27. Suerte.

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La última semana la habíamos dedicado a planes de contingencia, de emergencia y sobre todo un plan principal. Habíamos dedicado toda la familia pines a diseñar con dedicación un plan para cuando el problema se presentará.
Pero, entre toda esa organizada máquina familiar, sentí un dolor en mi pecho.

Miré la pared, miré mi brazo y mi tatuaje brillaba. Maldita sea.

-¿Estás bien? -preguntó Stanford sosteniendo mi cintura. Notó como me arqueaba ligeramente al sentir los latidos de mi corazón bastantes fuertes para mí gusto.

Sentí como mi vientre se movía y contraía con fuerza, no podía estar siendo verdad.

-Creo que es hora -le susurré de vuelta.

Ni con todas las palabras dentro de un diccionario podría describir el rostro de Stanford. ¿Alegre? ¿Conmocionado? ¿Asustado? Joder, siquiera yo sabía cómo sentirme.

-Stanley, lleva a los chicos en tu auto -le gritó captando de inmediato lo que quería decir. Los niños por el contrario ni idea de que sucedía ya que estaba ocupados organizando la estantería.

Sosteniendome me ayudó a llegar a la superficie e ir hacia el auto. Jamás había imaginado como quería que fuera este momento pero para nada hubiera imaginado que así podría llegar a ser.

-¿Cómo te sientes? -preguntó poniendo una mano sobre mi espalda mientras conducía con velocidad.

-B-Bien, solo con algo de malestar -contesté rebuscando en mi bolsillo-. Sé que durante este mes lo último que teníamos pensado era en el sexo del bebé, y sobre si tendría polidactilia. Pero ten por seguro que estoy enterada de todo y que estoy feliz con ello.

Giró su mirada hacia mi, ignorando el camino estúpidamente. Pero su mirada me lo decía todo, creía saber que me refería a que tendría polidactilia y si, tenía razón.

-¿No te preocupan las burlas? -preguntó, dando en tomar la opción que nuestro médico nos había dado de operar.

-Le sobre y le falten extremidades este mundo le despreciará, nosotros estaremos para demostrarle que los Pines mandamos -dije en una carcajada sonriéndole y relajándole.

Tal vez, con la suficiente suerte, podría ayudarle a olvidarse del tema de Cipher. Posiblemente toda nuestra paranoia sería en vano ¿Quien aseguraba que tenía la suficiente fuerza para torturarnos y mandar en nuestra dimensión.

Muchas veces mi madre y mi hermana me describían como llegaría a sentirme el día que tuviera un hijo, que por mi edad pensaron que jamás pasaría. Siempre me decían el miedo que te inundaba y que cualquier pinchazo lo sentías al doble. Pero, yo por el contrario, sentía mariposas en el estómago, sentía que me volvía a enamorar sin siquiera conocerle.

Stanford con risas me cargo hasta la camilla y depositando un beso en mi frente me dejó ir a la sala de partos.

Sentí como pinchaban mi brazo para colocar el suero y después la anestesia. No dolía para nada, pero aún así podía sentir todo como un quisquilleo.

-Todo está bien -susurro Stanford a mí oído después de terminar mi labor de parto.

Mi mano temblaba, pero la tomó con autoridad dándome ánimos.

-¿Ya le viste? -pregunté emocionada.

Imaginé en ese momento los rostros de mis hijos, el papel que me había llegado decía que vendrían un niño y una niña, gemelos, tal y como Ford y Stan habían deseado desde que se enteraron de mi embarazo.
No podría describir lo feliz que me encontraba, lo mucho que quería abrazarlos y poder apreciar con todo orgullo la polidactilia de uno de mis bebés.

-Si, quedé maravillado con ellos. ¿Ya pensaste nombres para ellos? -preguntó, besando mi mano.

-...Creo que un Stanford y una Alice quedarían bastante bien -sonreí mirando hacia el techo.

-Te falta uno -dijo entre una risa.

-¿Uno? -pregunté dejando vagar mi imaginación.

En eso levanté la mirada. Escuchando su risa, no sabía si era una broma pero con eso no se jugaba.

-Acabas de parir trillizos, amor -carcajeo besando mi rostro.

-¿Trillizos? -dije, boquiabierta.


ᴄᴜᴍᴘʟɪʀᴇ ᴍɪ ᴘʀᴏᴍᴇsᴀ [ғᴏʀᴅ x ____]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora