Sol te está robando.En el entretanto, nos topamos con tres bicicleteros que iban en vía contraria, un viejo jetta café con las puertas amarillas que parecía pokemón, y un vochito negro. Bueno, Sol y tú. Yo estoy pintado aquí.
Ninguno se fijó en la carretilla, exceptuando al que conducía el vochito. Ese fue el más peligroso de todos. Casi te atropella, pero no te alcanzó a rematar. Sol alcanzó a vociferar conjuros altisonantes que desconcertaron al conductor cuando se volteó la carretilla y tu trasero quedó al descubierto; aunque creo que fuiste tú lo que desequilibró al conductor.
Por eso Sol tuvo que sacar la mitad del rollo de bolsas de basura. Te cobijó de pies a cabeza y te acomodó de nuevo para que no se vieran tus desgracias, también te pidió que guardaras silencio y no hubo más inconvenientes. Eres obediente. Hasta ahora permaneces callado y quieto en la carretilla. Tal vez eras sumiso cuando vivo, o a lo mejor ya te volviste a morir.
Hubo un momento en el que tu nueva amiga se quedó pensativa en las vías. Como que te quería dejar ahí entre las monedas que ella oculta sobre las piedras. Se te estaba saliendo el brazo, al sol no le faltaba nada para salir y no habías dado más señales de que no estuvieras pudriéndote. Y es que oye, sí nos cagamos de miedo con lo que hiciste, yo también hubiera dudado a medio camino. De hecho, todavía no me quito las ganas de vomitar.
Pero bueno, ya debes de saber cómo es Sol, no te pudo dejar. En cambio, yo sí te hubiera dejado.
—Ahora sí silencio absoluto, Rob —te habla el pato—. Ya estamos en la calle, según yo, todos deben de estar dormidos aún. Lobo siempre sale tarde al trabajo, Concepción y Chabelita ya están retiradas así que están dormidas, y Rarito trabaja de noche.
—Sh.
¿Rob?
¿Hablaste?
No sé si lo pálida que está Sol es porque le sangró mucho la mano, o porque estás rompiendo todas las leyes de la vida orgánica conocidas. Igual sonríe con cierta diversión y continúa la caminata.
—Eso es, Rob. Sh —responde ella.
Pasamos por una diminuta glorieta escondida al lado de un invernadero cerrado con candados. Ahí unos árboles que nadie se molestó en podar cobijan la entrada de unas estrechas calles pavimentadas. Cualquiera que pasara al lado de esta vía, no se daría cuenta de que hay gente viviendo aquí. Primero notarían a los demonios que viven debajo de tanta maleza antes que a las calles.
Te empujan con prisa sobre el concreto hasta que llega a la ventanilla de la caseta de seguridad. Hay una señora que parece muerta como tú, pero solo está durmiendo con la boca abierta. Sol no le toma importancia. Debe ser común en ella ese comportamiento.
—Vivo en el 243. Justo en medio de la calle, un poco más al fondo que al frente. En las casas pegadas a los rieles. Al lado derecho de mí vive Lobo y a la izquierda hay una casa que lleva una década en renta.
Creo que ya le gustó al pato jugar contigo. Yo que tú no me emocionaría mucho. De seguro es de esas personas que le hablan amablemente a todos los muertos. También cabe la posibilidad de que no sea tan buena persona. ¿Quién en su sano juicio se lleva un cuerpo a su casa?
La caminata se ralentiza. No te asustes, pero hay un sujeto medio maldito a nuestra derecha. Mide dos metros, te verías ridículamente débil y horrible a su lado. Es el tipo de hombre que crea inseguridades al segundo. Está de pie frente a la entrada de su casa y curiosamente es la única que parece no tener mil candados para entrar. Tiene varios zapatos arrumbados en el escalón, pero lo que se destaca es ese árbol entre el pasto, el único verde de todas las casas.
ESTÁS LEYENDO
Ni tan vivo, ni tan muerto | #PGP2024
Humor¡No te alarmes, pero estás desnudo y muerto! Bueno, muerto, muerto, no lo estás del todo... Galintia es una ciudad perdida en la violencia y la sangre. Entre los cuerpos que rebosan las calles, Sol encuentra a Rob y decide llevarlo a su hogar e inte...