🥀 Capítulo 8🥀

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DASHA

¡Seguía viva!

Mis ojos lloraban, tosía y me arrastraba por las cenizas del bosque. Sentí el ardor en mi espalda, la fuerte llamarada del dragón me había logrado alcanzar y quemó parte de mi espalda.

No podía ver que tan grave era la quemadura pero si sentía el ardor. Me arrastré aferrándome a todas mis fuerzas. Había inhalado humo y mis pulmones se sentían aprisionados.
Me levanté por fin del suelo.

No escuché nada más que gritos de victoria y cuando vi las altas espadas en el aire y los hombres que las sostenían pude ver que no habíamos ganado, muchos de los cadáveres que se extendían por el campo de batalla no eran de los suyos. Apretaba mis manos en puños.

Se lo dije, le dije, se lo advertí y él como un necio no quiso escucharme”. —pensé colérica.

Debía alejarme, huir. Irán por Gemma, buscarán a los traidores y no tendrán piedad. Mi hermana era todo lo que me quedaba ahora.

— ¡Tú! —gritó un grupo de hombres.

Por instinto comencé a correr, me obligué correr, a ignorar el dolor de la quemadura. No importaba en dolor, importaba salvar mi propia vida. Corría lejos de ellos, eran muchos para enfrentarlos yo sola.

Solo necesitaba perderlos, debía perderlos. Mi cuerpo fue embestido por otro mucho más grande y musculoso, haciéndome caer al suelo, comencé a pelear como una fiera, movía mis piernas, arañaba al hombre que me quería aprisionar.

Levanté mi rodilla dándole un fuerte golpe en sus bolas y él lo siento y aun así no quiso apartarse, le propiné un cabezazo y ese golpe si lo hizo quitarse de encima y su nariz comenzó a sangrar.

Le quité la daga que traía, me disponía a volver a correr pero ya era bastante tarde, cinco hombres me tenían rodeaba, sus espadas en mano y en sus ojos la determinación de matarme de ser necesario. No tenía salida, no podría contra ellos yo sola y con solo una inmunda y pequeña daga mis probabilidades se acortaban.

—No tienes a donde huir salvaje. —se burló uno de ellos.

— ¿Quieren apostar? Siempre he sido partidaria de la suerte y el destino. —estaba en posición de pelea.

—Podrías atacarnos y tal vez lastimes a uno, dos si tienes tanta suerte como dices. Pero ambos sabemos que no será así. Escoge qué hacer.

—De nada me sirven tus opciones, me violarán de todas maneras y prefiero morir luchando.

—Tienes mi palabra de que nadie te violará.

— ¿Y cuánto vale tu palabra sajón? Dudo que la cumplas y probablemente seas el primero en querer hacerlo. —su ceño se frunció.

—Creo que ya has tomado tu decisión —apreté el mango de la daga en mi mano y la empuñé.

—Sí, he tomado mi decisión —ellos se fueron acercando. Y yo los esperaba con paciencia, que los dioses decidan mi destino.
Si he de morir hoy que así sea.

AITOR
La guerra había terminado. Los vikingos se retiraron como cobardes. Mi dragón aterrizó y se daba un festín con los cadáveres de los enemigos. Los hombres alzaban sus espadas en señal de victoria y vi a un pequeño grupo arrastrar a alguien que luchaba encarecidamente por soltarse.

— ¡Suéltenme, malditos bastardos! —gritó embravecida la valiente mujer. Uno de los hombres la golpearon en su cara, eso me enfureció.

— ¡Basta!  —grité llamando la atención de mis soldados. — ¡Suelten a la mujer!

©𝕯𝖆𝖘𝖍𝖆. PARTE I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora