XIX - Ring, ring

257 60 287
                                    

sabemos lo que isistes.

ya bamos por ti.

Valimos gorro. 

—Ahí está —exclama Rarito dejando la carretilla a un lado. 

No, no se refiere ni a la gigantesca manta de letras rojas, ni tampoco a los seis hombres que cuelgan de un poste vestidos con trajes amarillos. Cinco hombres... El sexto se acaba de caer, no estaba bien amarrado. 

—Ya lo chupó el diablo.

Sí, sí. Rarito se refiere a la enorme tarántula que se encuentra medio escondida entre las vías. Tiene largas patas con anillos rojos y cada uno de sus ojos parece mirar a alguien, lista para atacar y matar. 

—Ten. —Rarito le pasa un frasco de vidrio a Eduardo, el vecino que vuelve a andar medio desnudo en la calle—. No la vayas a apachurrar, la quiero vestir de ninja. 

—Wey, no mames —reclama Eduardo—. ¿Me levantaste de la cama solo para agarrar una araña? ¿Por qué no le pides a uno de estos que la agarre? 

—Es la una.

Tienes razón, Rob. ¿Por qué Rarito levanta los cuerpos tan tarde? ¿Y por qué demonios el de su carretilla luce como momia de hace tres mil años? ¿Ves? Tienes que agradecer que te levantó Sol y no este sujeto. Cosas peores te hubieran pasado. 

Eduardo frunce el ceño y levanta la vista hacia el cielo. Se queda un par de segundos ahí, mirando directamente hacia el sol. Creo que está intentando leer la hora, pero según yo, así es como la gente se queda ciega.  

—A Sol y a Rob les hablé por si no te levantabas —comenta Rarito—, a Rafael le hablé por si Sol y Rob no se levantaban. Pero tú estás aquí y te toca agarrar la tarántula. 

El joven semi desnudo, que lleva los pantalones de una pijama de vacas azules, se agacha y permanece quieto un par de segundos. Ojalá no se lo coma la tarántula, no me cae tan mal. 

—La voy a llamar Mango —exclama Rarito contento.

—Esos tacos de pastor del menú han de ser milagrosos —habla Rafael volteando a la escena de la tarántula—. Veinticinco pesos cada uno. ¿Qué tienen? ¿Cebollas de oro?

—Tal vez las tortillas están buenas —responde Sol.

Sí, acerca de eso, la cosa es que el mensaje macabro de ahí está escrito sobre el enorme anuncio del menú de un local de tacos. Hubiera sido mejor escribir encima de la pared del hospital abandonado porque en la manta ni siquiera se alcanzan a distinguir bien las letras. 

Rafael y tú fueron los únicos sobre las vías que leyeron con atención el mensaje sangriento. A Sol y a Rarito les valió media bolsa de aire que se cayera uno de los señores colgados, ellos están más emocionados por la tarántula que intenta escapar, moviéndose justo en el lugar donde el cuerpo del joven vándalo hizo traca-traca.

—Puede ser. —Rarito agarra al cuerpo de la carreta y lo mueve como si fuera titiritero—. Pero no creo que sean tan buenos tacos. Los buenos, buenos de los buenos, son los de dudosa procedencia. Esos que no sabes si sobrevivirás al día siguiente después de comerlos.

No nos hagamos mensos, Rob. El mensaje es para Sol, pero no parece preocupada por ello. ¡Mírala! Le está hablando a la araña esa.   

—Oye, Raro, ¿por qué tu cuerpo está morado? —pregunta Rafael. 

—¡¿Dónde?!

Rarito no deja de palparse la cara hasta que le señalas el cuerpo tieso de la carretilla. El hombre aliviado levanta la mano del pobre difunto, y choca su palma con la mano muerta.  

Ni tan vivo, ni tan muerto | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora