20

6.7K 426 320
                                    

Oriana

Me senté en el piso del aula mientras boludeaba con las patas del banco, hace veinte minutos que estábamos en el aula, nos sacaron los celulares y no había casi nadie en el colegio, solo algunos profesores y los de primaria, que estaban en un recreo de media hora. Daniel y Manuel peleaban en sus bancos desde que entraron, Brenda estaba leyendo un libro que agarró de la biblioteca para pasar el rato, pero Mateo acababa de aparecer por las ventanas.

—¿Y? ¿Vino alguien?— preguntó el morocho por la puerta, yo negué con la cabeza mientras que mi amiga no le había prestado atención a lo que dijo.

—No pasó ni media hora pero ya me harté.— habló la castaña sentándose mejor en su banco, Mateo miró extrañado a los otros dos acomodándose en su banco.

Apoyé mi cabeza contra la pared sintiendo que esto era eterno, como si fuese una hora de Biología, o una profesora hablando horas de un mismo tema. Y era más aburrido saber que no teníamos los celulares encima, podría estar twitteando pelotudeces y probando filtros de Instagram, pero estaba encerrada en cuatro paredes con cuatro compañeros que no saben la tabla del siete. No los juzgaba, nadie se la sabe.

Volví a mirar para adelante, encontrándome a Mateo sentado de brazos cruzados, igual de aburrido que yo, por suerte no se percataba de que lo estaba mirando. No podía creer lo mucho que me gustaba y cuantas cosas pasaron en el medio que, obviamente, a él le importaban un carajo porque no se enamora. Por mi parte sabía que lo mío no era un enamoramiento, no había llegado a ese punto, pero sí estaba hasta las manos.

Por ahora.

—Dani, ¿qué es lo que tenías que hacer después del colegio?— interrogó mi amiga cerrando su libro, eso hizo que frene la discusión entre él y Manuel.

—Hacerme la paja del día con Solcito Pérez.— informó, todos reímos por lo que había dicho pero me pareció muy pelotudo a la vez. Eché un suspiro tratando de no perder la cabeza por los gritos de los chicos de primaria.

Pasaron otros diez minutos, ya era media hora, pero pasaba muy lento el tiempo. Brenda y los demás se habían dormido en sus bancos, había empezado a llover con truenos incluidos, los únicos que quedamos éramos Mateo y yo, no nos dirigimos ninguna palabra y yo me estaba por dormir en cualquier momento.

—Qué marmotas que son.— murmuró el morocho parándose del banco para ir a joder a Daniel y Manuel, yo solo miré a lo lejos mientras me volvía a apoyar sobre la pared, también descansé mi cabeza sobre el banco, yo quería dormir.— ¿Vos también vas a dormir?— frunció el ceño acercándose para sentarse al lado mío, yo asentí.

—Me dormí a las tres de la mañana y me desperté a las seis y media para venir al colegio, podría estar gozando de una linda siesta, pero estoy encerrada y sancionada.— alcé ambas cejas, él rió por lo bajo mirándome a los ojos.— Hoy estabas raro a la mañana después de hablar por teléfono, ¿peleaste con tu viejo?— pregunté acomodando mis brazos en mis rodillas.

—¿Te acordás que te dije sobre lo de las deudas?— murmuró mirando para adelante, procuró que nadie nos esté escuchando; yo asentí prestándole atención.— Tengo que conseguir algún trabajo para ganar guita, aunque sea por la tarde o después del colegio, porque mi viejo no quiere poner un centavo más en mi.— informó, me sorprendí porque no sabía que la estaban pasando tan mal por segunda vez.

—Mateo, yo te puedo dar plata, al pedo vas a trabajar.— ofrecí pero el morocho negó con la cabeza, volviéndome a mirar, noté que se le habían cristalizado los ojos, nunca lo vi de esta manera, como si estuviese cansado de algo.— Yo no tengo problema en ayudarte, boludo. Si te tengo que dar plata para que no labures, vengo y te doy plata. No tenés por qué hacer algo que no es tu obligación.— repetí echando un suspiro.

bad boy; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora