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Agradecía tener un par de zapatos extra en su auto, los cuales eran unos tenis blancos que solía usar cuando sus pies ya no resistían los zapatos de su escuela porque sino no sabría como haría para caminar a través de la maleza con la tierra húmed...

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Agradecía tener un par de zapatos extra en su auto, los cuales eran unos tenis blancos que solía usar cuando sus pies ya no resistían los zapatos de su escuela porque sino no sabría como haría para caminar a través de la maleza con la tierra húmeda cediendo debajo de sus pisadas siendo esto un poco resbaloso y además, alguna que otra rama en el suelo por la que tenía que sobrepasar si quería avanzar.

Mientras estacionaba a una distancia considerablemente lejos del aserradero había pensado que si quería que todo le saliera bien debía tomar ciertas precauciones para ello. Por ejemplo, no hacer evidente su llegada al dejar su auto lejos de los caminos que llevaban al lugar de su interés, usar ropa cómoda o algo así porque no había tenido ocasión de cambiar su uniforme, y por último, pero no menos importante, no ir por los caminos ya que no sabía por dónde podrían arribar Sana y sus amigas. Lo más positivo de todo es que el aserradero era visible a la distancia y no tendría posibilidad de desorientarse y perderse en ese pequeño bosque. Con todo el esfuerzo que estaba haciendo no podía evitar preguntarse ¿Por qué esas chicas habían elegido un lugar como ese para encontrarse? y, ¿Cuál era su motivo para reunirse ahí? Esperaba descubrirlo por las buenas.

Una corriente parecida a una eléctrica recorrió sus extremidades y brazos haciendo sentir su piel de gallina al instante cuando vio llegar a Sana al aserradero por uno de los laterales del edificio, a pesar de lo tarde que era y la oscuridad que eso conllevaba, su característico cabello color fantasía la hacía resaltar por donde ella se moviera. Su atención ahora se enfocó en el hecho de que Sana batallaba con la cerradura del lugar hasta que esta pareció ceder bajo el trato de la chica, lo cual era extraño porque la pelirosa sólo pareció tirar del candado sin más. Tzuyu empezó a dudar de lo que sus ojos vieron, tal vez en algún momento que pensaba en su piel erizada la otra chica había colocado la llave en la abertura disponible para ello y sólo había sido necesario un poco de fuerza para quitarlo, y no lo que su cabeza suponía, que Sana tenía mucha -demasiada- más fuerza de la que podía aparentar. Antes de que la pelirosa entrará dio una mirada a los alrededores e incluso sobre su hombro, lo que hizo a Tzuyu esconderse por instinto detrás del tronco de un árbol para evitar ser vista, pasando unos segundos se asomó por uno de los laterales del leño encontrándose con la espalda de Sana mientras caminaba adentro del lugar.

Era hora del show.

Se aseguró de tener su teléfono a mano ante cualquier situación posible y para salvaguardarse a sí misma, le activo el modo silencio. No quería que nadie se interpusiera entre ella misma y el trío de amigas. Salió de su improvisado escondite procurando echar un vistazo a todos lados mientras caminaba hacia la entrada del aserradero. Estando ahí comprobó que el aro estaba deshecho en la punta que se insertaba en el cuerpo del candado, dato con el cual no sabía cómo sentirse si tenía que ser honesta.

La iluminación del lugar era tenue ya que se basaba en su mayoría en los últimos rayos del sol que se colaban por las ventanas y que su intensidad iba en disminución al pasar del tiempo, largas columnas de maderos se alzaban casi a la misma altura del techo cóncavo dándole a Tzuyu la sensación de estar en un laberinto por la disposición a veces cruzadas de las filas del material, incluso el olor característico de la madera llegaba hasta lo más profundo de sus fosas nasales, pero más allá de eso, no había nada de lo cual temer sobre el lugar. Era mejor decir que la razón de su miedo iba más por el lado de lo vivo que de lo inanimado. Tzuyu al usar como referencia la longitud del techo se dio cuenta que estaba llegando a la mitad del espacio sin aún tener rastro de ninguna de las chicas que tendrían que estar ahí. Esto rápidamente se vio contrariado al girar en una esquina de las filas y encontrarse de cara con Sana.

GЯΣKΉΛ「 satzu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora