1.14. Interlude.

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Ya no sentía dolor en absoluto

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Ya no sentía dolor en absoluto. Eso era el aspecto positivo. Ahora su única preocupación era saber dónde estaba.

Por la facilidad en que las hojas caían ante la ventisca que se movía de punto a punto y el color característico del otoño en la vegetación, que se había teñido en ella, sabía que no estaba en su ciudad. Al menos eso era lo que pensaba porque dentro de los libros que le habían hecho leer sobre la geografía, geología e incluso de fotografía sobre la ciudad no figuraba una cueva tan singular como la que tenía en frente. No era tan prominente como las demás pero si tenía el ancho necesario como para dejar entrar a alguien y enfocando bien su vista en el interior de la misma, podía ver que iba en descenso. Detrás de ella todavía se observaba una línea de árboles de roble que daba la sensación de camuflaje a una planicie sobre la que parecía haberse instalado varias cabañas antiguas en su tiempo y que ahora lucían en ruinas.

El paisaje que estaba frente a sus ojos le daba una proporcionaba una sensación de nostalgia. Casi podía visualizar el verde invadiendo toda la zona, desde el suelo hasta la copa de los árboles a la lejanía. Incluso la magia de la naturaleza viva podía hacer que la percepción del viento para ella fuera diferente. Apostaría que en sus mejores momentos el viento sería tan juguetón de levantar un poco su falda azul marino con paletones al frente pero nunca sería de manera perversa sino como un juego para mostrar su fuerza. Ella quedándose ahí demostraría que estaba dispuesta a jugar.

A pesar de todas las sensaciones que podía experimentar a simple vista, algo en su interior intuía que había algo más. El crujir de los árboles junto con el incremento de la magnitud del viento que los mecía, era una orquesta un poco tétrica. Le recordaba a una canción del siglo pasado que trataba sobre noviembre y su lluvia. El recuerdo era por la estética solamente.

Volviendo a la duda sobre su ubicación. Lo último que recordaba haber sido apuñalada por Irene, desde la distancia seguramente porque nunca percibió la cercanía de Irene a su espalda. No era nada agradable haberse visto agredida y aunque recién la conociera, estaba decepcionada de Irene por su actuar. Además, sentía una gran impotencia por no haber visto a sus madres una última vez por causa de algo que no hizo. Soltó un grito de irritación que se había estado guardando desde hace mucho. Su voz regreso a ella como eco, ¿estaría en el cielo? aún no lo podría saber con certeza, aunque desde su punto de vista, el ruido que generó era muy real al punto de hacer vibrar sus orejas. Nunca creyó en ese lugar divino pero tampoco creía que ella estar ahí después de todo.

Por fin se aventuró a dar un par de pasos en dirección a la cueva, las hojas secas crujian bajo sus pies y a pesar de que la suela de sus zapatos no era tan delgada podía llegar a percibir la baja temperatura del suelo. Le daba la sensación que debía el ambiente debía estar a una temperatura baja pero la única que podía percibir era la del piso. El relieve de roca que delimitaba era estrecho pero como pensó antes, pudo entrar. Además, lo hizo de manera contraria a como seria en un parto común. Primero sus pies.

Algo singular que notó, mientras bajaba apoyando sus pies en las grietas de las paredes, era que había cierta iluminación que brillaba al final de la inclinación. Tanto pensó en ello que en una de esas veces que apoyó su pie en una fisura del material sólido resbaló desde una altura de poco menos de metro y medio. Termino sobre su abdomen en el piso y a parte de la suciedad en su ropa, no tuvo mayor suerte adversa.

La luz del lugar era proporcionada por unas antorchas a ambos lados de la pared. Llegó a preguntarse cuánto tiempo estarían ahí porque el estado de las casas allá arriba demostraba que nadie mantenía ese lugar hace tiempo. Estaba la posibilidad de que podían haber sido encendidas recientemente pero no escuchaba o veía huellas de actividad humana. Incluso había una ligera capa de polvo bajo sus zapatos y que ahora sobre ella. Ya habiéndose sacudido un poco la suciedad se acercó a la fuente de luz rudimentaria aunque esta último adjetivo no era del todo acertado. En forma era como cualquier antorcha, un mango por donde sostenerla y el fuego. Lo singular de la que tenía en frente era que en vez de ser madera la porción por donde se le sostenía, un tipo de hierro hacia el trabajo de mango. En la parte superior se engrosaba un poco dándole un aspecto de una corona con detalles tallados. Ahí estaba de nuevo ese misma figura que había visto en la foto que me le mostró el oficial Myoui. Un flash acompañado de una imagen se manifestó en su mente y fue cuando se dio cuenta que tanto la figura tallada en el hierro como la que fue dibujada en el espejo del baño y el tatuaje de Sana eran la misma.

Era mucha coincidencia. Consideraba que tenía que ser Sana.

Estando en ese lugar y en ese mismo momento, ese descubrimiento no le podía parecer más lejano. Era ajeno a ella como ver una obra trágica pero sin tener la capacidad de interceder en sus actos.

Después de haber congeniado con ella en las últimas horas, le sabía tan mal tener esa información. No había sido mucha interacción, tampoco Sana mostraba ser diferente de una persona común a pesar de su hostilidad con ciertas pláticas.

Nadie deseaba tener un conocido o conocida, como en este caso, que fuese capaz de hacer tal barbarie. Tzuyu no sería la excepción. Tampoco es que la familia de Gogo fuera un ejemplo a seguir, tenía suficiente con lo de Irene. En lo único que podría encontrar consuelo era haciendo lo que creía correcto.

Si había encontrado algo tan útil en ese pasillo no podía esperar para ver el resto del sitio. El túnel se extendió al menos cuatro metros más hasta que pudo llegar a una sala. Unos escalones era lo primero de lo que tenía que tener cuidado ahí. La gran roca circular rebanada que estaba en el medio de la habitación era imponente. Estaba adornada, si se podía decir así, por unas cadenas junto con cuatro grilletes. Dos en la parte superior y dos en la inferior. En el interior de la circunferencia había unas hendiduras y acercándose para observar mejor, pudo observar que estás formaban un estrella con dos círculos alrededor. Había arañazos a los lados y no podían ser más líneas de la figura porque estas eran más profundas, limpias y para nada aleatorias. Entonces vino a su mente el pensamiento que alguien debió estar ahí en su momento.

Habiendo visto eso reformuló su pregunta de antes e iba así, si el paisaje era objetivamente melancólico y no podía sentir tanto físicamente agregado al hecho de que el sitio donde estaba podría ser perfectamente una cámara de tortura, ¿podría ser esto el infierno?

La respuesta era la misma que la vez anterior sólo que estaría un poco más de acuerdo con esta elección. Recorrió con su mirada la sala una vez más y en ese vistazo pudo notar que había dos entradas, una que daba directamente por donde había entrado anteriormente y por último pero no menos importante, el lugar por dónde entraba toda la luz. Si tenía que adivinar qué era su primera opción y la más viable, es que estaba debajo de un pozo. Las pequeñas rocas perfectamente acomodadas una enzima de la otra que se veían a través de una masa de agua que se mantenía en el aire a forma de tapadera, eran una sugerente pista en conjunto.

- Eso es tan raro, Dahyun.

Porque sí, para Tzuyu no había otra persona capaz de lograr todo lo que estaba viviendo ahí que no fuera Dahyun.

Porque sí, para Tzuyu no había otra persona capaz de lograr todo lo que estaba viviendo ahí que no fuera Dahyun

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Interlude: Interludio.

GЯΣKΉΛ「 satzu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora