Capítulo 2: "Que empiece el juego"

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¡Ahg!, el despertador. Ese maldito despertador. Suena a más no poder al lado de mi rostro, haciendo que mi humor empeore. Le doy un fuerte golpe, haciendo que acabe en el suelo y se estropee por completo.

Me siento en mi cama, y acomodo mi alborotado cabello negro. Pongo mis pies en el suelo y me dirijo directamente a la ducha. Permanezco allí dentro durante unos 15 minutos y luego salgo completamente despabilada para empezar otro día. Me visto y me coloco unos tacones sencillos. Peino mi cabello para lograr domar mis ondas.

Al llegar a la salida de mi hogar, caminé en dirección a mi auto. Encendí la radio, como es de costumbre, y me dedico a oír las noticias.

Cuando frené un momento, aproveché a acomodar mi zapato que comenzaba a lastimarme. Al levantar la vista, noté como el vehículo de adelante mío, seguía sin moverse, así que comienzo a tocar el claxon sin parar.

—¡Mueve tu maldito trasero, idiota! —suelto un grito.

La puerta de aquél vehículo se abre, y la persona que conducía, se bajó directo a plantarme cara por insultarlo. Mis ojos se abren por completo al ver que la persona que conduce ese auto, no es nadie más, ni nadie menos que, mi profesor de ciencias.

Él le quita importancia con su mano, y vuelve a su vehículo como si nada pasara. Pido disculpas con la mirada y cambio de carril debido a la vergüenza. De seguro estoy roja como una manzana.

Luego de varios minutos, aparco el coche y bajo de él para dirigirme hacia mis amigas, que se encontraban en la entrada del instituto esperándome.

—Buenos días. —Ludo mueve su mano y sonríe animada.

—Tan buenos que acabo de insultar al profesor de ciencias por accidente. —murmuré. 

Ellas ríen, y toman mis brazos para entrar al instituto. Las miradas se posan sobre nosotras tres, y algunas chicas y chicos murmuran cosas al pasar por nuestro lado.

Somos conocidas en todo el instituto, supongo que somos las populares que no se creen las reinas del lugar. No éramos las típicas perras que se creen importantes solo por ser reconocidas.

Ese lugar es ocupado por alguien más, llamada Larissa. Así es, la hijastra de mi padre. Ella asiste aquí también desde hace dos años, y es una completa perra con todos. Corrió la razón por la cuál mi padre me abandonó.

Al levantar mi vista, me encontré con ella. Venía caminando con aquellos tacones amarillos, y empujó a dos chicos que estaban parados allí.

Hablando de Roma..., la perra se asoma.

—Hola, hermanita. Nuestro padre te envía besos. —me muestra una sonrisa de inocencia.

—Ellos te envían un beso a ti. —le mostré mis dedos del medio.

Voltea sus ojos y continúa su camino con su ejército de plásticas. En verdad era una locura. Son iguales (o peores) que aquellas chicas de la película "chicas pesadas". Necesitan una lección para aprender.

Me despido de Ludo y Heather para entrar en mi primera clase: historia.
Odio esa estúpida asignatura. Estoy completamente cansada y eso que es el primer día de la semana. Tomo asiento en la primer fila, y al cabo de unos segundos, todos comienzan a entrar. Dirijo mi vista a mi lado al sentir como alguien se sentaba. JJ estaba a mi lado.

—Tengo noticias. —acomoda su cabello alborotado. —Alessandro ama a las pelinegrass, así que tienes suerte. —señala mi cabello negro que apenas llega a mis hombros.

—Punto a mi favor. —sonreí.

—Te veo en la cafetería. —se despidió, levantándose de su lugar.

Tenemos Un Trato. [Completada]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora