VII - A la vieja muerta me la bajan de la mesa

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—¿De quién es el muerto?

Ese que pregunta es Eduardo. Vive en el 228, es la casa que está justo al fondo, la de color naranja y portón de metal. A Eduardo lo agarraron mal parado, solo trae unos calzoncillos con imágenes de Goku por todos lados y está tapado hasta la cabeza con una cobija. Casi puedo apostar que él cree que sigue soñando. 

Los demás vecinos no lucen tan diferentes. Sol y Jean Leup traen pijamas y Rafael viene descalzo. 

—¿No era tuyo? Mierda, les dije a todos que era tuyo.

Ella es Rosita, vive al lado de Eduardo y aparentemente le gusta el amarillo. Trae un vestido largo de ese color y carga en sus manos una taza de café, también amarilla. Al parecer le gusta molestar a su vecino. 

La vigilante de la calle tocó de casa en casa para avisar que había algo a mitad de la calle. Poco a poco los vecinos se fueron acomodando alrededor de eso tirado de ahí. 

—¿Mío? —pregunta Eduardo tallándose los ojos—. Pero yo no he matado a nadie. Al menos no en esta semana. No lo creo.  

Todos guardan silencio y permanecen observando el centro del círculo. 

—Oigan —prosigue Eduardo—. ¿Alguien vio la final de Laberinto de Diamantes? Yo aposté dos mil pesos a que los Elfos comenzaban su propio mandado y dejaban salir los huevos de arañas que tenían escondidos por todo el reino. Pero mi amigo estaba bastante seguro de que me equivocaba, y de que quedaban los más inútiles para gobernar. ¿Mataron a la serpiente gigante? ¿Con quién se quedó Rosa José María del Monte? 

Una vez más todos lo ignoran. Creo que no solo a Rosita le gusta molestar al pobre chico.

Novedades, Rob. Te tengo novedades. (¿Por qué otra cosa estaría aquí?). 

Te has puesto a resolver los crucigramas de los periódicos escondidos en la cajonera del abuelo de Sol, los cuáles no sé si debías tocar. Yo no sé cómo logras eso de llenar las casillas. Por ejemplo, la vertical uno de ayer, dos letras: «Nombre que le daban los antiguos españoles a los templos mexicas.» CU. Hazme tú el favor. ¿Quién demonios iba a saber eso? 

Ah, también hay un muerto en medio de la calle. 

Pero eso no cuenta como novedad, Rob. Si hay gente regalando machetes por la calle, ¿cómo va a ser cosa nueva encontrarse con muertos? 

Aunque claro, a este le falta un brazo. Y los ojos también...

¿Cómo fue que a ti solo te quitaron la ropa?

—Fueron los Foca. Se nota que fueron los foca —asegura una señora, me parece que ella es Concepción, trae la bolsa del mercado y el cabello mojado—. Está claro que fueron ellos porque miren cómo lo marcaron. Esos arrancan ojos y luego se los comen.

—No, señora. —El joven delgado se acuclilla, a él le dicen rarito, y enseña la nuca del muerto a los demás—. Los foca últimamente están dibujando una foquita acá atrás. Nunca les sale bien, pero suelen hacer una bola deforme con dos colmillos alargados.

Yo no comprendía por qué Sol lo llamaba «Rarito» si tiene pinta de ser un joven tranquilo. No fue hasta que el otro día lo vimos jugando con los insectos y lamiendo las lombrices que encontraba en la tierra. Todo cobró sentido. 

—Esas son morsas —habla Jean Leup—. Las focas no tienen colmillos.

—¿Las focas no tienen dientes? —pregunta Eduardo. 

El joven Eduardo se voltea para preguntarle a Concepción si no vio de casualidad el último capítulo de la serie de Laberinto de Diamantes, la señora lo ignora completamente.

Ni tan vivo, ni tan muerto | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora