Capítulo veintitrés

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Me habían castigado

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Me habían castigado. Mi abuela se encargó de quitarme la libertad, el teléfono celular y el coche para asegurarse de que no tuviera intenciones de salir. Me había dejado sin posibilidades de ver a Taylor, Theo y Tyler en lo que restó del fin de semana y me pareció bastante justo. Más aún, había estado tan enferma del estómago por el exceso de comida, alcohol y dulces que pasé los siguientes dos días vomitando hasta las tripas y lamentando mis decisiones. Me sentía pésimo, como si un tren me hubiese pasado por encima y luego alguien me hubiese vuelto a armar con hilos y parches pero sin mucho éxito.

El día domingo, antes de volver a clases, pude recuperar algo de energía como para encender mi laptop con la excusa de que tenía que hacer un informe, aunque en verdad la utilicé para entrar a WhatsApp Web. No fui la única con ese pensamiento por lo que mi tarde se animó un poco mientras conversaba con el trío de oro y mis amigos de Los Ángeles. Había aprovechado también para comprar los pasajes de avión para ir a pasar Navidad a casa con mi abuela.

Verán, luego de que nos sacara el oficial Peter de la fuente y nos llevara a la estación de policía con la ropa húmeda y el cuerpo mojado, no paso mucho tiempo hasta que llegó Adam, el abuelo de Theo, mitad en pijama y mitad enfadado. Llamó a los padres de los tres y a mí me llevó personalmente a casa, como mi nana dormía pasó por la mañana para contarle lo ocurrido. Mi abuela me castigó, claro está, pero mientras me regañaba intentaba contener una sonrisa y por un momento sentí como si mis padres hubiesen estado presentes. Papá se habría carcajeado para luego preguntarme qué tan fría estaba el agua y mi madre debería haber tomado las riendas para regañarme.

Theo, Tyler y Taylor también habían sido castigados, despojados de sus teléfonos y de la posibilidad de salir. Theo, además, se había enfermado ya que había sido quien más mojado había terminado y cargaba una fea gripe que no le impidió ir a clases el lunes –porque según sus padres se lo merecía-. El hermano de Tyler había traído mi automóvil hasta casa y por él me enteré de todo ello.

Ah, por cierto, hallé mis botas cuando el abuelo de Theo me llevaba de vuelta a casa. Estaban depositadas en el medio de la calle y permanecían intactas, fue un alivio porque eran zapatos caros de diseñador y mis favoritos. Franela había desaparecido; sin embargo, Theo se encargó de dibujarla para luego colgar carteles de ella para encontrarla. Parecía el retrato que haría un niño, pero no lo mencioné.

El lunes a llegar al instituto, todo el alumnado ya sabía de nuestra noche de Acción de Gracias y en lugar de recibir burlas como se habría esperado, fuimos aplaudidos. Era bastante obvio que nadie hacía cosas indebidas allí y para ellos éramos como los rebeldes del pueblo. Me sentí importante por un momento, pero al recordar que debería volver sola y a pie a casa se me borró la felicidad.

ꟷMe siento tan mal que pienso seriamente que el suicidio es una buena opción ꟷcomentó Theo por lo bajo en nuestra clase juntos de Biologíaꟷ. Nunca más jugaré al tabú borracho con ustedes, me hacen muy mal.

Tres y un cuarto (RVB1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora