaban esperándome con un caballo ya ensillado, me subí en el animal con los nervios en la punta de mi estómago. Mi padre también estaba con nosotros, cabalgamos a paso veloz hacia el lugar donde estaba el campamento invasor.

Nadie hablaba, ningún hombre se atrevía a decir algo. ¿Qué dirían? Ya el acuerdo estaba hecho, quería salvar a personas inocentes, de verdad que sí. Pero se me hacía algo poco inteligente que habiendo tan buenos guerreros en nuestras tierras, mi padre haya decido poner en mis manos tal responsabilidad.

Después de unos minutos de cabalgar sin detenernos, llegamos al campamento de los noruegos.

Miraba a cada uno de los hombres que nos rodeaban, el campamento era enorme, tal y como mi padre lo dijo. ¿Cómo es posible que jamás los hubiera visto cada vez que iba de cacería? Todos parecían solo hombres salvajes, me miraban de manera lasciva, haciéndome sentir asqueada, en instantes como estos adoraría tener una verga y ser un hombre, prefería mil veces  miradas llenas de odio y competencia que de lascivia y lujuria.

Desmontamos de los caballos, mi padre se encontraba nervioso y asustado. El campo de lucha ya estaba apartado, los vikingos nos rodeaban, estábamos indefensos. Debía ganar, necesitaba hacerlo.

Vi al fin a mi contrincante, el hombre era enorme con una gran y pesada espada en su mano, no podría ganarle con fuerza bruta, mi única ventaja seria ser más inteligente y rápida que él.

Todos comenzaron a rodearme. Tomé mi espada, ya no podía dudar de mí, si lo hacía sería una muerta más en estas tierras, ambos nos acercamos al centro del círculo.

—Así que tú serás mi contrincante, que fácil. No sabes cómo lamentaré dañar una cara tan hermosa. —hice una mueca al entender lo que había dicho.

—Créeme bastardo, nadie lamentará tu ausencia. —respondí haciéndolo molestar y solo sonreí con burla. Este mastodonte no me ganaría.

—Ahora vas a sufrir, ramera. —el cuerno fue sonado y el combate comenzó.

Mi estrategia era alejarme de su gran espada todo lo que pudiera. Mi espada y la suya pocas veces chocaban, logré hacerle un corte en su ante brazo, pero eso era todo, el desgraciado a pesar de ser tan robusto, era también bastante rápido y cansarlo se me hacía difícil.

— ¡No huyas pequeña perra! —recibí un fuerte golpe en rostro que me desoriento por un momento.

Todos los hombres del campamento apoyaban a su campeón, pero pronto les quitaría esa emoción, cuando su espada estaba por llegar a mí para darme una estocada final, me agaché y de un rápido movimiento corté cerca de su pantorrilla y él sintió el dolor. Nadie dijo que había reglas así que enterré hasta el fondo mi espada en su costado, solo cayó de rodillas, no escuché algún ruido, todos se habían callado.

Mi cuerpo se encontraba cansado, pero debía terminar esto, saquee la espada de su costado y la hice atravesar su corazón, lo vi caer frente a mis ojos. Buscaba los ojos de mi padre y él se encontraba al lado de aquel rey bastardo.

Miré directamente al hombre que tenía mi vida y la de los míos en sus manos, su largo cabello cubierto de finas cana, a pesar de ser mayor tenía fortaleza, un rostro duro y no era atractivo.

Solo intimidante y con una boca petulante, me detuve frente a él con mi espada en mano, cubierta por la sangre de su guerrero.

—Me gusta —fue lo único que dijo. —Me la quedaré.

— ¿Qué? —Sus palabras me desconcertaron, busqué a mi padre y en sus labios pude leer un “lo siento” hasta que fui golpeada por la espalda.

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Desperté encadenada, estaba muy desorientada, me encontré con la mirada de mi padre y sus ojos parecían arrepentidos, pero ya no creía en su arrepentimiento. Me engañó, mi propio padre me traicionó.

— ¿Qué fue lo que hiciste? —Pregunté directamente con rabia  — ¿Qué trato fue al que realmente llegaste con los extranjeros?

—Era la única forma.

— ¡Dime que fue lo que acordaste padre! —exigí intentando liberarme de mis cadenas.

—Te ofrecí a ti a cambio de la vida de todos nosotros. Al verte como una joven fértil y experta guerrera, el no dudó en aceptarte como obsequio para no quemarnos a todos.

—Y tú fuiste tan estúpido para creerle a ese hombre que no atacaría a nuestro pueblo, es un maldito. ¡No cumplirá su promesa! —grité enfurecida, lo hubiera ahorcado si tan solo las cadenas no me hubieran apresado. —¿¡cómo pudiste hacerme esto!? ¡¿Cómo pudiste venderme como una yegua a un desgraciado como aquel!?

—Lo siento, perdóname hija. —escupí en su cara.

—Tu perdón no me sirve de nada, te mataría, juro que lo haría si tan solo no estuviera encadenada. El día en que me vendiste dejaste de ser mi padre… ¡Gemma! ¿¡Qué pasará con mi hermana!?

—Ella estará bien.

— ¿Lo estará padre? ¿En serio? Ya ni siquiera sé que creer, cómo estar segura que no la vendiste a alguien peor. Juro por todos los dioses que si alguno de sus bastardos le hace daño a mi hermana, te buscaré y te haré pagar a ti primero padre. —él apartó la mirada y salió de la celda, vi como otro hombre entraba en su lugar. Era el mismo salvaje que me exigió cual animal.

—Es el momento de irnos pequeña. —dijo el desgraciado acercándose a mí. —La verdad que mejor premio no pudo haberme tocado.

GEMMA.
Nadie se atrevía decirme nada respecto a mi hermana, le insistí tanto a sir Arnal que  me llevara al campamento de los vikingos, él decía que no estaba bien pero iría con su ayuda o sin ella, Dasha no había hablado conmigo en la mañana cuando se fue en compañía de mi padre.

Detestaba con todas mis fuerzas que me ocultaran de los problemas que nuestra familia padecía, no me creían los suficientemente fuerte para soportarlo y eso me hacía sentir colérica. Cuando llegamos al campamento, logramos adentrarnos y llegar hasta el guardia de mi padre.

Dasha no estaba con ellos. Vi como los noruegos empezaban a desarmar su campamento para irse abordar sus naves, pero no podía ver a mi hermana por ninguna parte, hasta que la sacaron, esposada y arrastrada con sus ropas cubiertas de sangre.

— ¿¡Por qué esta encadenada!? ¿¡A dónde se llevan a Dasha!?

—A su nuevo hogar, Gemma. —dijo mi padre con voz nostálgica.

— ¡Su hogar es aquí! ¡Conmigo y todos los del pueblo!  ¡Déjenla ir!
—Sir Arnal me sujetó para que no pudiera llegar a ella — ¡suéltenme! ¡Se los ordeno, es a mi hermana a quien secuestran! ¡Suéltenme!

Pero él no me obedecía.

— ¡Padre detenlos, por favor padre! No dejes que se lleven a mi hermana, no lo permitas —él no me miró, Dasha tampoco lo hizo, solo mantuvo su mirada abajo y las lágrimas de acumularon en mis ojos — ¡Hermana por favor mírame! ¡Dasha, mírame!

Ella lo hizo, vi como luchaba por contener sus lágrimas y murmuró algo que no pude entender.

— ¡Dasha! —grité resentida y ellos se la llevaron para subirla a una de sus botes. Miré a mi padre — ¡Te odio! ¡Todo esto es tu culpa!

©𝕯𝖆𝖘𝖍𝖆. PARTE I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora