28. El Asesino ataca por última vez

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—Señor... Brown, lamento haberlo despertado tan temprano, pero cuando recibí la llamada... Supuse que de inmediato debía comunicárselo a usted —dijo el oficial Ainsworth mientras miraba su reloj de muñeca. El sujeto al que le acababa de hablar era de muy baja estatura, cabello oscuro, y tenía un bigote y unas gafas de sol que combinaban bastante bien con aquella tarde soleada.

—No se preocupe usted, oficial —contestó el señor Brown—. Ha hecho bien.

Ainsworth asintió levemente y a continuación volvió a mirar a su alrededor. En la cubierta del barco, que era muy amplia y bellísima, había cada vez más gente. Observó a lo lejos a la señora Ladybug, que estaba dando vueltas mientras sostenía su vestido. Ainsworth reprimió una risita y le echó un vistazo al señor Brown. Como usaba gafas de sol, no podía ver sus ojos ni sabía lo que estaba mirando.

—Por fin nos estamos moviendo —comentó el detective Prouds, que se encontraba de pie a unos metros de la señora Ladybug, quien estaba saludando a unos invitados que ni siquiera conocía.

—Así es —contestó el señor Oxom, que se veía entre excitado y preocupado.

—¿Le ocurre algo, señor?

—No, nada... Bueno, sí: Prawn me ha llamado y me ha regañado por este gasto. Él no lo ve como una inversión.

—Oh... Pero es una gran inversión —replicó el joven. El señor Oxom lo miró con cierto cansancio.

—Eso espero, Prouds —respondió—. He destinado demasiado dinero para esta operación. Y ese loco ya me ha acabado la paciencia. Detective, esto tiene que servir. Espero que no me haya hecho destinar un montón de dinero para una empresa sin resultados.

—Sí, quédese tranquilo, señor Oxom. ¿El señor Prawn le ha dicho algo más?

—Sí... Me ha preguntado si este barco es un transatlántico. Creo que sigue en América, pero no sé por qué me lo ha preguntado...

Connor hizo una mueca. Iba a contestar cuando el anciano Tomsinon, salido de la nada, dijo con la mirada perdida:

—Yo deseo morir plácidamente mientras duermo, como mi padre, y no gritando de terror como sus pasajeros.

El joven frunció el ceño y cruzó una mirada con el señor Oxom, que miraba al anciano como si estuviera loco.

—Oh, Dios mío, ¿quién es esa mujer? —preguntó a continuación Tomsinon—. ¡Jamás mis ojos han visto tanta belleza!

Prouds miró en la dirección en que miraban los ojos del anciano, y quedó boquiabierto.

—Ya regreso, caballeros —dijo Tomsinon antes de acercarse a la señora Ladybug—. Buenas tardes, señora. La he visto recién y no pude dejar de apreciar su belleza.

La señora Ladybug dio media vuelta y enseguida volvió a mirar al anciano que tenía enfrente.

—¿Me está hablando a mí?

Tomsinon se asombró al oír la voz de la mujer.

—Oh, de voz grave... ¡Eso me encanta! —exclamó—. ¿Le gustaría que nos conozcamos más? Practico el budismo zen. ¿Ha oído usted algo al respecto?

—Por el amor de Dios, esto es absurdo —comentó el joven Prouds con notable asco. A continuación fijó su mirada en el oficial Ainsworth y lo reconoció enseguida—. ¿Qué hace el oficial del pueblito Moore aquí?

—Oh, yo le dije a Yamont que se comunicara con él, Prouds —contestó el señor Oxom—. Pensé que tal vez podría contarle el plan al detective O'Brien. Por cierto, espero que Yamont esté lidiando bien con el papeleo de la agencia...

El Asesino de la MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora