🥀 Capítulo 27🥀

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SELINA
Logré preparar el antídoto a tiempo para dárselo a Aitor. Habían pasado cuatro días y él parecía recuperar sus fuerzas, los príncipes fueron mantenidos aislados y lejos de su padre, yo no me había despegado de su lado y siempre cambiaba las compresas para que bajaran su fiebre.

-Mi rey, debes recuperarte. -le susurraba al oído, lucia tan pacifico e indefenso. Tocaron la puerta de los aposentos. -Adelante -sir Barr entro a la habitación siempre imponente, el caballero estaba con su espada en funda.

-Miladi.

-¿Algún indicio de quien intentó asesinar a su majestad? -noté la tensión en los hombros del caballero.

-Ya encontramos al responsable miladi. -confesó apartando sus ojos de los míos.

-¿Quien fue sir Barr?

-Lord Benedict.

-No, me niego a creer que mi padre lo haya hecho. ¡Es ilógico!

-Lo encontramos intentado huir del castillo y las pruebas como el frasco del veneno fueron encontrados en sus aposentos miladi.

-No, no es verdad. -me puse de pie -Cuide del rey, sir Barr. Tengo que ir hablar con mi padre.

Mi padre podía ser muchas cosas pero no era un imbécil, obtendría mucho más beneficios con mi matrimonio que asesinando a Aitor. Muchas cosas estaban confusas y mi hermana brillaba por su ausencia, me daba cuenta ahora que no la había visto en días y más me convencía de que mi padre no pudo ser el responsable de esta tragedia.

Caminé hacia las mazmorras y les pedí a los guardias que me dejaran ver a mi padre. El carcelero abrió la celda y me dejó entrar, el gran lord Benedict no perdía su porte de orgullo aun encerrado.

-¿Qué haces aquí Selina? -pregunto sin mirarme.

-Tú no lo envenenaste ¿cierto?

-El frasco estaba entre mis cosas, por supuesto que fui yo.

-No, con mi matrimonio ya hubieras conseguido lo que querías: el poder y las fuerzas de Aitor.

-¿Cómo estas tan segura bastarda?

-El veneno es un arma de mujer y en la misma noche que Aitor cae enfermo, Catrina desaparece. Tu amor por mi hermana es tanto que pagaras por sus crímenes. ¿Por qué siempre la amaste más a ella que a mí? ¿Qué fue lo que hice mal para que me odiaran tanto padre? -evitó mirarme, me negué a soltar una lagrimas más por ellos dos -Ya no me importa, no seguiré suplicando por migajas de cariño de su parte. Solo te digo que Aitor no se quedará tranquilo cuando despierte.

-Si es que lo hace.

-Lo hará y ten por seguro que ni con mis suplicas podré aplacar la furia que desatará sobre ti y mi hermana. -Salí de esa celda y me encaminé a la habitación de mi rey, ya lo había dejado mucho tiempo solo.

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-Tiene que recuperarse. -recosté mi cabeza en su pecho, sus latidos eran pausados. -Le contaré un secreto... Me enamoré de usted la primera vez que lo vi pero me negué a ese sentimiento, te casarías con mi hermana y eras prohibido para mí. Mi corazón como un necio siguió contigo. Por favor no puedes morir, no puedes, te amo tanto.

-¿Me amas Selina? -preguntó burlón. Me reincorporé de inmediato y él estaba mirándome con aquellos ojos verdes brillantes y burlones.

-¡Estas despierto!

-Te escuché decir que me amas. ¿Es verdad eso Selina? ¿Me amas? -estaba tan feliz de volver a verlo despierto, de reflejarme en aquellos ojos verdes.

-Por supuesto que te amo más que a nada en este mundo. A ti y a tus hijos. -confesé para besarlo como había querido hacer desde hace mucho tiempo.

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DASHA.
Con cada día que pasaba me daba cuenta que Noruega no era mi lugar, nada me vinculaba a estas tierras, excepto mi hermana. Por más que tratara de estar feliz, sentí envidia de Gemma, ella tenía a su lado al hombre que amaba y yo me sentía una intrusa en aquel hogar, rodeaba de noruegos que no me toleraban y me culpaban constantemente de la muerte de Drakk. Al medio día Gemma se sintió agotada, apenas podía moverse y todas nos alarmamos al ver sangre manchando la falda de su vestido. Gorkan se encontraba lejos, cazando con sus hombres; Erika y yo acostamos a mi hermana en su lecho y la partera no tardó en llegar a la casa.

-Gemma estoy contigo, no te voy abandonar pequeña

-¡Aaaaahhhh! -su frente estaba llena de sudor. -¡Maldición, que infierno!

-Shssss pequeña, lo haces muy bien -sostenía su mano, queria que sintiera todo mi apoyo.
Mi hermana lanzó un último grito desgarrador y el llanto de la criatura se hizo presente.

-¡Es un varón! -anunció la partera, mi hermana y yo nos miramos con una sonrisa.

-Quiero verlo, denme a mi hijo. -después de cortar el cordón umbilical, limpiaron al pequeño para envolverlo en una manta y dárselo a mi hermana. -Es tan chiquito, míralo Dasha. Tan bonito, Gorkan se va a morir cuando lo vea, es hermoso.

-Es un Reyn, todos los Reyn somos hermosos -dije como toda vanidosas haciéndola reír.

Cuando Gorkan llegó y supo que su hijo había nacido gritó de gozo y alegría. Yo salí de su casa para sentarme afuera y dejar que la feliz pareja celebraran juntos el nacimiento de su primogénito.

Mi panza aun no era muy notoria, todas la noches le hablaba a mi bebe y pensaba en Barr, a veces lloraba imaginando que cuando volviera a verlo él me repudiara por haberle privado de la existencia de su hijo.

-Desde que estas aquí siempre estas melancólica cuñada -giré mi rostro encontrándome con Gorkan, él se sentó a mi lado -Puedo entenderlo, éstas ni siquiera son tus tierras y la gente no es tu agrado.

-Aquí esta Gemma.

-Pero no está el padre de tu criatura. Me imagino que es él a quien siempre piensas en las noches y añoras como lo estabas haciendo hace un momento. -aparté la mirada de él. -Vuelve sí tanto lo extrañas, ¿o también murió? Es aterrador ver que todos los hombres que se te cruzan mueren.

-No es nada gracioso imbécil. Él sigue vivo pero probablemente debe estar odiándome por irme como lo hice, fui egoísta y ni siquiera le di la oportunidad de saber que sería padre.

-Debo decir Dasha Reyn que fuiste una gran perra al hacerle eso. ¿Él te amaba? -asentí -¿Y tú a él?

-También.

-Pues creo que pudiste tomar otra decisión. Podrías irte, buscarlo.

-Temo por su rechazo y su odio.

-Dasha Reyn teniendo miedo, no pensé que viviría para escucharte decir algo así. -ambos reímos, comenzaba aceptar a Gorkan como cuñado, después de lo acontecido aceptaba que todos habíamos cometido errores y ninguno estaba para juzgar al otro.

©𝕯𝖆𝖘𝖍𝖆. PARTE I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora