—Dos.
Eres un hablador. Fueron tres minutos y veinte segundos.
—¿Dos minutos? —pregunta Sol animada—. ¿Ya lo apuntaste bien? Quizá deberíamos de descansar un poco.
El pica hielo queda botado en el lavabo y Sol decide deshacerse de la franela que ha llenado de trozos de piel y... ¿dónde están las anotaciones, Rob?
¡No anotaste nada de lo que hemos hecho! Dibujar un caracol no es hacer apuntes, incluso si le pones el número dos encima. Cuando vuelvan a leer esto, no van a tener ni idea de lo que significa.
—¿Cómo se arranca una uña? Había buscado antes en internet, pero solo muestran cosas de cómo quitarse el acrílico.
Perdona a la comunidad por no querer enterarse de cosas tan extrañas.
El reloj ahora marca las seis veintidós, pero a Sol no se le ha bajado ni un segundo el ánimo. Que descubriera la relación entre la mancha de su brazo izquierdo, y la extraña regeneración de su cuerpo, le ha hecho perder la noción del tiempo.
Alguien golpea la puerta de la entrada. Ella esconde con rapidez las franelas manchadas dentro del primer gabinete que encuentra: El de los cubiertos. Abre el chorro de agua e intenta enjuagar la sangre de algunos de los utensilios que usó.
Camina mientras se seca las manos en la playera, nada más de verle las manos sin marca alguna me provoca un mareo terrible.
—¿Ya no estás enojado porque...
Jean Leup no está frente a ella, es Rafael y trae en la mano un pájaro. Y claro que tiene que ser un pájaro muerto. Al pobre animal le cuelga un hilo que al parecer está amarrado en su pata. El vecino psicópata decidió que lo mejor no era tomar al animal por el hilo, sino aprisionarlo en su mano. Qué lindo.
—¿Tú no eras la que regañaba gente por tener las puertas abiertas?
Ni siquiera yo me había dado cuenta de que la puerta seguía abierta. Rafael, sin que nadie le diga nada, se adentra a la casa y azota la puerta detrás de sí. Ha tomado bastante confianza en poco tiempo.
—¿Sabes cuánto me costó pagar la caravana para ir a Lázaro?
—¿Caravana? —pregunta Sol.
Rafael cambia el pájaro de mano y se masajea el puente de la nariz. Yo solo quiero vomitar mientras él inhala y exhala como si se estuviera conteniendo.
—Estuve esperando —habla él—. Como no aparecían, vine a buscarte. No estabas. Luego fui a buscar al francés y tampoco estaba. Incluso fui a buscarte a tu antiguo empleo por si se te ocurría volver a trabajar ahí.
—¿Y compraste pasteles?
Rafael le avienta el pájaro en el pecho a Sol y ella reacciona tomándolo con sus manos. Enseguida lo suelta y se sacude.
—No —responde Rafael—. Y antes de que pienses mal, yo no lo maté. Estaba así en la entrada de tu casa y se lo estaban comiendo las hormigas.
El joven se sienta en los primeros escalones y se truena el cuello antes de volver a Sol.
—Tuve que estar aguantando el coqueteo de una señora que decía que le gustaban los hombres altos porque podían alcanzar los cereales. ¿Con qué clase de personas trabajas?
Sol carajea e intenta tomar café de la taza que Jean olvidó en el comedor, pero la taza está vacía. Deja salir un largo y fuerte suspiro decepcionado. Ojalá el francés haya conseguido transporte para ir con los niños diabólicos.

ESTÁS LEYENDO
Ni tan vivo, ni tan muerto | #PGP2024
Humor¡No te alarmes, pero estás desnudo y muerto! Bueno, muerto, muerto, no lo estás del todo... Galintia es una ciudad perdida en la violencia y la sangre. Entre los cuerpos que rebosan las calles, Sol encuentra a Rob y decide llevarlo a su hogar e inte...