14. Sospechosos

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Mientras el detective Towel terminaba el soufflé del señor Oxom, este buscaba en el mapa la dirección que había aportado el señor Dunger.

—Aquí está. Sí, queda en los suburbios, pero no es tan lejos de aquí. Les indiqué en el mapa el punto exacto.

—Muy bien, muchas gracias, señor Oxom —dijo el joven Prouds tomando el mapa.

—Por nada. Ah, y llévense esta orden judicial, en caso de que al señor Vaso o a su mujer se les ocurra pedírsela —dijo el señor Oxom entregando un papel.

—De acuerdo.

—Por nada. ¿Ustedes no tienen hambre, detectives?

—Sí: hambre de verdad. Y sed de justicia.

—Qué poético —dijo el anciano con la boca llena.

—Trague, hombre —contestó Prouds.

—Estoy en eso.

—¡Más rápido! Ya debemos irnos.

El señor Oxom soltó una risita y continuó con el papeleo en el que estaba inmerso. Towel estaba sentado a su escritorio, terminando el soufflé. Cuando finalizó, salió de la oficina con sus dos compañeros después de que los tres se despidieran de su jefe.

—Detective O'Brien —dijo Connor mientras el anciano, a su lado, conducía el coche de la agencia. El diminuto hombre iba detrás—, ¿quién cree usted que llamó al señor Dunger? El hecho de que no haya querido decirnos su nombre, como usted dijo, es bastante sospechoso.

—No lo sé, Prouds —contestó O'Brien—. Pero evidentemente sí se trata de una persona que sabía que el señor Dunger estaba en Scotland Yard. Y quizás sí es verdad que ambos se telefonearon cuando estábamos en el pueblito Alban. Pero no puedo saber quién llamó exactamente, ni por qué.

—Pues siento que este caso es muy enredado, que hay muchos secretos... cosas que no logro entender. Quién llamó a Dunger y para qué; a qué se debe que esas prendas de ropa idénticas estuvieran tiradas sobre el piso de su habitación; si el señor Vaso, y ya que está, todos los demás, son cómplices o no; quién era ese hombre que caminaba por el tejado... ¿Acaso era el Asesino de la Máscara?

—Podría ser... —contestó el detective Towel—. Y otra cosa que no se entiende aún: quién y cómo asesinó a ese pastor.

—Eso es cierto. O'Brien, ¿usted está seguro de que el ventanal del despacho de ese templo no podía abrirse? —interrogó el joven.

—Pues... Sí, creo que estoy seguro —contestó el interpelado.

—¿Creo? Eso no es una seguridad plena.

—Bueno, ya basta, Prouds, no sería la primera vez que nos enfrentamos a un caso en el que no logramos entender muchas cosas, cosas que parecen no tener sentido o que aparentan ser inexplicables —dijo el anciano—, pero siempre terminamos desenredando todo.

—Usted no sabe desenredar ni una cuerda.

—Prouds, basta de agredirme. Le recomiendo hacer terapia, ¡el psicoanálisis se ha puesto de moda últimamente!

—Ya cállese y conduzca —gruñó el joven—. Le hubiera preguntado al señor Dunger lo que aún no le hemos preguntado: quién es Maxwell y de qué danzas y pasajes hablaba cuando estaba ebrio, pero no podía revelar ante el señor Oxom que habíamos sacado provecho de una situación como esa, y además sé que Dunger no nos hubiera dicho la verdad.

—Por supuesto que no —Towel sacudió la cabeza. Connor soltó un hondo suspiro.

—Detectives —dijo un rato después—, no le diremos al matrimonio Vaso, desde el principio, lo que nos dijo Dunger hace un momento, ni lo que hemos visto. Me refiero a ese auto que era idéntico al suyo. Primero inspeccionaremos la casa; no podemos ponerlos en guardia.

El Asesino de la MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora