XVI - Gojira

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¿Cómo crees que sea Dorito? Me refiero al perro de Donas de chocolate amargo. Habla mucho de él en sus entradas. Parece ser un perro travieso y gordito. Es una lástima que no carguen las imágenes de su blog. Y es extraño que solo se vean las fotos de sus postres. Hubiera sido interesante averiguar sobre su investigación de Lázaro y esas cosas, sin las fotos no se entiende mucho de lo que habla. ¡Muchas personas lo estaban siguiendo solo por eso! ¿Te fijaste en la cantidad de seguidores? Cincuenta y ocho mil.

—¿Me estás escuchando? —pregunta preocupada Sol—. ¿Me estás escuchando, Rob? Si quiere detenernos, lo tacleas y lo sostienes en el suelo hasta que se cure la piel. ¿Bien?

Ajá.

Sol se detiene en la casa de Lobo. Respira profundamente antes de dar un paso decidido. Se acerca al timbre, pero en vez de presionarlo con furor, baja de inmediato la mano. Ojalá Vaquita no esté disecada. No sé si fue buena idea dejarla con Rafael, pero no teníamos otra opción. Corríamos el riesgo de que te la comieras.

Y tampoco he olvidado lo de la Chamoyis. No se me pasa por la cabeza que haya sido una mera coincidencia ese encuentro.

—Bueno —habla ella—, quizá siga enojado Lobo. Y si está enojado va a empezar a hablar en francés y no le voy a entender. No me gusta no entenderle porque luego me hace sentir mal por no ponerle atención en sus clases de francés. Además, siento que dice cosas raras. Y suena constipado...

La puerta se abre enseguida. Lobo está de pie, con una tremenda cara de disgusto y una taza de café entre las manos que dice «odio mi vida».

Buenos días.

—Buenos días —repite Sol después de ti—. ¿Podemos pasar?

Lobo, observándolos como si fueran la personificación de la traición, se quita de la puerta y se adentra para dejar la taza en el pequeño comedor rectangular. Sol decide no adentrarse demasiado en la casa hasta que estás junto a ella. Para cuando Jean regresa a cerrar la puerta, ella no levanta la mirada del suelo.

—No sé si... bueno, yo venía a ver si estabas bien. Pero, no sé. ¿Sigues enojado? Te ves enojado. Te ves bien, medio descuidado y un poquito enojado. Solo poquito.

Jean acorta la distancia y sin palabra alguna, abraza a Sol. No esperaba esa reconciliación. Yo pensaba que nos iba a echar de su casa.

Aunque, bueno, ya sabía yo que el francés era muy buena persona como para enojarse por muchos días. Es decir, sí, quizá fue culpa tuya y de Sol que les robaran el auto, y sí quizá no fue buena idea irse con el vecino asesino a Lázaro sin comentarle nada. Pero Lobo no parece ser rencoroso.

Oye, no. Cht. Sal de ahí. Tú no perteneces a ese abrazo.

Lobo termina separándose de ambos y enseguida da un empujón a Sol. Su cara sigue enfadada, probablemente porque te metiste en el abrazo.

—¿Por qué me habló una tal Hannah, diciendo que era bruja, pidiendo información acerca de ti? ¿No pudiste haberme avisado que realmente pensabas ir a Lázaro? —pregunta molesto—. ¿Y qué demonios estabas haciendo en tu cocina? ¿Le cortaste una mano a Rob?

Con que él fue quien limpió la cocina.

Sí.

Eres un mentiroso.

—¡Sol! —reclama Jean.

—¡No es cierto, yo no le corté ninguna mano! —responde Sol—. Voy a contestar a todas tus preguntas, pero antes que nada, hay algo que debo contarte.

—Yo también, ven.

Lo seguimos hasta el oscuro comedor tapizado con diversos papeles y adornado con un par de tazas sucias. Él se acerca a los gabinetes de la cocina y se para de puntillas para alcanzar el estante superior. De ahí saca un recipiente de plástico con varias cajas de pastillas y otros medicamentos. Elige una caja y camina hasta plantarse frente a Sol. Le cede la cajita, enseguida se aleja de inmediato para comenzar a colocar un par de libros dentro de su maletín de trabajo.

Ni tan vivo, ni tan muerto | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora