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A L I C I A 

―Amor, que te parece si vamos a la habitación ―me susurra en el oído Alexander. Ruedo mis ojos y no le digo nada, simplemente me río y acaricio sus manos posadas en mi estómago.

Lentamente me salgo de su agarre y me giro.

―Preferiría comer, la charla me dejó hambrienta ―me dirijo a la cocina con Alexander siguiéndome. Es asfixiante este hombre.

―Me gustaría comerte a ti ―y nuevamente me sostiene.

―No querrás que me desmaye otra vez, ¿no? ―cuestiono posando mis manos en su hombro para alejarlo un poco pero sin que se lo tome a mal.

Él niega y yo le sonrío con calidez.

―Bueno, entonces vamos a comer, además, quiero cocinarme algo, quiero sentir que hago algo por mí ―y sin más comencé a ver qué podía cocinar.

Sorprendentemente Alexander tenía algunas hamburguesas, había algunas papas, así que la comida se hizo sola, prácticamente.

Al cabo de una hora ya tenía mis papas freídas y mis hamburguesas cocinadas, al igual que las de Alexander, quien por cierto no había apartado su mirada de mí en todo el rato que iba y venía por la cocina, no me incomodaba ya que a este punto necesitaba destensarme a su lado así su confianza fluiría por si sola al ver que me comenzaba a comportar normal a su lado.

Una vez finalizada nuestra cena, él comenzó a beber y beber, cosa que me preocupó, si me tocaba, no iba a poder no sentir asco y el comienzo de mi plan se iría al demonio.

Se sentó en el sillón y yo lo veía desde el comedor, tratando de hacer el menor ruido posible.

―Amor, ven aquí ―me dice algo fuerte, a pasos lentos voy―. Siéntate conmigo ―y con miedo, me senté en un extremo del sofá. Sí, estoy muy asustada―. No, no, no, más cerca- dice estirándose hacia mí, pero queda acostado sobre mi muslo.

Sí que estaba borracho.

―Tu pantalón me hace picar ―se rasca su lado de la cara― ¿Por qué no te lo sacas? Además, hace calor para usar pantalón- y sin esperarlo, él se levanta y se saca el suyo, pero este queda trabado en sus tobillos, maldice por lo bajo y luego se ríe mientras se sienta en el piso cruzando sus pies, calla su risa y me mira fijamente― Eres tan linda, tan mía ―trata de pararse, pero se cae sobre su estómago, de nuevo se ríe―. Soy un maldito borracho, pero te amo tanto, mierda- y se comienza a arrastrar hacia mis pies, se arrodilla ante mí y mantiene nuestras miradas fijas―. Eres tan pura, joder- con su mano izquierda acaricia mi mejilla lastimada -Qué feo moretón, ya entiendo por qué no me amas.

Contra todo mi asco, tuve que hablar o empezaría con sus delirios de ebrio.

―Puedo empezar a hacerlo ―le digo de forma tierna, acariciando su mejilla y la apretándola, sacando un quejido de Alexander.

―Claro que puedes, por eso te amo tanto, ves mi lado bueno ―dice mientras pone su cabeza en mi muslo.

Si tan solo tuvieras un lado bueno, quizás sentiría lástima de este imbécil, pero me tiene sin cuidado claramente.

No me di cuenta de lo que sucedía hasta que escucho los leves ronquidos de Alexander.

Punto para mí.

Suavemente me levanto y dejo su cabeza apoyada en el sofá para luego subir las escaleras e ir a la habitación. Una vez allí me vestí y dormí, hacía tiempo que no me encontraba tan relajada.

(...)

Al rededor de las 5 de la mañana tuve demasiada sed, somnolienta, me levanté y fui al baño porque... ¿Para qué bajar si tengo agua aquí?

Mafioso PosesivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora