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Cuatro días hundida en los rincones de su mente

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Cuatro días hundida en los rincones de su mente. Esa era la forma más amable de decirlo, porque la realidad era que había estado cuatro días hundida en su propia miseria. Junto a la ayuda de su reloj de mano podía decir que el calculo exacto de su desgracia era cuatro días, seis horas y once minutos con algunos segundos. La razón de tenerlo tan presente era que cuando el oficial Myoui abandonó el pabellón donde ella estaba, vio la hora en la que el uniformado abandonó la sala. Entonces, desde hace cuatro días y un cuarto de horas del día presente, Tzuyu había finalizado la noche más difícil en su vida.

La razón principal para ausentarse de su escuela era el malestar físico, aún le costaba un poco movilizarse por lo magullado de su cuerpo. Además, su familia considero prudente esperar que las heridas en su cara se sanarán para no atraer la atención de los curiosos. Así que dentro de poco volvería a su centro de estudios con no más que una herida cerca del labio que esperaba cicatrizara bien y algunos moretones que serían unos dignos rivales para el maquillaje.

Siendo así que por fuera se veía como si fuera cualquier otro día en su vida. Pero el interior era otra historia, una muy personal.

Tzuyu podía resumir fácilmente que en esos cuatros días había estado más consciente de sus emociones que en toda su vida hasta ese entonces. El inicio de su decaida fue una profunda tristeza, manteniéndose cautiva en su habitación y con el llanto como la mayor prueba de esto, en algunos momentos había llorado por la culpa, también debido a una frustración que era impulsada por el enojo que almacenaba, ante considerar haber sido una completa inútil frente a Irene. Algo curioso es que nunca lloró de alivio porque todo ese infierno hubiera terminado en el mismo día que empezó. Nada, ni una tan sola lágrima o algún indicio de que era capaz de hacerlo por ese motivo.

Después estaba el asunto de las pesadillas, simplemente no podía dejar de sentir un poco de pavor a esa entidad que su propia cabeza había creado por alguna razón qur ahora mismo desconocía. Todo esto debido a que al tener reposo, con un par de analgésicos recetados de por medio, no era de extrañar que tuviera ganas de dormir todo el tiempo y a veces involuntariamente tuviera que sucumbir al mundo de los sueños. Esto desembocaba en una historia cíclica de no acabar con esa pesadilla reproduciéndose una y otra vez, como una vil melodía del diablo que no podía ignorar del todo.

Si intentaba encontrarle algún significado a toda la situación que su cabeza creaba, no le veía una aplicación válida en su vida como solían recomendar las personas para interpretar los sueños y sacarles buen provecho en estos casos. Sin embargo, el hecho de que el ente en sus sueños tomará su físico, no lo hacia más fácil de digerir. Ella no quería ser alguien como la de su sueño y tampoco quería verse relacionada con algo de esa índole como lo era el mundo sobrenatural.

Una de sus manos fue a la zona de su pecho, justo sobre el corazón, era una costumbre que había tomado desde la primera vez que tuvo la pesadilla y no paraba de hacer eso, ya que unas cosquillas incómodas que se instalaban ahí, le hacían sentir como si realmente su cuerpo se hubiese visto profanado de la misma forma en la que fue partícipe, aunque no creía que fuera posible tomar el corazón de alguien en el interior con solo estirar su brazo de esa forma tan brutal. La sola posibilidad de que fuese real le hacía sentir el estómago apretado de una forma dolorosa. No estaba dentro de los estándares de su vida cotidiana, no habría forma que se acostumbrará a ver algo así.

GЯΣKΉΛ「 satzu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora