Capítulo veinticinco

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Imaginen un viaje en carretera de una hora y media, o noventa minutos como prefieran contabilizar el tiempo, repleto de preguntas incómodas y anécdotas de un muchacho de ojos verdes y cabello oscuro que se encuentra terriblemente abochornado a tu ...

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Imaginen un viaje en carretera de una hora y media, o noventa minutos como prefieran contabilizar el tiempo, repleto de preguntas incómodas y anécdotas de un muchacho de ojos verdes y cabello oscuro que se encuentra terriblemente abochornado a tu lado con las mejillas tan rojas que temes por su salud. Así fue el viaje por la carretera que separaba a Rose Valley de San Francisco.

Vivian era una mujer amante de las conversaciones y lo comprendí de una manera bastante chistosa. En lo que duró el recorrido aprendí el nombre de las mascotas de Taylor –dos tortugas y un perro, las tortugas fallecieron por culpa del canino y éste de viejo-, el color de la lonchera que llevaba a todos lados cuando era un niño –azul- , el nombre que le había colocado a su primera guitarra –Olivia-, la primera canción que aprendió a tocar en la guitarra –Perfect de Simple Plan-, el nombre de su profesora de canto –Penélope- y sus primeras palabras que no habían sido mamá o papá sino Tito, el nombre de una de las tortugas caídas. Había sido como una clase intensiva sobre la vida de Tay, quien se había ido encogiendo en el asiento a mi lado con el pasar de los minutos como si de esa manera pudiera lograr desaparecer o hacer callar a su madre.

ꟷLo lamento tanto, MIT. Debes pensar que esta será la peor cita del mundo ꟷse lamentó luego de que su madre nos dejara en donde él le había indicadoꟷ. Prometo compensártelo por el resto del año.

ꟷQueda poco menos de un mes para que termine el año, ¿tan poco avergonzado estás?

Se llevó una de sus manos hasta su cabello y rió como si por primera vez desde que había pasado por mí se sintiera tranquilo.

ꟷPodemos extenderlo al próximo año también si eso deseas.

Asentí con la cabeza de manera energética y mis mechones rubios se sacudieron de arriba abajo provocando que volviera a reír. Tenía una risa hermosa, era armoniosa y contagiosa a la vez. Si tenía suerte, lo cual no sucedía muy a menudo, podía escuchar como hacía el sonido de un chanchito con la nariz mientras se carcajeaba.

ꟷSupongo que eso es una aceptación tácita para una segunda cita ꟷaventuró.

ꟷPrimero terminemos esta, todavía pueden suceder muchas desgracias.

Estiró su mano en mi dirección y con gusto entrelacé mis dedos con los suyos. Con una sonrisa tirando hacia arriba las comisuras de sus labios e iluminándole el rostro a la vez, comenzó a caminar hacia un destino que para mí era incierto pero para él no lo era. Lo seguí con gusto, con una expresión tonta en el rostro.

ꟷ¿Has estado antes en San Francisco? ꟷPreguntó.

ꟷNo, a menos que consideres el aeropuerto.

ꟷTe gustará entonces lo que tengo para mostrarte.

ꟷEdúcame entonces, Taylor.

ꟷEso sonó muy indecente, ¿sabes? ꟷBromeó.

ꟷQuizás ese era el objetivo ꟷmentí para luego encogerme de hombros.

Tres y un cuarto (RVB1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora