Capítulo cuarenta y cuatro

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La primera vez que vi la muerte a los ojos le dediqué una sonrisa y con un comentario burlón me alejé de ella

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La primera vez que vi la muerte a los ojos le dediqué una sonrisa y con un comentario burlón me alejé de ella. Había creado unos ovarios de titanio y en ese momento me sentí orgullosa de mi existencia.

Quizás la muerte que yo había conocido no era un esqueleto con túnica negra y una afilada hoz que resplandecía en la oscuridad. No, la muerte con la que me había cruzado y a quien había visto directamente a los ojos tenía nombre y apellido, y era el tío de Taylor.

ꟷEspero que te pudras en el infierno ꟷescupí las palabras en su dirección mientras caminaba hacia la sala donde tendría lugar el juicioꟷ. Lleva protector solar, dicen que es un lugar muy cálido todo el año.

Los labios del hombre se entreabrieron con sorpresa y sus ojos viajaron de mí hacia su sobrino, quien me deba la mano y lo observaba con furia. Tyler tomó mis hombros desde atrás, brindándome su apoyo, mientras que Theo y Sophie me dedicaron una sonrisa.

Acababa de enviar al infierno al culpable de la muerte de mis padres y me sentía como una maldita diosa, pero todo ese sentimiento superador se terminó cuando entré a la amplia sala donde se desarrollaría un largo interrogatorio exponiendo hechos y datos sobre el accidente.

ꟷPuedes hacer esto, MIT. ꟷTaylor me sonrió mientras acariciaba con su pulgar la piel de mi manoꟷ. Es el último paso.

Asentí con la cabeza y mordí mi labio con nerviosismo.

ꟷPerdón por decirle eso a tu tío.

Chasqueó la lengua, divertido.

ꟷNo es mi tío, es el esposo de mi tía. No hay sangre que nos una.

Matthew nos llamó desde los primeros asientos y hacia allí fuimos. Sarah y Exequiel esperaban por nosotros en los lugares que nos habían guardado, vistiendo elegantes y de negro como si estuvieran a punto de ir a un funeral. Y en cierta manera lo era, ese momento era el cierre. El final que necesitaba para poder seguir adelante.

El fiscal no tardó en llegar y con una sonrisa amable me dedicó algunas palabras de ánimo, tras él llegó el acusado con su esposa e hijos que me observaron como si quien hubiese abandonado a dos personas moribundas en la carretera hubiese sido yo. No me dejé intimidar, aunque el corazón me latía con frenesí, le sostuve la mirada y mantuve la frente en alto.

Esto es por mis padres. Me repetí unas doce veces hasta que sus ojos se apartaron de los míos y volví a la realidad. Una realidad en la que Taylor sostenía una de mis manos, Tyler, la otra y Theo llegaba hasta mi hombro desde el asiento de atrás. No estaba sola y eso me tranquilizaba.

El juez llegó puntual y a las diez comenzó el juicio como se había previsto. La defensa empezó con un largo cuento sobre la dura infancia de Robert Collins y como eso había impactado en su vida adulta, llevándolo a beber alcohol y a tener relaciones difíciles. Habían utilizado su tiempo para hablar con supuestos vecinos que afirmaban la milagrosa recuperación que había tenido luego de su recaída y que era una persona que merecía una segunda oportunidad. Claro, se olvidaron de mencionar que esa sería su quinta oportunidad. No obstante, su felicidad duró poco ya que cuando el fiscal tomó el control de las preguntas, destruyó en segundos su relato.

Tres y un cuarto (RVB1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora