El Asesino de la Máscara

30. El Asesino de la Máscara

Lo que asombró a todos los invitados fue, probablemente, ver caminando tan vivo y fresco al mismo hombre que habían estado velando durante casi una hora.

—¡Señor Dunger! —exclamó el detective Towel.

—¡Walter! —gritó, de la misma forma, la señora Greek. Su esposo estaba anonadado.

—¡Por el amor de Dios! —soltó el anciano Tomsinon, y se tapó los ojos con las manos.

—¿Pero qué diablos...? —dijo el señor Oxom con el ceño marcadamente fruncido. El inspector Yamont y los señores Whole, Perry y Prawn miraban sin entender, como casi todos los presentes. El señor y la señora Vaso, ahora sí, también se veían sorprendidos. Sin embargo, el oficial Ainsworth no se vio asombrado en ningún momento.

—¡Un gemelo! —exclamó el joven Prouds, que había procesado (o intentaba procesar) todo a la velocidad de la luz—. ¡Por Dios, eso explica muchas cosas!

—Eso explica todo, Prouds —contestó el diminuto O'Brien con su usual tranquilidad.

—¡¿Walter tenía un gemelo?! —interrogó el señor Greek.

—Así es.

—¡Nunca nos lo dijo! —protestó la señora Greek.

—Entiendo que no —respondió O'Brien.

—Entonces... ¿El Asesino de la Máscara fue siempre el gemelo del señor Dunger? —preguntó el anciano Towel.

—Así es.

—¡¿Y qué hace libre?! ¡Pónganle ya mismo las esposas! —ordenó Connor.

—No, Prouds, tenga paciencia —lo frenó O'Brien—. Si este hombre representara una amenaza, yo mismo lo estaría esposando.

—¡¿Le parece que ese hombre no es peligroso, detective?! —soltó el señor Greek—. ¡Este loco se ha cargado a multitud de personas, entre ellas a nuestro querido Walter!

—¡Si fue él quien asesinó a mi querido pastor, lo quiero ver muerto ya mismo! —exclamó el señor Whole.

—Oh, qué hombre tan religioso —susurró el inspector Yamont.

El pequeño O'Brien se quedó esperando a que todos hicieran silencio.

—Creo que sería bueno que me dejen explicar lo que ocurrió en todo este tiempo, y entonces luego todos tendrán una visión más clara de los hechos —dijo.

—¡Ese hombre debe estar en el patíbulo en este mismo momento! —exclamó la señora Greek.

—¡Sí! —convino su esposo. El anciano Tomsinon asentía con la cabeza, y varios invitados también se mostraron conformes con esa idea.

—Y lo estará muy pronto, mal que les pese a ustedes. Ahora, por favor, déjenme explicar lo que ocurrió.

—¡No...!

—Señor Greek, ya basta —interrumpió el señor Oxom—. Deje hablar al detective O'Brien, que posee una mente brillante.

—Sí, por favor —dijo el anciano Towel—. Quiero terminar de entender este caso de una vez por todas. Ya me ha quitado bastante el sueño.

—Pues hable de una vez, entonces —le dijo la señora Greek al diminuto detective. El señor Greek puso los ojos en blanco y decidió seguir fumando como una chimenea. El señor Whole cerró los puños con fuerza.

—Muy bien, pues —dijo O'Brien—, será bueno que empecemos con aquella noche en el Teatro Gleming, cuando este caso comenzó para nuestra agencia, Scotland Yard. Quiero aclarar que me referiré al Asesino como... el Asesino de la Máscara, y a Walter Dunger como al señor Dunger, como hasta ahora siempre me he referido a él con mis compañeros.