IX - Carne humana

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—Sol, ya no duermas.

Córrele la mosca a la apachurrada que ya se la están comiendo. 

No. No podemos dejarla, pero tampoco podemos quedarnos aquí. Hiciste bien en traerla a la glorieta de la entrada de la calle, entre tantos árboles y hierbas nadie nos ve; pero, ¿y si empieza a inflarse? Aquí hay pájaros carroñeros. Te van a sacar los órganos a ti y luego se la van a comer a ella. ¿Cuánto tiempo llevamos esperando a que despierte? 

¿Y qué vamos a hacer con un muerto tú y yo? Yo que solo soy una voz en tu mente, y tú que solo eres... eso. 

Tú reviviste. Deberías de saber qué hacer para revivir a otros. Háblale al don de las puertas del infierno. Supongo que es tu amigo ya que te dejo volver, dile que todavía nos hace falta Sol. Le podemos ofrecer el cuerpo de uno de los vecinos, haremos una especie de transmutación para que nos acepte la petición. 

Aunque antes de hacer rituales con los del más allá, deberíamos de acomodarle el cuello de vuelta a Sol. De paso le acomodamos el pie que definitivamente no va ahí, y el brazo se lo podríamos pintar con lodo para que no se vea tan mal... También hay que corroborar que está muerta. Ya te quedaste mucho tiempo esperando. Acércate y, no sé, sóplale en los ojos para ver si reacciona.   

—¿Sol?

No te va a responder, Rob. Solo a la señorita se le puede ocurrir detenerse en medio del cruce cuando vive en un sitio donde les arrancan las cabezas a las personas solo por diversión. Maldita sea, ¿qué voy a hacer yo con dos muertos? Con lo rarito que saliste tú era suficiente. 

Lo que más me preocupa de Sol es ese brazo izquierdo que aunque lo veas con los ojos entrecerrados, parece que está mutando. Es más mancha grotesca que brazo. ¿Ya viste? Las venas quieren salirse de su lugar, como si fueran gusanos. 

¿Le estás poniendo tus lentes? ¿Para qué o qué? Dudo mucho que esas gafas hayan sido las que te trajeron de vuelta del infierno.

¡Mira! Las venas del brazo se van calmando poco a poco. A lo mejor ahora sí ya se nos colgó por completo. 

—¡El carro! 

Sol se sienta de golpe. El cuello, con un par de tronidos, vuelve a su lugar como si fuera lo más natural del mundo después de recibir un trauma. Respira con dificultad y voltea hacia ti. Pone ambas manos en la cabeza, pero no parece ser de dolor. Incluso con ese labios inferior partido a la mitad e hinchado por completo. 

Ella mira su pie, pero no parece darle importancia. Deberías quitarle las gafas, le quedan demasiado grandes, y ahora no puedo leer las expresiones. A lo mejor está disfrutando que está toda rota y me lo estoy perdiendo.  

Ahora que lo pienso, puede que las gafas sean especiales. 

Tiene sentido, ¿no? Escucha. Las cosas estaban destinadas a esto, solo así debe de ser. Alguien importante, nombrémosla doña Q, de esas personas que se dicen estar arriba de los de arriba; te mandó esas gafas. Probablemente doña Q es parte de una organización como los Foca, pero más desarrollados. Imagínalo, Rob. Guaridas subterráneas, teléfonos rojos, códigos, persianas automatizadas, baños que se limpian solos... Doña Q tiene el mundo en la palma de su mano y nosotros solo somos sus peones. 

¿Y sabes qué le pasó con tanto poder en sus manos, Rob? Doña Q no quería soltarlo. Quiere ser inmortal. Seguramente está haciendo su propio ejército de ni tan vivos, ni tan muertos. Y de ahí saliste tú. 

Puede que se haya deprimido con el resultado. 

—¿Se llevaron también el pastel? —pregunta—. Ah, qué mal. Lobo se va a enojar, no tanto por el pastel, por el coche ese. Le gustaba bastante. Abría el capó y luego empezaba a hablar del motor. 

Ni tan vivo, ni tan muerto | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora