Dennis
Hubo un golpe en la puerta y luego sólo el pequeño arrastrar de pies. Mi pecho dolía. Mi madre me había llamado de camino a casa para decirme lo que había hecho y que ahora saldría a tomar algunos cócteles con amigos. Yo sería quien tendría que tranquilizar a Dalu. Mi madre no podía manejar el estrés que eso implicaba. O eso es lo que me dijo cuándo llamó.
-¿Dennis? -La voz de Dalu llamó con un hipo. Había estado llorando.
-Estoy aquí, Dalu -dije mientras me levantaba de donde yo había estado sentado en la esquina. Era mi escondite. En esta casa necesitabas un escondite. Si no tenías uno, cosas malas sucedían.
Mechones de los rizos rojos de Dalu se pegaban a su cara mojada. Su labio inferior tembló mientras me miraba con esos ojos tristes. Casi nunca los veía felices. Mi madre sólo le daba atención cuando necesitaba vestirla y presumirla. El resto del tiempo era ignorada. Excepto por mí. Hice mi mejor esfuerzo para hacerla sentir querida.
-No lo vi. Él no estaba allí -susurró mientras un pequeño sollozo escapó.
No tuve que preguntar quién era "él." Lo sabía. Mamá se había cansado de oír a Dalu preguntar por su padre. Así que decidió llevarla a verlo. Desearía que me lo hubiera dicho. Desearía poder haber ido. La mirada afligida en el rostro de Dalu provocó que mis manos se cerraran en puños. Si alguna vez veía a ese hombre iba a darle un puñetazo en la nariz. Quería verlo sangrar.
-Ven aquí -le dije, extendiendo la mano y tirando de mi hermana pequeña hacia mis brazos. Envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me apretó con fuerza. En momentos como este era difícil respirar. Odiaba la vida que le habían dado. Por lo menos, yo sabía que mi padre me quería. Pasaba tiempo conmigo.
-Tiene otras hijas. Dos. Y son... hermosas. Y tienen una mamá que las deja jugar afuera en la tierra. Usaban zapatos tenis. Y estaban sucios. -Dalu tenía envidia de unos zapatos sucios. Nuestra madre no le permitía ser menos que perfecta todo el tiempo. Ni siquiera tenía un par de zapatos tenis.
-No pueden ser más hermosas que tú -le aseguré, porque lo creía firmemente.
Dalu sollozó y luego se apartó de mí. Levantó su rostro y me observó con sus enormes ojos. -Lo son. Las vi. Pude ver fotografías en la pared de ellas y un hombre. Las quiere... Él no me quiere.
No podía mentirle. Tenía razón. No la quería.
-Él es un estúpido idiota. Me tienes a mí, Dalu. Siempre me tendrás.

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Nunca demasiado lejos
Hayran Kurgu(Segunda parte de la adaptación Demasiado Lejos). Él guardaba un secreto que destrozó su mundo. Todo lo que ella sabía ya no era cierto. Angie no podía dejar de amarlo, pero sabía que nunca podría perdonarlo. Ahora estaba de vuelta en casa y aprend...