Ni tan vivo, ni tan muerto | #PGP2024

V - Las manos no se comen

Yo creo que eso de tener pájaros disecados en el mueble de las vajillas junto al comedor no es de gente de bien. ¿En qué momento se le ocurre a Rafael que es una buena decoración? No logro entenderlo. Tú no dirías: «Ah mira, tiene un pajarito muerto ahí, se ve muy bien junto a los tarritos de barro y hace buen conjunto con las tazas de café.» 

Sé que estás incómodo y no precisamente por los pájaros, ni por la horrible decoración de este hombre; la escena no es la más agradable que te ha tocado desde que reviviste.

La mesa se ve ridículamente arreglada para la clase de comida que está servida. Hay unas servilletas de tela doblada, cubiertos con figuras exóticas en el metal, un par de velas aromáticas y unos panes en medio de todo (los cuales no estoy seguro de que sean reales). Pero la mesa no es el desastre, ustedes lo son. 

Enfrente de cada uno está la comida; un plato con unas cosas circulares y amarillas, que parecen ser papas, al lado de unas hojas verdes grasosas. Para tanto adorno esperaba algo como ostiones.

A tu lado derecho, Sol sigue vestida con el mismo pijama, solo que ahora está lleno de sangre ajena. A tu lado izquierdo, está el extraño y bestial Rafael, quien devora con ansias la comida sin preocuparse por las manchas de sangre en su playera.

Aunque Rafael tuvo la decencia de servirte un plato a ti también, no luces con muchas ganas de comer. Tal vez solo sea tu cabello, tu chongo se ha desecho en el camino y ahora luces más maniático que antes. O tal vez solo puedas comer flores y plantas de ahora en adelante.

Este bien podría ser un concurso para saber quién luce más maldito que el otro. Rafael tiene ventaja porque aún sin sangre en la ropa se ve como si estuviera dispuesto a cometer un crimen. Por otra parte Sol tiene una mirada bastante sombría, y es quien más suciedad carga de todos. Pero tú hubieras tenido una buena oportunidad de ganar si te hubieran dejado el machete. 

Lo que sé es que todos deberían de sacarse esa sangre de la ropa porque mientras más se seque, peor será para sacarla de la tela. No es que yo tenga experiencia en esas cosas, ni como que yo le hubiera quitado la sangre a la ropa, ni que hubiera preparado cuerpos ni nada de eso. Pero ya sabes, la gente dice que es difícil...  

—¿No van a comer? —pregunta Rafael.

Sol y tú se voltean a ver un segundo, luego vuelven a los platos. Tocas ligeramente con la yema de tus dedos una de las bolitas y procedes a hacer lo mismo con las demás. Luego te desparramas sobre la silla. No creo que sea bueno para tu cuerpo doblar el cuello hacia atrás y dejar la cabeza mirando hacia el techo.  

Además, esto es tu culpa. A alguien se le ocurrió que era buena idea aceptar la invitación de Rafael, ¿no? Incluso cuando ese alguien le vio divirtiéndose mientras la gente corría desesperada y los cuerpos se desangrados. Verdad, ¿Rob? Todo porque se te ocurrió decirle «ajá», nos tienes aquí. Picándole a las bolas como si fueran a salirles algo vivo de adentro. 

Sol no puede evitar mirar la puerta. Sé que está debatiendo mentalmente mientras pasa la mirada de la salida al plato. No hay mucha esperanza para un perfecto escape, incluso si se levantara y corriera hacia la puerta entreabierta, Rafael la podría alcanzar. Lo peor es que ella ya te tomó cariño a ti, ya no creo que te abandone. 

Y no sé por qué. Ya te viste en el espejo, ni siquiera tú te salvarías a ti mismo. A lo mejor son los lentes. Da las gracias a que ella no sacó el genio de su abuelo, ¿te imaginas? A como nos lo platican, el señor te hubiera enterrado semivivo.  

—Después de asesinar al panadero de Galintia —comienza Rafael—, Maximino nombró a su primera nieta después de entrar al cuarto donde se había aliviado María, la segunda de sus catorce hijos. Se arremangó la camisa salpicada de sangre y lodo, tomó en brazos a la bebé para mecerla y calmar su llanto con un arrullo... Así va el cuento.