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Oriana

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MARATÓN 2/2

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—Cosas destacables de Braian Reiman: quemarse con el aceite.— continuó el castaño remarcando lo que acabó de decir en el aire, yo solté una carcajada saliendo del aula con ellos. Recién estaba empezando el recreo de la mañana y en toda la hora nos tenían cagándonos con ejercicios de matemática.

—Se me hinchó todo el dedo, no se rían.— se quejó por lo bajo mostrando la curita que tenía puesta en el meñique de su mano izquierda.

—La próxima hacemos chipá y nos dejamos de romper los huevos, casi me incendian la cocina.— advertí subiéndome a caballito de Braian, él me tomó por los muslos para que no me caiga y de lejos pude ver que el morocho nos estaba observando desde una de las bancas del patio, pero a los segundos desvió su mirada.

Seguimos caminando y me quedé con una extraña sensación desde ese entonces, no podía creer que le deje pasar todas las pelotudeces que viene diciendo y haciendo conmigo Mateo, y era más que claro que después de eso, las ganas de ayudarlo, se me fueron. Apoyé mi cabeza sobre la del platinado, era la primera vez que me sentía alta arriba de alguien, entonces aproveché el momento.

—¿No les da miedo que la nueva no haya hablado una sola palabra, solo para bardear?— frunció el ceño el castaño, me senté al lado de Braian mirando de reojo a la morocha, por lo que sabía se llamaba Lola, y eso era lo único que dijo en toda la hora.— Me parece que no se siente cómoda, me dan ganas de darle un abrazo.— agregó dándole una mirada rápida a ella.

—A mí también me dan ganas de abrazarla, es una paja que te miren tanto.— suspiré corriendo mi pelo para un costado; literalmente era el centro de atención de todos, por eso vi cómo se iba al baño ya cansada, tenía ganas de ir a hablarle para conocerla un poco más, pero no quería ser tan pesada en su primer día.— ¿Cuándo es la prueba de Cívica?— cambié de tema.

—¿Hay prueba de Cívica?— se sorprendió el platinado, yo asentí segura. Lo peor de todo es que eran tres temas distintos y esa materia era la más complicada de entender, si el profesor nos tenía piedad nos la iba a poner fácil, cosa que dudo.— Uh, loco. Yo no entiendo un pingo, culiá'.— confesó pasando sus manos por su rostro, frustrado.

—Nadie entiende nada, no te preocupes.— negué con la cabeza, a unos metros caminaba Valentín con las manos en los bolsillos, yéndose solo para la puerta del colegio con la mochila encima.— Banquenme cinco minutos, ya vengo.— les avisé parándome del piso y comencé a perseguir al ojiazul por detrás.

Era raro que se vaya a las diez de la mañana, a no ser que se sienta mal o lo necesiten para algún laburo, Valentín vive en una familia de escasos recursos y siempre tiraba un currículum falso por lugares de zona oeste de la capital, cuando su viejo le dice que lo ayude con el taller, él se rateaba y acudía a ese trabajo. Una vez que me acerqué, toqué su hombro con cuidado y él se dio vuelta con los ojos llorosos, ahí sí me preocupé.

—¿Qué pasó, Valen?— pregunté en susurro mientras tomaba su rostro en mis manos, él miró para todos lados procurando que no nos estén mirando y acto seguido agarró mi mano, llevándome a un lugar apartado, más bien a los pasillos de las aulas.

—El pelotudo de Mateo es lo que pasa, te juro que lo cagaría a piñas.— se quejó echando un suspiro pesado, ya con escuchar su nombre sabía que algo bueno no había hecho, si no todo lo contrario.

bad boy; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora