bad boy; trueno.

04

Oriana

Guardé silencio esperando a que el morocho termine los ejercicios que le había dado para practicar, le expliqué todo dos veces más y, por lo que veo, conectó las dos neuronas que tuvo en el momento y raramente escuchó con atención cada cosa que le dije. Me sorprendió ya que pensé que iba a ser imposible entablar conversación con él sobre esto, agradecí por dentro, no había sido complicado.

—Le corté a tu amiga porque se la pasaba cargoseandome.— habló llamando mi atención, o lo miré extrañada poniendo mis manos en el bolsillo de mi campera.— Digo, me pediste que te contara qué pasó con ella.— recordó y continuó haciendo cuentas en su calculadora.

—¿Cargoseaba?— reí por lo bajo rascando mi nuca.— ¿Desde cuándo Brenda te cargoseaba? Es que nunca los veía así.

—Después de hacer lo que hacíamos, se la pasaba diciéndome "amor", y a mí me hincha las pelotas que me ponga apodos, no éramos nada y flasheaba cualquiera.— negó con la cabeza mirándome a los ojos, tal acción hizo que recorra una vibra rara en mis brazos.— Ella no entendía que a mí no me importaba ser más que amigos.

—Vos tenés que entender que Brenda estaba enganchadísima con vos, Mateo.— informé, él bufó cansado.— Boludo, no todo gira entorno a lo que vos querés o no; la gente se engancha, tiene sentimientos, tiene broncas, ¿y a vos no te importa?— reconocí apoyándome sobre la mesa.

–Me chupa un huevo si estaba enganchada conmigo, no estoy para pelotudeces, Oriana.— alzó los hombros indiferentes y yo eché un suspiro pesado.— Y si no quisiera estar en una relación; voy, me como a la mina que yo quiera, cogemos y ya está. No le voy a dar tanta vuelta a algo que no me interesa.

—Ahora entiendo por qué no pegamos una los dos.— asentí mirando para adelante, se encontraba una de las tres canchas del colegio y en ella estaban jugando un partido los de cuarto año, me concentré en ellos porque no tenía ganas de discutir cosas obvias con el morocho.— No enamorarte no te hace bad boy, Mateo.— dije en susurro provocando un silencio incómodo.

—Si morirías por que te coma la boca, flaca.— reprimió mordiendo su labio inferior, yo abrí los ojos de par en par para después soltar una carcajada, captando los ojos de él, que se quedó serio.

—¡Ah bueno!— dije entre risas.— ¿Que yo moriría por...?— pausé para tomar aire.— ¿...por que me comas la boca?— continúe y eché otra carcajada.— Por favor, Mateo. No sos el centro del mundo.

—Mirame a los ojos y decime que no me das.— ordenó agarrando mi mentón y tuve que guiar mi mirada a la suya, pero a la hora de hablar se me complicó bastante, eso generó que me quede callada.— ¿Ves? Pilla quedaste.

—No, no te doy.— lo miré nuevamente a los ojos imitando su acción, le sonreí para demostrarle que estaba segura de lo que decía y él me desafió con la mirada.— Aparte no tendría por qué hacerlo, sos el ex algo de mi mejor amiga.

—No soy la manzana prohibida, Oriana.— remarcó dándome las hojas y metiendo sus cosas en su mochila, yo frunci el ceño.— Fijate si eso está bien, yo tengo clase de Educación Física.

—Bueno, me alegro que hayas entendido.— susurré lo último y él se paró de la banca.— Cualquier duda que tengas, mandame un mensaje.— ofrecí yo también guardando mis cosas.

—Chau, profe.— me burló acercándose para dejar un beso en mi mejilla, yo rodé los ojos correspondiéndole el saludo.— Cuando aceptes que me das, me hablas.

—Callate, Mateo.— finalicé riendo y él me guiñó, haciendo que más sensaciones recorran mi estómago.

Como yo también tenía clase de Educación Física, agarré mis cosas junto a mi mochila y me la coloqué en uno de mis hombros. Caminé hasta uno de los vestíbulos y me encontré a mis compañeras, entre ellas estaba Brenda hablando con otra amiga, Isabella. Las tres nos llevábamos muy bien pero no éramos tan unidas como yo y la castaña. Saqué de mi mochila una musculosa blanca lisa y también un short elastizado, me los puse con rapidez porque quería hablar un poco con las chicas.