🥀 Capítulo 10🥀

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DASHA
Han pasado varios días y seguía en aquella celda. Me dejaba morir lentamente, traían la comida y me negaba a comerla. Solo esperaba a que por fin todo terminara, ya no estaba encadenada. Se dieron cuenta de que nada servía encadenar a un animal que no iba a escapar jamás.

Me escondía en un pequeño rincón donde la luz casi no llegaba. Cerré mis ojos deseando no volver abrirlos. Escuché como las rejas de la celda fueron abiertas, una luz alumbró mi pequeño rincón y aun así no quise abrir mis ojos. Todo era borroso, quería agua, unos brazos fuertes me levantaron del rincón, cargándome y pude apoyar mi cabeza en el hombro del hombre que me sostenía.

Por fin pude abrir mis ojos y ellos vieron el escudo grabado en la armadura, era un caballero de la guardia del hombre que me había quitado todo. Levanté la mirada y aprecié el perfil del hombre que me sacaba de la celda. Su mandíbula era cuadrada y sus pómulos altos.

Su sensación de protección me hacía sentir cierta tranquilidad. Caminaba conmigo en brazos y me llevaba lejos de la torre en la que fui prisionera. Volví a cerrar mis ojos, ¿Qué es lo que pasaría conmigo? ¿Por qué este hombre me sacaba de mi encierro?
No dije ni una palabra, él me llevó hasta uno de los dormitorios del castillo.

—Podrías haber hablado. —dijo en cuanto me dejó sobre la fina cama de la habitación.

— ¿Por qué me trajiste aquí?

—Ordenes de mi rey, yo solo obedezco. —respondió con un tono neutro.

Lo miraba con más detenimiento, no debía pasar de los treinta y tantos, hasta podría estar ya en los cuarenta pero el hombre seguía igual de apuesto. El cabello castaño, ancho de hombros casi tan alto de como lo era Drakk. Él me miró a los ojos, los suyos eran unos ojos azules tan claros.

— ¿Y cuál es tu nombre? —él frunció su ceño.

—Mi rey solo ordenó llevarte a un dormitorio y luego que te llevaré ante él, pero antes debes lavarte. —no había querido consumir alimentos y me sentía bastante débil.

—Como todo rey, se preocupa de que el prisionero no muera ¿cierto? —dije con frialdad y el caballero gruñó. — ¿No me dirás tu nombre?

Él se mostraba indiferente.

—Barr. Mi nombre es Barr. —confesó de mala gana.

—Sir Barr. Le queda el nombre. Me recuerdas a Sir Arnal.

— ¿Sir Arnal?

—él era un caballero, uno desterrado pero mi padre lo acogió bajo nuestro techo hace muchos años. Él nos enseñó a mí y a mi hermana lo que es defenderse a capa y espada. Probablemente esté muerto como el resto de mi familia y amigos.

—Pero no fue por nuestra mano que toda tu familia murió. El rey pudo desde un principio haberlos masacrado, desde el primer momento en que tu esposo y su gente pisaron esta tierra pero no lo hizo. Él tuvo compasión por tu pueblo, sabía que los celtas eran un pueblo guerrero y los respetaba por eso.

» Pero los vikingos no les importó para matarlos a todos y cada uno. —apreté mis manos en puños.

—Deberías callarte de una vez, sir. Ya sé que no fue tu amado rey quien masacró a mi pueblo —dije con rabia.

—Lo sabes pero le agregas más sangre a sus manos de las que ya tiene.

—Cállate, no desearás ver como pierdo el control. —terminé tan cerca de su rostro que sus ojos eran más azules de cerca. —No sabes cuánto espero que a tu rey se le ocurra o procure que mi muerte sea rápida y certera.

©𝕯𝖆𝖘𝖍𝖆. PARTE I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora