36. Amarrarte

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-¿Resolverlo tu y yo? ¿Estás loca? -contestó entregándole a los niños a Stanley-. Seré yo quien salga a embestirle y te llevarás a los chicos contigo.

-Stanford, podemos hacerlo juntos.

-No podemos dejarlos huérfanos, linda -susurro, acariciando mi mejilla con una sonrisa. Palabras dulces pero dolorosas, tenía razón, tenía la maldita razón.

Sostuve su hombro, intentando detenerlo lo suficiente para pensar en algo, algo que hacer.

-Aun tenemos un plan -susurre, negando ante la locura que era.

-¿Cuál? Todos han fracasado desde que entró en esta casa... -se detuvo, analizando un poco más la situación- ¿Estás segura? -preguntó, mirándome.

-Yo puedo juntarlos, es pan comido -sonreí. Buscando en el armario encontré mi computadora, dónde tenía las cámaras de seguridad de la tienda y la sala principal-. Si está cosa sigue funcionando le abremos ganado.

( . . . )

Si las cámaras no había Sido modificadas sabíamos que Cipher y su pequeño engendró se encontraban en la habitación que yo y Stanford compartimos, buscando las bitácoras que justamente yo había escondido semanas antes.

-¿Estás segura? -preguntó Stan, saliendo por la ventana de la tienda junto conmigo.

-Solo tenemos que juntar los ingredientes y la casa volverá a estar protegida. Lo hice como último recurso. Mejor adentro que afuera -susurre, sacando de mi chaqueta el cabello de unicornio.

Stan soltó una carcajada. -Eso se escuchó taaan mal -dijo con una risa mientras cuidaba mi espalda.

-Oh cierra la boca -contesté mirando el brillo de colores del cabello.

El plan era sencillo. Si juntábamos las cosas podriamos atrapar a Bill y a su supuesta hija dentro de la cabaña, sería una pequeña máquina de tortura y tal vez y solo tal vez, podríamos librarnos de ellos un poco más.

-Odio la idea de que mis hijos tengan que lídear con esta cosa dentro de unos años.

-Dipper y Mabel lo hicieron bastante bien para ser niños de ciudad -habló Stan, cuidando mi espalda.

-Pero es diferente....

-No porque sean tus hijos los vas a sobreproteger.

De cierta forma tenía razón. No porque sean mis hijos tenía que sobreprotegerlos, pero vamos, no quería que nada les sucediera, no quería que pasaran por todo lo que yo pasé... Y si eso significaba sacrificarme lo haría, sin duda.

-Dejalos vivir. Mira que Stanford y yo salimos bastante bien -sonrió, apuntando a su pecho mientras colocaba una línea recta de cabello conectando las rocas.

-Si. A ti te hicieron un estafador y a Stanford un erudito con problemas de confianza.

-Bueno... Tu...

-Ni hablemos de mi. No pienso encerrarlos en una torre, pero vamos, Bill cada vez tiene mejores planes. ¿Enserio? ¿Una hija? No sabía que esto se iría a segundas generaciones.

Stanley resopló.

-No será así, encontraremos la forma.

-Llevo buscándola más de treinta años y nada. Posiblemente los gemelos o los trillizos encuentren algo, pero hasta ahora, y con todo el conocimiento que tenemos Stanford y yo esto parece misión imposible.

La primera parte de la cabaña se iluminó, marcando una línea de protección que poco a poco íbamos juntando.

-Entiendo tu punto... Quieres proteger la más grande hazaña que hicieron.

Escuché el pesar en su voz, sintiéndome algo culpable de ello.
Vamos, que no me quería quedar sola y lo amarre conmigo en una cabaña por 20 años.

-Siento verte traído a esta locura en la que Stanford y yo nos metimos. Pero solo confiaba en ti -murmure, poniendo más cabello de unicornio mientras él me seguía.

-Fue lo mejor que hice con mi vida. Los mejores años de mi vida empezaron cuando me dejaste quedarme.

ᴄᴜᴍᴘʟɪʀᴇ ᴍɪ ᴘʀᴏᴍᴇsᴀ [ғᴏʀᴅ x ____]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora