El Asesino de la Máscara

25. Cara a cara con la verdad

Todo el público comenzó a gritar y a correr hacia las salidas más cercanas cuando se cayó en la cuenta de que se acababa de cometer un homicidio. El detective Prouds iba de un lado para otro buscando, en vano, al Asesino de la Máscara. Maldecía cada vez que se volteaba, al ver que el Asesino se había alejado una vez más sin dejar rastro.

—¡Prouds, qué bueno verlo! —exclamó el anciano detective al ver a su compañero en la pista. Mientras tanto, los bailarines de blanco y negro que estaban danzando hacía un momento, estaban ahora socorriendo el cuerpo del difunto domador de leones—. ¿Ha visto lo que acaba de ocurrir? ¡El Asesino y yo compartíamos la misma pista! ¡Pudo haberme matado de nuevo!

—Por favor, Towel, ese loco debe pensar que usted ya está muerto —contestó el joven, que debía hablar en voz bien alta para hacerse oír con todo griterío que había de fondo—. Y de todos modos ese no es el punto ahora. ¿Comprende lo que acaba de pasar? ¡Ese maldito volvió a salirse con la suya!

—Bueno, me disculpará usted, pero lo que hemos planeado no fue muy maravilloso. Sólo vinimos aquí y nos separamos para que el Asesino no nos viera juntos y no fuéramos una presa fácil. Pero estar dividimos no nos sirvió para detenerlo. Debimos haber rodeado todo el circo, ¿no cree?

Connor estaba a punto de insultar, como era usual, al anciano. Sin embargo, se dio cuenta de que su interlocutor tenía toda la razón.

—Por Dios, Towel, tiene usted razón —reconoció—. ¡Es que somos unos inútiles!

—No, no sea tan duro —contestó el anciano—. Sabemos que este Asesino continuará asesinando, aún faltan varias personas de la lista. Debemos ser más precavidos con la próxima víctima, debemos convocar a un numeroso grupo de hombres de Scotland Yard y rodear al enemigo.

El joven asentía con la cabeza, pensativo. Miraba atentamente a su interlocutor.

—Tiene usted razón, Towel, me alegra que use la cabeza —dijo.

—¡No empiece! —protestó el anciano.

—¿Y sabe qué? Se me acaba de ocurrir una idea. Verlo... así me ha dado una idea.

—¿Así cómo? ¿Qué pretende decirme?

—Detective Towel, a pesar de que necesita más práctica para maquillarse, no es tan malo disfrazándose —admitió Connor.

—¿Y eso a qué viene, Prouds? No logro seguirlo —dijo Towel.

—Las listas que fueron enviadas al periódico Las posaderas son anónimas, ¿verdad? Pues, ¿qué tal si nosotros mismos enviamos una tercera lista anónima?

—¿Una lista? ¿Con personas?

—Exactamente, Towel.

—Prouds, ¿usted se ha vuelto loco? ¿Quiere que el Asesino de la Máscara se cargue a más personas inocentes?

—No, anciano imbécil —contestó el joven—. Tal vez me he expresado mal. O no le he contado todo el plan. En realidad, ahora mismo se me está ocurriendo. Pero dígame usted si no es una excelente idea: podríamos publicar una nueva lista, con nombres de personas que no existen —Towel frunció levemente el ceño—. Ya con que tengamos una sola persona que no exista, podríamos ejecutar el plan.

—No logro seguirlo —admitió el anciano.

—Towel, el Asesino iría a por esta persona que no existe, y en realidad sería una emboscada. Usted se disfrazaría de esa persona pero nunca permitiríamos que a usted le pase algo malo; sólo sería una estrategia para que ese loco se acerque a nosotros. Lo rodearíamos y ¡pum! Sería nuestro.