17. Quién mató al pastor Dragonfly

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Cuando el juez de instrucción dio por terminado el juicio, la muchedumbre inició un nuevo murmullo general; todos hablaban con todos, realmente sorprendidos. El detective O'Brien se puso de pie y se acercó a los amigos del señor Dunger. El matrimonio Greek conversaba con el anciano Tomsinon, y la señora Vaso lo hacía con el hombre que tenía a su derecha.

—Detective O'Brien, ¿cómo le va? —dijo el señor Greek, que acababa de encender su pipa—. ¿Qué piensa de lo que hemos presenciado? Ya le había dicho yo que era imposible que Walter cometiera ese crimen. Además, no tenía motivo.

—Señor Greek, por favor, no fume aquí —dijo el pequeño O'Brien, a quien no le pasó desapercibido la forma en que la señora Vaso y su compañero tenían de mirar a Greek, como si lo desaprobaran—. Por lo demás, estoy tan asombrado como ustedes. Señora Vaso, ¿quién es el hombre que está a su lado?

El matrimonio Greek, el anciano Tomsinon y la misma señora Vaso se giraron hacia la derecha. El hombre de gafas y bigote estaba mirando fijamente al detective O'Brien.

—Ah... Lo he conocido durante el juicio. Conversamos un poco, nada más —contestó la mujer. O'Brien hizo una mueca y asintió.

—Ya veo... ¿Cómo es su nombre?

La señora Vaso se mostró incómoda.

—¿Disculpe? ¿Es importante eso? No le pregunté el nombre.

—Es sólo curiosidad —respondió el diminuto hombre.

—Mi nombre es Kyle Otter, detective —contestó el hombre con voz ronca. O'Brien asintió levemente.

—Ah, mucho gusto... Señor Otter, menos mal que se ha puesto esas gafas. ¡El sol de este juzgado está matándonos!

Dicho esto, el detective dio media vuelta y se alejó. El señor Greek frunció el ceño.

—Por Dios, qué mal está este hombre —comentó.

—Pero peor está el señor Otter —susurró el anciano Tomsinon—. ¿Quién usa gafas de sol en un sitio cerrado?

La señora Greek asintió en silencio, como si pensara lo mismo. El señor Otter se puso de pie de pronto y salió del juzgado.

El detective O'Brien regresó con sus compañeros, que estaban conversando con el juez.

—O'Brien, ¿dónde estaba? —le preguntó el joven.

—Oh, nada importante, Prouds.

—Detective —le dijo el juez a O'Brien—, le estaba comentando a sus compañeros que de inmediato pediré una pericia psiquiátrica. Es importante y necesario conocer el estado mental de este hombre. Si primero negó haber cometido el crimen, luego lo confesó, y luego lo vuelve a negar, pues... ¡Es una locura!

—Sí, yo pienso como usted —el detective Towel asentía con la cabeza.

—Ahora bien, ¿están ustedes seguros de que este hombre no pudo haber entrado en el despacho del pastor?

—Pues, se suponía que estaba fuera del templo —contestó Connor—. Si no me equivoco, no dan los tiempos.

—No sólo eso —dijo O'Brien—, yo mismo vi cuando el señor Dunger entrada en el templo por una de las puertas traseras. A menos que el despacho tuviera un pasaje secreto, no creo que el señor Dunger haya envenenado la copa del pastor.

—Pero entonces lo que él dice es cierto —dijo el juez, pensativo—. No comprendo por qué el señor Whole está tan convencido de haberlo visto. ¿Creen ustedes que él, en efecto, fue el asesino de su propio pastor?

El Asesino de la MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora