bad boy; trueno.

26

Oriana

Puse un poco de alcohol en el algodón, las manos me seguían temblando por todo lo sucedido, pero estaba tratando de limpiarle las heridas a Mateo, también había recibido piñas por parte del otro enfermo. Me acerqué nuevamente y pasé el algodón por su mejilla con cuidado, soltó un pequeño quejido a la par que cerraba sus ojos con fuerza.

—¿Te duele mucho?— pregunté acariciando su rostro con cuidado, él negó echando un suspiro cansado.— Gracias, Mateo.— murmuré volviendo a pasar el algodón.

—Sabía que estaba mal de la cabeza, pero ya está.— tragó en seco mirándome a los ojos.— ¿Vos cómo estás?

—Bien, no te preocupes.— contesté tirando lo que utilicé en el tacho de basura, lo traje a mi casa para poder curarlo y mañana tenía que ir a hacer la denuncia, pero antes quería agradecerle de alguna forma lo que hizo Mateo por mí.

—Cuando te escuché gritar, me agarró una impotencia enorme.— continuó agachando la mirada, yo me senté al lado de él.— Dejémosla ahí porque me voy a poder de mal humor.— negó con la cabeza pasando un dedo por una comisura de sus labios, la cual estaba hinchada.

—Gracias. De verdad te lo digo.— le sonreí de labios cerrados y él me devolvió la acción. Al ver sus heridas de reojo, se me aceleraba el corazón con solo pensar que fueron causadas con tal de defenderme, después de esto ya sentía que lo había recuperado por completo.

Me quedé limpiando la poca sangre que le seguía saliendo, mientras que él mantenía los ojos cerrados sin emitir ningún sonido. Me daba mucha satisfacción ver sus facciones relajadas y tranquilas, las ganas de abrazarlo me estaban consumiendo, pero por motivos obvios no lo iba a hacer.

—Yo te amo, Ori. No quiero que te pase nada malo porque sos lo único que tengo.— reprimió aún con los ojos cerrados, y acto seguido me acercó hacia él para abrazarme por la cintura. Al principio me quedé intacta flasheando cualquier cosa, recién caía en la ficha de que todavía no lo había olvidado.

Correspondí su abrazo apoyando mi cabeza sobre la suya, él se quedó acariciando mi espalda con suavidad mientras que yo solo pensaba en dos cosas; primero que nada, cómo le iba a explicar a Braian lo que me había pasado en el boliche sin que piense cualquier cosa, porque todavía no le había dicho nada, y segundo, ¿en qué momento me di cuenta que esto que sentía por Mateo no iba a terminar más?

—Te traté tan para la mierda tantas veces, que ahora me arrepiento por todo.— continuó aferrándome más a él.— Te juro que te miro y no puedo creer todo lo que me aguantaste, te bardeé a más no poder y siempre termino culpándote por todo lo que a mí me pasa, en vez de solucionarlo. Y ahora te pasa esto porque yo soy un pelotudo y dejé que vayas sola, cuando estaba ese enfermo afuera.— dijo separándose para mirarme de nuevo a los ojos.

—No hace falta que te sientas así ahora, conmigo podés hablar las veces que quieras.— le sonreí haciendo que él también lo haga, para después volver a abrazarme. Me quedé acariciando su pelo y mi respiración se volvió más tranquila al saber que los dos estábamos bien.

Era verdad que fue muy mierda conmigo, y yo también lo fui con él, pero no me salía no quererlo de un segundo para el otro porque es de lo que menos me sale hacer. Le dije que iba a guardar el botiquín y de paso cambiarme la ropa al baño, él accedió sin problema y me avisó que iba a avisarle a su papá que estaba acá, le dije que se quede a dormir ya que era tarde como para que se vuelva solo a su casa.

Llegué al baño y guardé todo en su lugar, como mi vieja era médica, habían un montón de cosas en el botiquín, además de lo necesario. Dejé la ropa que me había traído a un costado, decidí darme una ducha sin mojarme el pelo porque, si no, me iba a dar mucha paja secarmelo después; me sentía muy sucia, como si todavía las manos de Martín estén encima mío, entonces me metí rápido y me mojé todo el cuerpo.