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Oriana

Entré al colegio contestando los mensajes que mi mamá había dejado, me decía que hoy a la noche íbamos a cenar a algún lado con mi hermano, yo le contesté tranquila y después guardé mi celular en el bolsillo de mi campera. Desde el sábado que no caía lo que pasó con Mateo, tampoco le conté de eso a nadie ni tenía pensado hacerlo, pero estaba decidida en que hoy le iba a contar a mi mejor amiga lo que estaba pasando con el morocho.

Adelante mío pude ver que iba el chico nuevo con el que había hablado el otro día, para ser sincera, era re lindo, sumando a que se lo veía muy cómodo con la gente. Al lado de él se encontraba el otro nuevo, el nombre todavía no lo conocía, pero tampoco me quería acercar para preguntarle confiadísima.

—Orita.— me llamó el platinado al verme pasar por al lado de ellos, me di vuelta fingiendo que no los había visto y les regalé una sonrisa a ambos, luego me acerqué para darles un beso en sus mejillas.

—¿Cómo andan?— pregunté poniéndome al lado de Braian y miré de reojo al otro compañero.— A vos no te fiché, ¿cómo te llamás?— fruncí el ceño captando la atención del castaño, él me sonrió de costado y, con eso, se llevó mi corazón de un manotazo.

—Franco, me llamo Franco.— informó, era la primera vez que escuchaba su voz y era de esas las cuales te embarazan de un segundo al otro, su tono era medio grueso, sumando que raspaba.— Supongo que vos te llamás Oriana.— rió haciendo que le dé la razón, me sorprendió que traiga solo un lápiz en mano con una goma de borrar, y también su campera de cuero en la mano.

—Suponés muy bien, Franco.— relamí mis labios, a lo lejos pude ver a mi grupo de amigos mirándome extrañados, el único que no me daba pelota era Mateo, quien me había dado una mirada rápida y rodó los ojos al percatarse que estaba con Braian, para mí que le cae mal. Les devolví la mirada para que hagan como que no pasó nada, ellos volvieron a lo suyo.— ¿A qué año van? Capaz que coincidimos.— interrogué cambiando de tema, ambos me miraron asintiendo.

—Los dos vamos a ir a quinto, vos parecés más chica.— susurró a lo último Braian, lo miré de reojo ofendida y el castaño largó una carcajada, entonces los pibes pensaban exactamente lo mismo.— Te juro que al principio pensé que tenías catorce, como sos muy enana.— justificó alzando ambos hombros, abrí mis ojos de par en par mientras escuchaba más risas de Franco.

—Son dos pelotudos, ya los odio.— los señalé a los dos también riendo, como sentía la mirada intensa del morocho encima mío, decidí cortar la conversación de una vez por todas e ir a hablar con Mateo, quería saber por qué siempre que hablo con Braian o con algún otro chico se pone así de odioso.— Bueno, nos vemos en cinco, cualquier cosa estoy con el grupito de la esquina.— aclaré tratando de sonar amable, ellos asintieron yéndose para otro lado charlando. No sé quién de los dos estaba más bueno.

Me acomodé mejor la mochila de mal humor porque tenía que disimular que con Mateo no había pasado nada, después del chape que tuvimos, estuve callada en la mesa mientras que mi hermano y él charlaban lo más tranquilos, yo de vez en cuando acotaba alguna que otra cosa para no parecer que estaba traumada por algo. Estaba segura que después de eso iba a ser muy difícil de dejar de sentir cosas por él, fue tan rápido todo que mi mente aún estaba asimilando lo que sucedió esa noche.

Me acerqué echando un suspiro y saludé a todos con un beso en la mejilla, al último que me acerqué fue a Mateo, mientras que los demás hablaban boludeces, yo me quedé mirando al morocho y viceversa, no nos decíamos nada pero seguro que tampoco lo hagamos. De repente se me hizo un nudo a la garganta al recordar lo que le había pedido sobre Renata, ahora ya no quería que eso ocurra, pero era muy tarde para que se arrepienta.

bad boy; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora