Capítulo veinticuatro

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No fue difícil conseguir el permiso de mi abuela para salir, tan solo al decir el nombre de Taylor, ella ya había aceptado y con ello confirmó mi teoría de que le tenía mucha estima

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No fue difícil conseguir el permiso de mi abuela para salir, tan solo al decir el nombre de Taylor, ella ya había aceptado y con ello confirmó mi teoría de que le tenía mucha estima. Debido a eso, el martes a la mañana podía presumir de mi recuperada libertad, mi móvil que se había descargado con el pasar de los días y mi bello coche que debía pensar que lo había abandonado; sin embargo, no pude hacer un gran uso de ninguna de esas cosas hasta el día viernes que fue cuando Theo, Taylor y Tyler terminaron sus respectivos castigos.

Tras dejar a Theo y Taylor en sus viviendas como cada tarde, Tyler pasó al asiento delantero de un salto –sin descender del vehículo, vaya a saber uno por qué- y se apoderó de la radio para elegir qué escuchar a continuación. Le habíamos dicho a los otros dos miembros que iríamos a Rosewood y no parecieron tener intenciones de venir con nosotros lo que me asombró un poco. No sabía si esa era una clase de palabra súper secreta que sólo ellos conocían, por lo que estuve un poco tensa hasta que finalmente comprendí lo que ese lugar significaba.

ꟷBien, ¿dónde es la reserva natural?

ꟷ¿No tienes GPS? ꟷDeslizó el dedo pulgar por la pantalla de su teléfono mientras observaba una larga lista de canciones para elegir una.

ꟷSí pero creí que me dirías ya que estoy haciéndote un favor ꟷrepliqué con obviedadꟷ. ¿Me dirás eventualmente la razón por la que te llevo allí?

ꟷTienes que salir del pueblo como si fueras hacia San Francisco. Y no, no te diré hasta que lleguemos porque creo que me dejarás tirado a mitad del camino.

Rodé los ojos, pero puse en marcha el auto. Una canción de Ed Sheeran llenó el espacio mientras Tyler mantenía la mirada fija en el aparato.

ꟷMañana tengo una cita con Taylor ꟷsolté de repente para arrepentirme al segundo de ello. No sabía qué me había impulsado a decirlo, quizás el hecho de que era el único que sabía lo que había sucedido con el morocho y necesitaba contárselo a alguien.

Mis palabras le hicieron desviar la mirada y observarme con las cejas elevadas.

ꟷ¿Si? ¿Y cómo sería eso?

ꟷIremos a San Francisco.

Soltó una leve carcajada que le hizo sacudir el cuerpo.

ꟷ¿Te hará conducir hasta allí?

Negué con la cabeza.

ꟷNo, claro que no. Iremos con su madre.

Entonces rió con ganas.

ꟷ¿Te llevará a una cita y su madre estará presente?

El tono de burla que empleó me pareció desagradable y se lo hice saber con un golpe de puño en el hombro. Se encogió a causa del manotazo, aunque estaba segura que no le había dolido ya que no le había puesto fuerza.

Tres y un cuarto (RVB1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora