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Oriana

—Fua, wacha. Tus viejos roban bancos.— habló dándole una mirada rápida al living, ambos estábamos empapados porque, en el trayecto para venir, se largó muy fuerte y no hubo techo que nos salve.— Ahora entiendo por qué antes te decíamos milipili, eh.— alzó ambas cejas. Antes me descansaban diciéndome que era milipili porque me habían regalado un celular caro en su momento, a mi me chupa un huevo el material.

—Sos un exagerado.— negué riendo y él imitó mi acción, dejé las llaves en la mesa ratona y me miré la ropa, no sabía qué estaba más mojado, si mi remera, mi jean, mis zapatillas o, directamente, mi pelo. Lo miré a Mateo y tenía sus rulos mojados, también su remera pero su pantalón fue lo único que se salvó.— Somos una cascada.

—¿Todavía tenés la remera que te regalé?— preguntó acercándose, yo asentí. De igual manera no quería que se la lleve porque en serio me había enamorado de esa remera, aparte que me quedaba muy cómoda.— Flasheé que la ibas a tirar, no sé por qué pero no preguntes.— rió por lo bajo.

—¿Querés que te la dé así se te seca la que tenés puesta?— consulté viendo cómo mi hermano se asomó al pasillo que daba el living, se quedó intacto al ver a Mateo ya que casi nunca traía a pibes a casa, solo a Valentín porque era el único que no jodía. El morocho se dio vuelta para mirar lo mismo en lo que yo estaba enfocada.

—¿Él no es el pibe facherito que me habló el otro día?— preguntó Lucho frunciendo el ceño, por dentro lo quise matar porque pensé de que seguía durmiendo, pero solo se levantó para justo joder con Mateo. El último nombrado soltó una carcajada y se acercó para saludarlo con un apretón de manos.

—Este pibe sabe.— habló aún riendo Mateo, yo rodé mis ojos aparentando que no escuché nada.

—¿Los agarró la lluvia?— interrogó mi hermano, su pregunta fue bastante pelotuda, porque a simple vista se podía observar que nos faltó un paraguas. Mateo se volvió a parar al lado mío, abrazándome por los hombros.— ¿Eh? ¿Son novios, Oriana?— frunció el ceño sorprendido.

—No, tarado.— mordí mi labio inferior para después negar repetidas veces, correspondiendo el abrazo del morocho.

—Es que, como el otro día me dijiste que lo odiabas...

—¡Luciano!— lo interrumpí pegando un grito, el castaño se calló alzando ambos brazos simulando que no había dicho nada malo. Mateo me miró indignado cruzándose de brazos.— Primero, yo no dije que lo odiaba, yo dije algo distinto. Y segundo, cerrá un poco el orto, por lo menos decíselo cuando no esté yo.— recordé pegándole en la nuca, mi hermano se pasó la mano por donde dejé la marca.

Le hice seña a Mateo para que me siga porque sabía que si nos seguíamos quedando allá era para quilombo, y más sabiendo que Luciano no se quedaba callado un solo segundo. Entramos a mi cueva, que sin querer dejé prendidas las luces led, estaban puestas en azul pero no quedaban bien con el blanco de mi habitación, lo único que combinaba era el rojo, pero si lo ponía con Mateo al lado mío, iban a aparecer unos pensamientos muy atrevidos. El morocho se quedó examinando con cuidado cada parte de mi habitación, cosa que me puso un poco nerviosa porque, literalmente, tenía solo fotos de raperos estadounidenses y de Rihanna pegadas en mi pared, después algunas cadenas y más fotos con algunos amigos, en una de ellas había una con él, no sabía por qué estaba ahí, pero estaba.

—¿Tan obsesionada estás que tenés una foto conmigo, amor?— rió poniéndome más nerviosa de lo que estaba, con solo pisar mi habitación ya se me tensó todo el cuerpo. Le pasé la remera que me había regalado que, por cierto, seguía en el mismo lugar, y él la atajó mordiendo su labio inferior, cosa que hizo que se me acelere el pulso.

bad boy; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora