🥀 Capítulo 23🥀

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DASHA
Quedaban solo tres días, pronto me iría y lo abandonaría... Barr me abrazaba con tanta dulzura mientras recostaba mi cabeza en su pecho, sus grandes brazos me apresaron no queriendo soltarme. Por más que pensaba en una situación en la que él no saliera lastimado era imposible.

Sería peor que lady Camila, tanto que la critiqué y ella por lo menos tuvo el valor de decirle que lo dejaría, yo me iría sin decirle nada y con un hijo creciendo en mi vientre, peor traición no podría haber. Sentía como si Barr ya supiera que pronto me iría y no deseaba dejarme escapar de sus brazos.

—A tu primer esposo… ¿lo quisiste mucho?

—¿Por qué quieres saberlo? —pregunté con una sonrisa.

—No creí que sería el tipo de hombre que sentiría celos de un muerto.

—Ahora sabes lo que siento cuando nombras a lady Camila. —él se mantuvo en silencio y lo miré a los ojos. —Yo amé demasiado a Drakk. Es extraño decirlo en voz alta después de tanto, lo amé y siempre lo recordaré.

—¿Qué sientes hacia mí?

—¿Qué sientes tú por mí? —le devolví la pregunta.

—Creo que te amo. —no hice ningún gesto, mi corazón palpitaba de manera insistente y me sentía tan feliz.

—Yo… comienzo a quererte Barr, pero de una manera más intensa y poderosa de lo que pude llegar a querer a Drakk. —él puso su mano sobre mi vientre, donde nuestro hijo crecía día con día pero él no lo sabía.

—Dasha…

—Renuncié a Drakk por ti. ¿Tú renunciaras a lady Camila por mí?

—Lo hice hace mucho. —confesó haciéndome la mujer más feliz del mundo. Volví a besarlo puede que sea la última vez y quería besar los labios del hombre que amaba.

AITOR
Lady Selina había pasado varios días encerrada en sus aposentos y ya se había acabado mi paciencia con esa chiquilla impertinente, me dirigí a grandes zancadas a sus aposentos y entré a su habitación, sobresaltándola.

—Vístase apropiadamente y la espero en las caballerizas.

—Pero… —mi mirada amenazante calló cualquier excusa que fuera a decirme.

—No fue una petición lady Selina, fue una orden de su rey, limitase a obedecer —dije saliendo del dormitorio.

Ordené que ensillaran dos caballos y mientras esperaba que aquella mocosa obedeciera mis órdenes, pensaba en sir Barr; me daba un golpe en el orgullo que la celta hubiera no me escogido a mi sino al líder de mi guardia para volverse su amante, podía ver como el guerrero sonreía ante las miradas furtivas y sonrisas coquetas de la celta.

El muy estúpido ya estaba enamorado”-pensé.

Aun no ponía en duda la lealtad mi mejor guerrero, pero Dasha era una mujer inteligente y con una belleza que haría a cualquier hombre flaquear en sus juramentos, por el momento dejaría que sir Barr y ella disfrutaran de su aventura mientras durara, mi atención estaba completamente en la hermosa joven de cabellos rojizos. Lady Selina me obedeció, llegando a las caballerizas en poco tiempo.

—¿A dónde vamos, majestad?

—Solo suba al caballo y no haga preguntas, pasó muchos días encerrada y aunque lamento lo que le sucedió a su mascota, en mi castillo no hay sitio para los que se echan a llorar en cada rincón.—“mucho menos para un futura reina”-dije para mis adentros.

Ella no rezongó y montó el caballo, yo hice lo mismo para salir del castillo y empezar el galope con Selina detrás de mí, siguiéndome el paso.  La llevé hasta un lugar muy alejado de los muros de mi fortaleza, esperé que él se hiciera presente y entre las nubes se escuchó un sonido parecido a una tormenta. Selina se sobresaltó y cuando la sombra del dragón se hizo presente, alcé la mirada viendo como la maravillosa bestia descendía para ir a nuestro encuentro.

—¡Dios mío! —exclamó una espantada Selina. Desmonté del caballo y me acerqué a la imponente criatura, se dejó acariciar y noté que había crecido más desde la última vez que lo vi. “Entre más libertad tenia para explorar más grande se hacía”.

—Te has ausentado por mucho tiempo. —le dije y solo gruñó, voltee a ver a la bella joven —Subamos.

—¡Nunca he montado un dragón!

—Confíe en mí, Selina.

—¿No me dejará caer?

—No si se agarra con fuerza. —ella tomó mi mano con cierta resistencia, subí al lomo del dragón para ayudarla, Selina se agarró con fuerza a mi cintura. —el dragón percibirá su miedo miladi.

—Por favor, solo no me deje caer.

—No lo haré, se lo prometo miladi. —me aferré a las escamas duras y las alas de Black se agitaron preparándose para elevarse, cuando emprendió vuelo fue haciéndose todo mucho más pequeño bajo nuestros pies.

Selina se abrazaba cada vez más a mí y eso me hacía sonreír, el viento seguro despeinaría su largo cabello rojizo.

—Lady Selina disfrute de este sentimiento, le aseguro que ningún otro podrá proporcionarle nada igual. —dije con posesión.

Volamos por cierto tiempo hasta que Black nos llevó a una montaña donde descansaría. Selina estaba entre eufórica y asustada por toda la situación.

—Se siente una libertad que pocos debieron experimentar. —me dijo cuando la ayudé a bajar del lomo de Black.

—Usted es extraña miladi. No sabría cómo explicarlo, la miro y solo…

— ¿Solo qué, majestad?

—Siento paz, tranquilidad, cariño…

— ¿Solo cariño?

— ¿Usted quisiera que fuera algo más? —pregunté con cizaña y en sus ojos vi cómo se contenía.

—No.

—Es difícil creerle cuando me mira y veo todos los sentimientos que se revuelven en usted miladi.

—Perdonadme pero no me apetece abrirle mi corazón, majestad.

—Ni yo tampoco espero eso, el corazón y el amor siempre los he considerado inútiles cuando tienen que ver mis propios intereses.—su mirada se endureció.

—Su corazón es tan duro y arrogante, usted y Catrina se merecen. —la agarré de la muñeca acercándola a mi cuerpo y ella se removía como una fiera.

—Tal vez mi matrimonio con su hermana sea lo que espera su padre y no sería ningún sacrificio tenerla esperando todas las noches en mi lecho. —veía como la furia se reflejaba en las expresiones de su rostro.

—¡Es un desgraciado, bastardo arrogante! —grito colérica, pronto se dio cuenta de lo que había dicho. —Y-y-yo… yo no quise.—balbuceaba buscando disculparse y solté una gran carcajada.

—Que ternura. —acaricié su mejilla, su piel era tan suave al tacto. —Hasta sus ataques de celos comienzan a gustarme.

—¡No estoy celosa! Usted es el prometido de mi hermana, no siento nada por usted.

—Entonces no deberá importar si hago esto —la tomé de la nuca y la acerqué a mi boca, saboreándola. Se resistió y se intentó alejar pero la retuve hasta que cedió y sus labios se movieron contra los míos. No sabía lo que me pasaba con esta mujer, me enternecía cada gesto, su manera tan suave de hablar, todo de ella me gustaba.

©𝕯𝖆𝖘𝖍𝖆. PARTE I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora