13. ¿Qué está pasando?

54 7 8
                                    

—Bueno, ya podemos ir a decirle al señor Oxom lo que hay dentro de la caja —dijo el detective Towel con ironía.

—¡Cállese, anciano! —gritó Prouds en un susurro—. O'Brien, ¿usted también ha oído eso? Hay alguien en la casa.

—Sí, nosotros —dijo sarcásticamente el anciano.

—¡Basta, Towel! Síganme. A punta de pistola.

Dicho esto, el joven sacó su pistola y se adentró en la casa. El anciano miró aterrorizado a su otro compañero, quien ni se inmutó. Los dos siguieron a Prouds. Este se quedó quieto como una estatua en medio de la cocina. Movió la nariz e hizo una mueca; Towel pensó que estaba oliendo algo.

—Prouds, usted no es un perro.

—Cállese, hombre. Ustedes también oyeron ese ruido, ¿verdad?

—Sí, por supuesto, pero no debe ser más que el viento que movió algún objeto, o algo por el estilo. Le he dicho que deje de ser tan paranoico —dijo el detective Towel.

—Y usted deje de ser tan estúpido, anciano —contestó Connor.

—¡Ya deje de tratarme así!

—Prouds, por favor —dijo el pequeño O'Brien.

—Andando, estoy seguro de que provenía del patio trasero —dijo el joven antes de avanzar hacia el patio, girando su cabeza frecuentemente para mirar a su alrededor.

En el patio, a simple vista, no hallaron nada. Había muchos árboles y plantas; todo era muy verde. Como el día estaba totalmente despejado, O'Brien observó a la perfección la sombra que se alzaba sobre ellos. Era una sombra que se movía pero no era la de un árbol o una planta; ni siquiera había mucho viento. O'Brien levantó la cabeza y vio a una persona encapuchada, al parecer, guardando algo en algún bolsillo o entre su chaqueta.

El detective Prouds miró en la dirección en que miraba su compañero, y el anciano lo imitó.

—¡Alto ahí! —exclamó el joven. El sujeto no se dio vuelta, comenzó a correr por el tejado hacia la parte delantera de la casa—. ¡Oiga!

Pero el sujeto ya no estaba a la vista. Connor reaccionó rápido y entró de nuevo en la casa. Corrió hasta la puerta principal con sus compañeros siguiendo sus pasos; era muy gracioso ver al diminuto O'Brien intentando no quedar atrás.

El joven abrió la puerta justo cuando el sujeto encapuchado, que al parecer había saltado desde el techo, se subía a un vehículo y este se alejaba a toda velocidad. Y la cuestión se puso más interesante cuando el trío de detectives se percató de que ese coche era idéntico al del señor Vaso.

—¡¿Han visto eso?! —gritó Prouds—. ¡Ese auto es el de Vaso!

—Bueno, era bastante parecido. Pero quizás no es el mismo —replicó el detective Towel.

—¡Demasiada coincidencia, anciano!

—Bueno, todos los coches son muy parecidos. Ya pienso yo que deben hacer más modelos. A mí no me gusta ninguno.

—¡Cierre la boca! O'Brien, ¿qué diablos piensa usted? ¿Qué demonios está pasando aquí?

—Detective Prouds, por favor, intente calmarse —dijo el pequeño hombre—. No solucionará nada poniéndose así. Ese auto, en efecto, era muy similar al del señor Vaso.

—¿Y cree usted que es coincidencia? Porque yo no lo creo —contestó Connor—. El señor Vaso se llevó a ese individuo que estaba en esta casa. ¡Y estoy seguro de que ese sujeto es quien vació la caja fuerte!

El Asesino de la MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora