En una nube, así se sentían aquellas dos al salir del restaurante, directo para la que ambas sabían sería una noche inolvidable, iban totalmente perdidas en mimos y caricias dentro del auto...
— Siempre que íbamos a algún lugar juntas quería agarrar tu mano en el camino — suspiró Erika sin despegar los ojos de Soledad
— ¿De verdad? ¿Por qué no lo hacías? — sonrió con cosquilleo en el estómago
— ¿Cómo se te ocurre amor?
— ¿Có- cómo me dijiste?
— Amor — susurró apretando fuerte su mano — eso eres, mi amor ¿Te molesta que te diga así?
— ¿Cómo se te ocurre? Me encanta como se escucha, me fascina — sonrió totalmente enamorada — puedes tomar mi mano cuando quieras, yo jamás soltaré la tuya.
Erika supo que no había otro lugar más seguro que junto a Soledad, podía volar con los pies muy bien puestos en la tierra. Se recostó ligeramente en su hombro durante el trayecto dejándole cada tanto un beso en la mejilla que hacía estremecer de ternura, a decir verdad, aún sentían que vivían una utopía.
Al llegar al departamento los corazones latían a mil por hora, un susto clavado en el estómago con el deseo desenfrenado y los nervios desatados.
Soledad se dirigió a la cocina para servir el vino mientras la observaba quitarse los tacones, recoger su rubio cabello en una alta cola y colocar un poco de música, era como ver un ángel moverse por todo el lugar, como estar viviendo un sueño del cual no quería despertar jamás.
— ¿Que tanto me veías eh? — Erika la abrazó por la espalda dejando un pequeño susto pues por un momento se distrajo
— No puedo dejar de hacerlo — se giró frente a ella — eres mi mayor anhelo — le acarició el labio con su pulgar.
— Y tú, mi aterradora realidad.
— Toma — le dio una copa — como dijo la nota de este regalo, que esta sea la primera de todas nuestras noches. Para siempre
— ¿Quieres quedarte conmigo para siempre? — preguntó tiernamente
— Hasta que mi corazón deje de latir y te juro que todos los latidos serán por ti.
Los labios se pedían a gritos, habían sido tantos momentos guardando sus instintos por amor que los cuerpos dejaban de pertenecerse, se besaban tierna e intensamente, Soledad tomó la copa de Erika y la dejó sobre la mesa para poder acunarla en sus brazos.
La vehemencia de aquel beso empezó a hacer que los sentidos se perturbaran.
Erika se prendió con sus brazos del cuello de la mujer que le desordenó la vida misma, enredó sus manos en ese cabello oscuro con aroma a canela que era su perdición.
Soledad la tomó de la cadera y en un rápido movimiento la sentó en la barra de la cocina quedando entre sus piernas, la rubia sin perder un segundo las entrelazó en la cintura para acercar sus cuerpos al máximo.
La respiración escaseaba en la boca de la otra, pero nada importó, Soledad fue bajando sus labios por el suave cuello que tantas veces deseó besar, el olor era adictivo, excitante.
Erika cerró los ojos al sentir las cálidas caricias y se perdió en las sensaciones tan abrumadoras, un jadeo escapó audible cuando percibió esos tiernos besos tentar su escote.
— Mi amor, Sole me muero del miedo — confesó en un pequeño gemido que no pudo controlar.
— Eri, no quiero que temas, ni que te sientas incómoda. Será cuándo estés lista.
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𝐒𝐄𝐍𝐓𝐈𝐃𝐎𝐒 ♀♀
Romanceᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏs ᴇɴ ᴇᴅɪᴄɪóɴ . Definitivamente no, el amor no es sencillo de describir, de entender, de aceptar... Pero cuando llega con la fuerza de mil mares no hay forma alguna de detenerlo, solo sumergir en él las almas, la vida. Erika y Soledad nos dem...