Capítulo 1

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(Janet)


-Vamos. Un, tres, cuatro... ¡mal! -grito la profesora.

Todas paramos de bailar y nos pusimos en fila. La profesora se dirigió hacia mí.

-Janet tienes que concentrarte más o no pasarás el examen -me recordó.

Solamente asentí. Las demás chicas empezaron a reírse por lo bajo y echarme miradas de superioridad porque a ellas no les habían dicho nada.

El examen al que se refería era el que necesito aprobar para conseguir una beca y para seguir bailando en esta escuela.

-Repetimos. Un, dos, tres... -empezó la profesora otra vez.

Aguante toda la clase sin decir nada y siendo regañada cada dos por tres. Entendía que me corrigiera la profesora pero no aguantaba las risas de mis compañeras.

Me estaba vistiendo en el vestuario cuando las escuché hablar mientras ellas acababan de ducharse.

-¿La has visto? que pringada.

-Es tonta natural -se reía otra.

-Seguro que solo está aquí para que podamos reírnos un rato durante las clases.

No quería seguir escuchando nada más así que me acabe de arreglar agarre mi mochila y salí de allí sin mirar atrás.

Me dirigí al único lugar de este pueblo donde puedo estar a gusto, donde puedo hacer lo que quiera y ese lugar era en el lago en mitad del bosque. Nadie sabía de este lugar ya que era difícil de llegar y nadie se atrevía a llegar hasta aquí, demasiadas leyendas oscuras corren por el pueblo sobre este lago. Yo no me en creo ninguna.

Me senté en mi roca frente al lago me quite los zapatos y metí los pies en la fría agua.

¿Por qué todo me tenía que pasar todo a mí? vale, podía no ser muy hábil en danza ni tener un trabajo espectacular y mucho menos era rica pero no había hecho nada como para que me tratarán así.

¿Por qué tenía que pasar por todo esto sola? ¿Por qué nadie en este estúpido pueblo podía llevarse bien conmigo?

Deje salir todas las lágrimas que había estado reteniendo desde que había salido de clase.

Ya no aguantaba más.

Me levanté agarre una piedra y mire al lago.

-Lo siento, ya no aguanto más. Esto es un infierno. Me voy de este pueblo -grite lanzando la piedra con toda mi rabia al agua.

La piedra no salpicó en el momento que toco el agua. Me quede en blanco mirando el agua ¿que acababa de suceder? no ha salpicado ni una gota.

La luna comenzó a brillar más haciendo que el lago se iluminará de una forma especial, cristalina. Fue en ese momento en el que me di cuenta que se había hecho de noche. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí? para mí había sido cinco segundos pero debía de haber sido varias horas.

De golpe, sobre el agua del lago empezaron a volar luciérnagas, miles de ellas. Era como un campo de luces, precioso. No podía apartar la vista de ellas. Una galaxia de luciérnagas.

Se iluminó algo de color azul celeste en el fondo del lago, captando toda mi atención, y comenzó a subir a la superficie hasta salir del lago y acercarse a mí flotando por el aire. Levitando.

Yo empecé inconscientemente a dar pasitos hacia atrás pero la luz celeste llegó hasta mí, cayendo a mis pies.

Debía de estar alucinando, esto es un sueño, si eso debía de ser. Me di una bofetada pero la luz seguía ahí, las luciérnagas también y la luna brillando más también. Era demasiado irreal, no me lo podía creer. Pellizque mi brazo, que dolor, pero nada cambio.

En un arrebato de curiosidad me agache para coger la luz. En el momento en que la agarre se apagó. Cuando me fijé en que era la luz, resultó ser una roca preciosa a modo de collar. Me sorprendí.

La volví a dejar en el suelo, bueno más bien la dejé caer por la impresión, y volvió a iluminarse. Me levanté con la intención de coger mis cosas e irme, esto no podía ser real, está alucinando, me habría comido algo en mal estado y me estaba pasando factura o yo que sé pero esto no podía ser real.

Pero justo cuando me iba a ir me giré al notar algo extraño, algo aún más extraño de lo que acaba de pasar. Notaba una presencia. Busque con la mirada algo o alguien, entonces lo vi al otro lado del lago unos ojos dorados me miraban entre la oscuridad del bosque. Eran intensos. Intimidaban, creaban impotencia.

Rápidamente agarre la luz celeste, que se apagó, y me fui de allí como alma que lleva el diablo. No me iba a quedar a averiguar de qué animal eran esos ojos. No quiero morir tan joven.

Por el camino me colgué el collar al cuello y lo escondí bajo la ropa para que no se viera si brillaba y poder tener la mano libre y poder ir apartando las ramas para caminar aunque no pude evitar que alguna me golpea la cara dejándome algún que otro rasguño.

Una vez en el pueblo todo parecía normal, como si nada hubiera pasado. Algunas personas caminaban hacia sus casas otras paseaban comiendo un helado.

Me dirigí a mi casa intentando aparentar que no había visto lo que había visto y en cuanto llegue me encerré con pestillo y baje todas las persianas y cerré las cortinas para que nadie que pasará por la calle me viera.

Me senté en el sofá, me quite el collar y me lo quede mirando. Parecía que solo brillaba cuando yo no lo tocaba.

Decidí que esto era lo suficientemente raro como para tener miedo así que cogí la luz celeste y la puse en una caja fuerte, del chino, que simula ser un libro de una guía de plantas y la coloque entre los libros de mi estantería.

Además también era lo suficientemente tarde como para que mi cabeza pensará que hacer de manera racional, así que me tumbé en la cama con la intención de dormirme y mañana será otro día. Pero lo que había sucedido no paraba de repetirse en mi cabeza.

Al final no sé a qué hora llegue a dormirme pero el despertador no tuvo piedad de mí.

Centinela de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora